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Lamarca la marca


Lo mejor del debate televisivo, en mi modesta opinión, fue la entrevista que Fernando Paulsen hizo a Felipe Lamarca pocos minutos después. El ex Presidente de la Sofofa dijo sin tapujos que el modelo no funciona y que hay cosas concretas por hacer. Con habilidad aritmética señaló que, por ejemplo, si se aumentara en diez mil pesos el pago a cada una de las 600.000 personas que reciben pensiones mínimas, se haría distribución del ingreso. Por lo demás, señaló, esto, que costaría no más de 144 millones de dólares anuales, es absolutamente un mínimo si se considera que el superávit fiscal de este año será de más de 3.500 millones de dólares. Asimismo, el ex gerente de Copec se extraña que los candidatos sean tan evasivos en sus propuestas sociales pudiendo usar estos recursos.



En el debate mismo la pregunta que faltó fue «dígame qué medidas tomará y a quién favorecerá para bajar la distribución del ingreso en lo inmediato». Mientras a los y la candidatos se les permita desarrollar ideas demagógicas, todas las propuestas sobre distribución quedan en la nebulosa. Algo así como que esto sucede por maldad divina y que una mano invisible misteriosa distribuyó mal los recursos en Chile.



Por su parte, el empresario de transnacionales J. P. Lehman declaró esta semana que «La globalización no puede hacer nada por la inequidad en la distribución de los ingresos… la principal causa de esto es el cambio tecnológico… Lo que hay que hacer es que un mayor número de personas tenga oportunidades para desarrollar habilidades con las que pueda participar». Esta es la posición liberal ampliamente predominante que finalmente, también prima en la mayoría de los candidatos presidenciales. No se visualizan medidas concretas para romper con el «maleficio» de la mala distribución.



Si ahora les tiene que tocar a los que no les ha tocado, no sería mala idea que se diga clara y precisamente lo que se va a hacer ahora y no las propuestas ambiguas y de incierto resultado, como las que propone Lehman.



Permítasenos un ejemplo concretísimo para demostrar que la distribución del ingreso no es fruto del azar, ni siquiera de las capacidades o de las diferencias de educación.



Durante el año 2005 las administradoras de fondos de pensiones, AFP, obtuvieron una rentabilidad patrimonial de 24,1% (no incluye AFP Planvital) a septiembre del presente ejercicio, es decir, promediaron 3 puntos porcentuales por sobre el retorno de 21,1% obtenido al noveno mes del año pasado y que suman, sólo en estos nueve meses, nada menos que 80.381 millones de pesos. Es decir a los directivos y propietarios de las AFP «sí les toca» y les viene tocando hace tiempo y con creces.



En contrapartida, señala la noticia, una caída de 4,3% experimentaron los fondos de pensiones Tipo A durante el mes de octubre, acumulando una rentabilidad real de 6,5% en diez meses, en tanto que los fondos Tipo B registraron un retroceso de 3,7% en el mes señalado y un retorno de 5,5% en el año. Las del tipo C tienen rentabilidad cercana al 10% y los fondos D en 6,6%. Es decir, a los ahorrantes no les toca o les toca mucho menos en esta distribución y todos saben que -dada justamente la mala distribución de las utilidades y rendimientos- una parte muy importante de los pensionados tendrán ingresos que no les permitirán sobrevivir en la vejez.



Esto, no tiene nada que ver con falta de educación o habilidades sino, simplemente, obedece a que ciertas empresas que actúan concertadamente cobran cifras inaceptables por la administración mensual y, consiguientemente, ayudan a reducir los ingresos de los pensionados, es decir, a empeorar la distribución de los ingresos.



En estas circunstancias, se imponen medidas concretas que no sólo pasan por reducir los cobros administrativos sino abrir el sistema, especialmente, para que pueda operar una empresa estatal que, por definición no cobrará sumas exorbitantes por hacer una actividad que corresponde sin duda al ámbito social. El llamado de Felipe Lamarca a tomar medidas concretas y reducir los discursos ambiguos marca el futuro.



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Rafael Urriola es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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