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La bella y la bestia


La fábula de la bella y la bestia se pierde en los ojos de la mente, más que en la historia de la narración. Tal vez no exista cultura que no la haya abordado como la dualidad entre el bien y el mal. Una dualidad con un antagonismo inicial destructivo, que al final se esfuma en nihilismo y resurrección. La bestia en su fricción por destruir a la bella, al final es seducida y regenerada. Es la más hermosa y didáctica de las fábulas y desde el mito griego de psiquis, la encontramos en dramas de Shakespeare y en el maravilloso mundo de Disney.



Aunque en el plano terrenal hay una dimensión más compleja, sobre todo cuando se trata del poder político. El escritor John Updike anota que el ser humano es la única especie que puede destruir al otro racionalmente, y otro escritor Gary Wills, dice que el ser humano, es el único que puede matar por una idea. No hay otra especie que destruya por racionalidad.



Se aproxima el final de la contienda. No todos los aditamentos de agresividad y distorsiones de las confrontaciones por el poder pudieron evitarse.



Había un aparato de poder central llamado Estado. Para «poseerlo» a toda costa, demostrando que los caminos del liberalismo todavía no se despojan del mesianismo de Hobbes y su leviatán, aparecen los seres humanos, con sus virtudes y defectos, en la panacea de la conquista del poder central del estado. Que por muy degradado o desfinanciado que aparezca, es el único espacio central de mediación. Las transnacionales y el capital financiero se dieron cuenta, después de varias décadas de depredación de las instituciones públicas, que no podían negociar solo entre ellas. Necesitaban de aquel espacio público que no es otro que el espacio político que administra el estado.



Se detectó todo eso en el triunfo electoral de Evo Morales, que ahora por tener acceso a ese poder, es «bendecido» por portavoces de medios que hace un año atrás lo denigraban. Era Evo contra las bestias, que en un momento pudo ser Evo contra casi todo el mundo, sobretodo el interesado en el gas y la coca boliviana.



De repente apareció el típico cambio de piel del personaje camaleón mediático, o la incompetencia con mezcla de ética extraviada. Ahora a este grupo, apenas les alcanza para comentar que el Presidente electo boliviano no cambió su indumentaria de dirigente y diputado, y permanecen al acecho, como bestias, seguramente para promover la intervención extranjera. Con todo, Morales aparecía más embellecido por su paneo del mundo sin pasos falsos, y como en la fábula, las bestias también comenzaban a verse más benignas.



En el intenso itinerario de antagonismos, nos encontramos de repente en la elección que se decide este 15 de enero, con una versión chilena de la bella y la bestia con todos los ingredientes de cohabitación, rechazo, y resurrección que están en las versiones de Indonesia, China, o las más cercanas al ideario chileno, que son las versiones envasadas en textos de Grecia y Francia.



En la neutralización de la bestia, al final van a ser los condimentos propios de la legendaria fábula, los que la colocarán en esa posición privilegiada de poder. Serán esas virtudes de compasión, y consideración hasta con su propia Némesis y bestia, las que la harán salir a flote desde las profundidades de la oscuridad. No va a ser el mundo oscilante el que nutra el resultado de esta fábula, para que la bestia sea aplacada.

Sin embargo, más allá de la fábula, esta elección con la mordaza política que lleva a cuestas, es también un test para la revolución económica de los años 80 y su impronta de liberalismo. Esta revolución lleva más de 25 años invadiendo el planeta de bestias tecnócratas desprovistas del rostro y caudal humano que ha hecho imposible hacer prosperar a un liberalismo en sus premisas más básicas. Su tutor moderno por excelencia Joseph Schumpeter, señalaba que por muy eficiente que fueran las bases del utilitarismo sobre las cuales se monta una sociedad, el utilitarismo es un medio para la felicidad y no un fin en si mismo. Después de una ardua tarea contra los colonialismos y los autoritarismos el mundo está partido en dos y tres partes muy desiguales, los países y los espacios más pequeños también.



Las bestias están aprendiendo esta lección a un costo social altísimo. El paso siguiente de aquellos que se inclinaron por la bella, es hacer que el mundo político sobre el cual se estructura la sociedad sea más real y tenga menos de fábula, sobre todo a la hora de tomar decisiones en favor de la gente, esa gente que nunca se ha beneficiado socialmente con estas fábulas, excepto leyéndolas, escuchándolas, y lo que es peor transmitiéndoselas a sus descendientes.



Pero la fábula tiene otras aristas más terrenales. El período de subastas se abrió Algunos empiezan a sacar cuentas alegres antes de tiempo, desprendidos de la hiper racionalidad que puede ser paralizante. Otros se desconciertan en la fragilidad de una sabiduría a veces cooptada por múltiples impresiones. Están aquellos aspirando secretamente a la eterna tajada en la nueva distribución de poderes, y esperanzas. Aparece la infaltable inscripción en listas de apoyo a determinada opción -por si pasa algo-, que es más pragmática que la inscripción electoral que aún desnuda una gruesa reticencia hacia el sistema de representatividad.



Este es el país en que un 90% o más de su universo electoral, confirma elección tras elección, su opción por la vigencia del actual sistema de representatividad. Este es el indicador más duro de la fábula.
















  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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