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El voto útil y la izquierda inmóvil


En una reciente columna en este diario, el profesor Andrés Monares ataca a Michelle Bachelet comparándola con Golda Meier y Margaret Tacher, y tildándola de engañar al pueblo de Chile, negar la realidad y enmascarar el neoliberalismo con un rostro humano.



Los argumentos del profesor Monares están llenos de viejos fantasmas de la izquierda ortodoxa: la diabolización del mercado, la perfidia de la globalización, el carácter instrumental de las instituciones, la ceguera de los procesos históricos, el papel conspirativo del capital internacional.



Eso es lo que yo llamo la izquierda inútil, inmovilizada ante la realidad. Paralizada en un «yo acuso», e incapaz de desarrollar una propuesta alternativa para articular una mayoría social y política. Que vive en la negación de la manera más ortodoxa y prefiere rechazar el pensamiento de aquellos que se han atrevido a actuar con propuestas nuevas y han captado la adhesión popular.



La izquierda inútil se refugia en una actitud exquisita y defensiva, sin otra argumentación que el descrédito y la queja. Y se niega a aceptar que el desarrollo social, la igualdad y la democracia, como resultados de la política, son procesos que precisan de lucha diaria, y no estados ideales de la conciencia.



No deseo contra argumentar ante lo planteado por Monares. La vida continúa de una manera lo suficientemente compleja como para detenerse demasiado tiempo en su predicamento teológico acerca del «mundo perfecto», o los implícitos ideológicos acerca de la consecuencia en política.

Si deseo destacar un aspecto me parece central, y que se escurre de manera inadvertida en medio de sus argumentos. Para Monares, el ciudadano común no tiene memoria. Es una masa informe de gentes que sufren, y a las que se debe dar todo deglutido. En el pensamiento de la izquierda inútil se considera a la gente un ente sin volición ni razonabilidad, un montón de carne trémula que vive en el engaño permanente, alienada de lo que efectivamente son sus intereses reales. Incapaz de discriminar, reconocer y seleccionar sus prioridades. A la que una fuerza exterior, -me imagino que Monares esta soñando en un partido de vanguardia- debe reivindicar para devolverle la conciencia de sí.



¿Le suena el argumento? Clase en sí y para sí, es decir la lectura acrítica e irreflexiva del viejo Marx. Sin un poquito siquiera de modernidad, más no sea por matizar los juicios fatalistas acerca de la sociedad y sus engaños. Sin nada que reconozca que la gobernabilidad de los procesos de globalización, la integración social, o la seguridad se pelean día a día tanto en la vida de la gente como en los presupuestos fiscales de cada país. Que el poder de la gente es posible movilizarlo para construir una contención valórica y práctica, aquí y ahora, frente a la prepotencia de los dueños del poder. Con un afianzamiento de las libertades ciudadanas y la democracia. Que incluye el enjuiciamiento criminal de Pinochet, pese a los pensamientos positivos que sobre él pudiera expresar el ciudadano Foxley.



Nada más fácil que asumir una posición derrotista ante los adversarios y demonizar los errores de aquellos con los cuales se debiera construir un diálogo y eventualmente acuerdos. La izquierda inútil se niega a reconocer que los procesos políticos y de cambio social son hoy día de una enorme complejidad. Especialmente en las sociedades plurales, donde no existe partido único ni un poder dictatorial que lo ordena todo.



Los que pensamos que Bachelet y la Concertación representan un cambio real, hemos sido intransigentes para defender los derechos humanos sin concesiones de ningún tipo, para impulsar el término del binominalismo y controlar el poder de las grandes corporaciones. Pensamos, y lo seguiremos haciendo, que un buen sistema regulatorio favorece a todos los ciudadanos, y que en materia económica el mercado puede ser un buen asignador de recursos.



Porque estamos convencidos que el problema no son los mecanismos en sí, sino la calidad y orientación de las políticas, y lo que ellas representan como selección de prioridades. Y en ese sentido, tiene razón Monares en algunas de sus críticas. Pero también, debe reconocer que la gran falla es la falta de poder de la gente, para consolidar un poder social que impulse los cambios.



Ese problema no se soluciona atacando a Michelle Bachelet, sino construyendo una opción social que luego se exprese en un poder político y electoral capaz de dialogar con la futura presidente de Chile. Porque no me imagino a Monares trabajando con Lavín o Piñera, ni menos esperando una revolución espontánea o un derrumbe social que le solucione los problemas. El voto útil es el que sirve de acuerdo a valores, dirección y movimiento; el inútil, el que solo expresa inmovilismo y queja.



Santiago Escobar Sepúlveda. Cientista político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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