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Caso Anfruns: La aparición de Rodríguez


A propósito de la investigación que hacía por la desaparición y muerte de Rodrigo Anfruns, estuve casi un año intentando ubicar a un tal teniente Rodríguez de Carabineros.



Paola Papi -madre del niño- recordaba sólo ese cargo y ese apellido como distintivo de un policía que estuvo junto a su familia y a su disposición día y noche durante los 12 días que vivió el martirio del secuestro de su hijo, a mediados de 1979.
Con esos datos busqué en Carabineros (oficialmente) y en la comisaría de Miguel Claro (extraoficialmente) conocer al menos el nombre de pila de dicho teniente. No tuve éxito.



Habían transcurrido 24 años desde que Rodríguez era teniente, la lógica indicaba que ya debía estar retirado de la institución. Por eso me pareció extraño cuando un conocido dijo tener un sobrino que estudiaba periodismo y que para su tesis de grado había conversado con un carabinero activo de apellido Rodríguez que había participado del caso Anfruns en el ’79.



El estudiante debió viajar de Santiago a La Serena, pues el carabinero se hallaba en esa ciudad. Antes de intentar ubicarlo, fui a consultar la tesis en la biblioteca de la Usach. El trabajo era sobre la muerte de Rodrigo y aseguraba que «una fuente de carabineros» informó que el cadáver del niño había sido llevado en un auto y de madrugada hasta el sitio baldío donde fue hallado. Paralelamente me informé que este carabinero Rodríguez se llamaba Sergio y era comandante, acababa de ser trasladado a la Prefectura Oriente de Santiago. Fui a verlo y me recibió en su oficina brevemente. Me confirmó que él había hablado con el estudiante de periodismo pero cuando intenté me repitiera la versón, me dijo: «No, yo no sé nada».



Al verlo me di cuenta que (Sergio) era el Rodríguez que apareció con foto en el diario Las Últimas Noticias en junio de 1979 diciendo: «El cadáver del niño fue puesto ahí». Le pregunté en qué se había basado para hacer esa afirmación pero sólo logré una sonrisa amable y esquiva: «Eso fue producto del ímpetu que uno tiene cuando comienza a trabajar. Hoy no lo haría», dijo.



Me sentí bastante defraudada con sus evasivas ya que había sido parte de la comisaria que llevó la búsqueda del niño y alguna recuerdo podría haber compartido conmigo. Luego lo llamé un par de veces pero no insistí mucho más, era difícil que un carabinero activo quisiera hablar y correr un riesgo profesional innecesario.
Pero no me fui con las manos vacías. Sergio Rodríguez dijo que el teniente Rodríguez (cuyo nombre no recordaba) había sido destinado a Tierra del Fuego hacía 24 años y que según entendía vivía en Punta Arenas.



Llamé a diferentes centros sociales de ex uniformados en la XII región para preguntar. Alguien en un consultorio dental recordó un ex carabinero Rodríguez que hacía muchísimo tiempo no se veía por el lugar, me recomendó intentara ubicarlo en las empresas de seguridad de la zona porque le parecía que era dueño de al menos una.



Así pude dar con Jorge Rodríguez Márquez, el teniente que Paola Papi recordaba con afecto. Le hablé, le expliqué que estaba haciendo un libro sobre la muerte de Rodrigo. Él me oyó en rotundo silencio y cuando concluí mi discurso de presentación, su respuesta fue que diera su teléfono a Paola Papi y que si ella lo autorizaba, él hablaría conmigo.



La madre de Rodrigo lo llamó y así quedamos contactados, sin embargo sus respuestas tardaban mucho en llegar. No era posible hablar con él por teléfono pues sus palabras eran escasas y sólo me decía «yo te voy a escribir luego».



En el oficio del periodismo (así como en el de juez o policía) uno aprende a distinguir. El periodista sabe con unas pocas señales si una fuente busca algo a cambio, miente, distorsiona la realidad, tiene miedo, no quiere hablar, etc. Esto no quiere decir que uno (periodista, juez o policía) sea infalible, sólo significa que se maneja cierta habilidad.



Hago esta salvedad para decir que desde el comienzo Jorge Rodríguez fue una fuente que me dio confianza e intuí que tenía información pero que no estaba convencido de entregarla.
Por eso le di tiempo, no quería asustarlo ni perderlo. Fui prudente y no lo presioné demasiado; le enviaba una carta dejaba pasar unas semanas y lo llamaba para preguntarle si la había recibido. Él me decía sí, ya te voy a contestarÂ… y así pasaba un mes o más sin tener noticias. Lentamente fui intentando me contara cosas y poco logré de Jorge Rodríguez algunas tristes confesiones.



Un día se dio la ocasión y nos juntamos en Santiago, en casa de Paola Papi. Él fue con su hijo. Paola y Jorge no se veían hacía 24 años, pero miraron y se reconocieron.

El ambiente era extraño, todos estábamos nerviosos. No nos conocíamos mayormente sin embargo en ese living había algo tremendamente familiar. Y la conversación fluyó. Hablamos de Rodrigo y de su desaparición y de por qué este tema volvía o era acaso que nunca se había ido. Esa tarde -incluso- cada uno confesó qué pensaba sobre la existencia de Dios.



Casi al final nuestro encuentro Jorge Rodríguez le dijo a Paola Papi que había algo que quería contarle, algo que se había guardado durante mucho tiempo y que le hacía mal. Con lágrimas en sus ojos verdes, el ex uniformado le dijo que había visto esa noche de junio cuando unos hombres en un automóvil depositaron en el sitio baldío el cuerpo de Rodrigo.



El hijo de Rodríguez y yo observábamos estupefactos esta escena en la que nada teníamos que hacer. La filantrópica madre de Rodrigo intentó acoger a su acongojado confesor diciéndole que entendía que hubiese guardado silencio, que entendía por lo que él debió haber pasado, que no se preocupara que todo pasaba por algo.



Después de un rato Paola le preguntó dulcemente si él estaría dispuesto a dar esta versión en caso de que ella decidiera presentar una acción judicial por la muerte de su hijo. El ex uniformado le dijo que estaba a sus órdenes, igual como había estado en ese dolido y lejano junio de 1979.



Conociendo cómo se gestó la confesión de Jorge Rodríguez me es imposible creer que él haya mentido en la confesión que nos hizo esa tarde y que luego entregó a la Justicia. El que la jueza Dobra Lusic esté pensando procesar a Rodríguez por falso testimonio, como asegura la prensa, parece una imagen del mundo al revés.



¿Qué interés podría tener Jorge Rodríguez en dar un falso testimonio?



¿Cuál sería su móvil o su objetivo, o bien qué beneficio podría sacar de eso?



¿Publicidad? Debo decir que durante décadas el teniente Jorge Rodríguez fue abordado por periodistas de Punta Arenas que querían les relatara su experiencia en el caso Anfruns pero éste jamás accedió a hablar.



Se lo acusa de tener problemas sicológicos porque esgrimió esa razón para retirarse de Carabineros. Es bastante sabido que la mayoría de los uniformados o policías civiles que deciden abandonar las instituciones arguyen problemas sicológicos, que en todo caso no es lo mismo que problemas siquiátricos.



Si efectivamente Rodríguez tuvo o tiene problemas sicológicos no creo que sea una razón para descalificar su versión. De hecho, el informe que Investigaciones entregó a la jueza Dobra Lusic sobre el caso Anfruns (informe policial NÅŸ 214, del 20 de Octubre de 2005) se basa en afirmaciones del doctor José Belletti, quien hace referencia a motivaciones sexuales que impulsaron a PPV a cometer el homicidio. Sin embargo, según fuentes, el doctor Belletti fue sumariado y expulsado del Servicio Médico Legal en 2002 por acoso sexual o «manipulaciones indebidas» a cinco funcionarias. Y con anterioridad fue alejado de la Universidad de Chile razones parecidas y dejó la Policía de Investigaciones hace poco teniendo otro sumario pendiente.



A Belletti se le valida un informe acusando a P.P.V. de motivaciones sexuales y nadie hace referencia a las razones por las que este profesional ha dejado sus anteriores trabajos.



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Soledad Pino. Periodista y autora del libro «Una verdad pendiente: la desaparición de Rodrigo Anfruns Papi». Actualmente reside en Madrid.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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