Publicidad

Socialismo posmoderno


El pensamiento posmoderno es un «racimo de filosofías» que tiene como hilo conductor una puesta en tensión de las grandes certezas de la modernidad ilustrada, particularmente el imperio arrogante de la razón Esta percepción de las limitaciones, desviaciones y frustraciones de la modernidad fueron detectadas ya por los frankfurtianos Horkheimer y Adorno en el texto «Dialéctica de la ilustración» (1944), en la cual se denuncia el pecado original de la modernidad; la razón al servicio de la dominación y no de la liberación. Pero no es sino hasta entrados los años ochenta en que esta crítica adquiere consistencia teórica y difusión editorial.



Uno de los filósofos posmodernos mas connotados es Gianni Vattimo(1936), profesor de estčtica de la universidad de Turín, eurodiputado y autor entre otros de El sujeto y la máscara (1989) En torno a la postmodernidad (1990), La sociedad transparente(1990), El fin de la modernidad (1993), Introducción a Heidegger (1995), La secularización de la filosofía. Hermenéutica y postmodernidad (1998), Diálogos con Nietzsche. Ensayos 1961-2000 (2002),pensador estelar de nuestros tiempos a quien tuve la oportunidad de conocer personalmente en conferencia dictada en el palacio de La Moneda a la cual concurrió invitado especialmente por el Presidente Ricardo Lagos.



Al constructo posmoderno concurre Vattimo con dos tesis centrales:



A.- La verdad entendida en la tradición filosófica que va de Platón a Hegel (y que por ende llega a Marx) como la adecuación del predicado al sujeto, debe ser abandonada. Bebiendo de la fuente escéptica del kantismo se plantean las dificultades epistemológicas de conocer realmente al objeto y se señalan los peligros de «creer» en la verdad objetiva, en cuanto la «posesión» de la verdad objetiva implica siempre la tentación de querer imponerla por medios autoritarios, de lo cual dan cuanta el estalinismo y las dictaduras derechistas. Se devela entonces un pensamiento «débil» que a diferencia de las teorías «fuertes» de la modernidad no reclama para sÄ› el patrimonio de la verdad objetiva. La verdad es fruto del consenso y no tendría un valor ético en si misma.



B.- Se ha producido el fin de la historia en tanto la sociedad de los mass media tiende a crear múltiples y pequeñas historias de acuerdo a los diferentes grupos culturales que van emergiendo por esta acción mediática dispersiva que a puesto fin a un curso de los acontecimientos con una centralidad detectable. Son muchas y pequeñas historias que no tiene una articulación sistčmica entre sÄ›. Es el fin de la historia entendida esta como desarrollo de lo inferior a lo superior (Hegel). (*)



Estas tesis tenían como trasfondo general la reacción irracionalista y nihilista de Nietzsche en contra de la modernidad, conceptualizada como una falsa conciencia o moral de los esclavos en su dimensión democrática y como un mito en cuanto a las posibilidades de la razňn.



Si a lo anterior le sumamos la tesis de J.F. Lyotard («La condición posmoderna»/1984) del fin de los metarrelatos (utopías) por la pérdida de su capacidad convocante, el encuentro entre estas filosofías posmodernas con el socialismo tenía que ser necesariamente conflictivo.



Personalmente tomé contacto con el pensamiento posmoderno en las discusiones teóricas suscitadas al interior del Partido Socialista de Chile y que tenían como telón de fondo la caída del campo socialista y la emergencia de una «izquierda» que se reconocía a si misma sólo como posibilidad cultural.A mediados de 1996 me incorporé a la comunidad universitaria de la Universidad de La Habana, se había publicado allí el texto de Paul Ravello «El debate de lo moderno y lo posmoderno», el texto se difundió con rapidez en los círculos intelectuales y fue recibido también con cierto espíritu prejuiciado. Escuché decir, e incluso compartí, eso de que globalización, neoliberalismo y pensamiento posmoderno eran tres líneas de acción de un mismo proyecto global voceado por el pensamiento único surgido del consenso de Washington.



Estas apreciaciones existentes en los ámbitos intelectuales cubanos se comprende si consideramos que el contexto político estaba signado por un fuerte repliegue de la izquierda mundial. Las tesis de Fukuyama parecían hacerse hegemónicas, explicita o explícitamente, en este ambiente intelectual cualquier mirada escéptica o autocrítica sobre la modernidad sonaba a capitulación.



Creo que el racimo de filosofías y hermenéuticas que llamamos posmodernas deben ser consideradas en una mayor posibilidad teórica que como un simple reflejo de la «lógica cultural del capitalismo tardío» (Jameson 1984)



Han pasado algunos años y los acontecimientos lo han hecho a una velocidad vertiginosa. De la sociedad perfecta de Fukuyama poco vestigio puede encontrarse en un mundo con 810 millones de seres humanos sufriendo de hambre o desnutrición crónica, 1.300 millones viviendo con menos de un dólar diario (843 mil son chilenos) y donde los 225 súper millonarios tienen una fortuna acumulada que supera a los ingresos de los 55 países más pobres que albergan a 2.500 de seres humanos. De paso el país líder y concreción fÅ•ctica del fin de la historia ha agredido militarmente a HaitÄ›, Yugoslavia, Somalia, Irak luego de terminada la guerra fría, sin perjuicio de lo cual se hacen aprestos para que el índice imperial apunte al suelo condenando a millones de otros seres humanos a los horrores de la guerra.



Un mundo cada vez mÅ•s inseguro, un pensamiento único precedido por misiles Tomahawk, una pobreza del 10 % en EEUU que se televisó al mundo luego del huracán Katrina y una naturaleza que se desquicia ante nuestros propios ojos han hecho al posmodernismo mirar a la vieja utopía; vapuleada pero no muerta, traicionada pero no derrotada.



La utopía tendrá que hacerse nacional, particular única e irrepetible. El socialismo debe huir de los modelos como de una peste. Esto que hace consenso en la izquierda mundial se refleja en una instalación definitiva de la democracia y los derechos humanos en el seno de nuestras concepciones. La arrogancia intolerante fundada en totalitarismos gnoseológicos que tan bien interpretó el marxismo-leninismo producido por el stalinismo no debe repetirse.



Con menos arrogancia y más optimismo histórico la izquierda reemprende la marcha en ella el socialismo adquirirá forma posmoderna necesariamente. Es la hora del socialismo posmoderno; una performatividad del ser con la subjetividad, sangrante aún de la experiencia soviética, incorporada de modo de modo definitivo.



Gianni Vattimo ha visitado recientemente Venezuela y luego de ello ha declarado «estoy gratamente sorprendido de lo que he visto en Caracas porque llegué con muchas sospechas por la condición militar de Chávez y por toda la mala prensa que le hacen sus opositores. Lo que he observado en los días que estuve en Venezuela, es que Chávez está desarrollando una política ante todo de libertad civil porque ningún medio de comunicación ha sido acallado o censurado, por el contrario, ha resistido a través de las elecciones y el referendo. Creo que América Latina con Lula, Chávez, Castro, Kirchner y con Tabaré Vázquez tiene la posibilidad de liderar un movimiento no de guerra a los Estados Unidos sino de construcción de un orden alternativo a lo norteamericano, con una distribución más igualitaria de los recursos. Esa es la diferencia entre Bush y Chávez, mientras el primero adoctrina mediante su política del terror y su discurso de guerra preventiva; en Venezuela se trabaja para lograr la transformación social»



El propio filósofo ha puesto de alguna manera riendas a su entusiasmo cuando señala que se siente embargado de la misma emoción que Sartre y Simone de Bouvair sintieron luego de visitar la China de la Revolución Cultural.



Pero, en cuanto a la dialéctica socialismo y democracia en la praxis concreta de Venezuela ha afirmado» «si tengo que elegir entre dos democracias imperfectas, entre la vieja Europa y la joven latinoamericana, me quedo con esta última porque, por lo menos, se nota la revolución y la transformación social».



Vattimo declara con firmeza cargada de optimismo histňrico que «En contra de Castro está la presión del capitalismo occidental que lo ha estrangulado. Pero llega Chávez a Latinoamérica y, gracias a su petróleo, hace más viable la revolución socialista. Debo decir que Chávez me ha convertido al chavismo. He visto el proyecto de «Barrio adentro» donde distribuye médicos y profesores en los barrios de Caracas y eso me parece totalmente democrático. En cambio, cuando Bush habla de democracia la gente se ríe».



Recuperado el optimismo histňrico no veremos la razňn histňrica enloquecida en frenético y zigzagueante deambular. El ser fragmentado se reconstituirá como en un play back para reemprender una marcha que quizás sea la última posibilidad ante una hecatombe ecológica ad-portas.



Las críticas que el pensamiento posmoderno ha planteado respecto de la modernidad y por ende de su hijo mayor el socialismo, parecen ahora contextualizadas como una prevención ante los excesos del estalinismo más que una embestida en contra de esa doctrina en su conjunto. El socialismo en su marcha del siglo XXI deberá si en verdad aprendió de la experiencia incluir la «prudencia» gnoseňlogica-polÄ›tica del posmodernismo. El socialismo serÅ• posmoderno.



_________________________________________________________


Roberto Ávila Toledo. Abogado y militante del PS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias