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Cerrar miedos y abrir puertas: De Lagos a Bachelet (I)


Cuando Michelle Bachelet termina de decir «Sí, prometo», en vez de «Sí, juro», para remarcar que ella es agnóstica en un país donde todos los Presidentes inician su gobierno con un TeDeum en la catedral metropolitana. Cuando el presidente del Senado, Eduardo Frei, que además fue también Presidente de la República por la Concertación, le ciñe la banda presidencial a la primera mujer Presidente. Cuando el ya ex Presidente Lagos le prende a esa banda una piocha, que es supuestamente el símbolo de la trasmisión del poder en una República proveniente de un caudillo militar, O’Higgins, que nunca fue presidente electo. Cuando esa piocha -que es una especie de insignia militar- se le cae a la Presidenta Bachelet en el automóvil presidencial que la conduciría a la catedral. Cuando el viernes, previo al cambio de mando y ya en visita oficial, se le hace un gran homenaje al Presidente de Bolivia Evo Morales en un estadio de tenis y ocho mil chilenos de izquierda lo vitorean y algunos, incluso, se adhieren al reclamo histórico boliviano de una salida al mar. Cuando, apenas unas horas después de la celebración frente al Palacio de la Moneda con casi 200 mil chilenos, un grupo de paracaidistas protagoniza un choque con otros colonos y con la policía en un campamento -un asentamiento urbano irregular.



Cuando todo esto pasa en unos cuantos días, más allá de todas las buenas cifras del desempeño económico de Chile, más acá de los no tan buenos datos sobre la desigualdad, y en el contexto de una densa concentración de líderes latinoamericanos donde sobresalen Lula, Chávez, Kirchner y Evo Morales; se está sin duda persuadido de un momento singular en el contexto latinoamericano. Por eso se tiene que dar un paso atrás para revisar, a través de dos trayectorias que confluyen, el punto crítico que para América Latina representa la asunción de Michelle Bachelet.



Después de 6 años de gobierno, Ricardo Lagos Escobar vistió la banda presidencial por última vez. Lentamente avanzaba en un Ford Cadillac negro hacia el Congreso Nacional, lugar donde por primera vez en la historia de Chile una mujer, Michelle Bachelet, recibiría la más alta responsabilidad de un país.



Cuando se viven los últimos instantes de un gobierno, es inevitable volver una vez más a aquella evaluación del trabajo. Si bien Ricardo Lagos pudo realizar este balance mientras saludaba a la gente, gran parte de los millones de chilenos que estaban en las calles o mirando la televisión, hicieron este recuento de la trayectoria de un personaje que ganó un importante lugar en la historia democrática de Chile.



Una cruel dictadura se desarrollaba en Chile, donde las violaciones a los derechos humanos eran secretos a voces. En ese contexto, comienza un proceso de retorno a los valores de la democracia, pero cada uno a su manera. Hasta el momento no había un consenso pleno. La idea de terminar con la dictadura era lo único que unía a gran parte de la oposición chilena, la cual, por cierto, estaba dividida entre quienes postulaban un retorno a la democracia a través de las armas y otro sector partidario de los mecanismos políticos.



En la década de los ochenta se hacen más claras estas luchas contra la dictadura. Por un, lado el Movimiento Democrático Popular en 1986, con la convicción de establecer elecciones en Chile y la aparición, tres años antes, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que comenzó a hostigar violentamente al gobierno militar.



Toda esta coyuntura llevó a Ricardo Lagos a no ser un político más. Ya en 1983, Lagos dejaba su trabajo vinculado a Naciones Unidas y regresaba definitivamente a la política chilena, asumiendo su primera gran responsabilidad: liderar un retorno político a la democracia.



Motivado por una convicción personal, Lagos se transforma en la cabeza de un proceso, el cual lo llevó a correr grandes riesgos, como aquella desafiante actitud que mostró en el programa de televisión De cara al paísen 1988, conducido por la periodista Raquel Correa, donde hace famoso su dedo índice, el cual usa para apuntar directo al lente de la cámara y pedirle al general Pinochet que responda por estos años de violaciones a los derechos humanos.



Primera gran responsabilidad asumida por Lagos y que termina con el retorno a la democracia. Luego viene una seguidilla de derrotas, como candidato al Congreso y en las primarias presidenciales dentro de la Concertación. Pero las derrotas no lo llevan a separarse de esa coalición, sino a legitimarla con su participación como ministro de Educación y luego de Obras Públicas, abriendo así la victoria electoral a dos gobiernos consecutivos de la Concertación, los encabezados por Patricio Aylwin y Eduardo Frei.



Pero a falta de buen carácter, la persistencia es una cualidad de Lagos, quien vuelve una vez más a las primarias de la Concertación y triunfa ante el democratacristiano Andrés Zaldívar, hoy ministro del Interior de Bachelet. Con esto, Ricardo Lagos asume su segunda gran responsabilidad.



Hasta entonces Salvador Allende había sido el último presidente socialista en la historia de Chile. Durante su gobierno, Ricardo Lagos iba a desempeñarse como embajador en Moscú y, luego de fracasado el proyecto de izquierda y de haber sido reemplazado por 17 años de dictadura, era Lagos quien asumía la responsabilidad de demostrar que existe una nueva izquierda que sí puede gobernar en Chile. Como lo confiesa Lagos en su última entrevista como Presidente de Chile: «Para llegar a una cierta meta, a veces en la política tienes que ser más dúctil, pero puedes decir ¿cómo va a juzgar la historia este acto? Puede que la historia lo juzgue mal, pero el propósito final era llegar allá… Entonces, a ratos cierta rigidez te impide gobernar. Mi reflexión tenía que ver con que el Presidente Allende tuvo en un momento la sensación de que si era más dúctil, podía ser percibido por la historia como un acto de poca lealtad con la gente que lo eligió. Ahora ¿cómo la historia te va a juzgar? Es imposible definirlo. Es verdad que como resultado del golpe del ’73 había una percepción de que la izquierda no tenía capacidad de gobernar. Eso a mí me daba menos libertad para gobernar que otros. Pero esa percepción de que la izquierda no era capaz de gobernar concluyó y, en ese sentido, creo que la Presidenta Bachelet iniciará su gobierno con más libertad de la que yo tuve hace seis años».



El gran escepticismo de la población se demostró en las urnas. A diferencia de los dos presidentes anteriores de la Concertación, quienes ganaron cómodamente, Lagos obtuvo solamente 30 mil votos más que su contrincante de la derecha, Joaquín Lavín. Es decir, aproximadamente, un voto más por cada mesa electoral, lo cual obligó a una segunda vuelta.



Una vez más, esa gran responsabilidad fue cumplida con éxito. Los chilenos volvieron a confiar en un proyecto de izquierda para su país, llevado a cabo por esta alianza llamada Concertación y liderado por el socialismo. De esta forma Ricardo Lagos marca una identidad y la población así lo reconoce, demostrándolo con el 70% de apoyo que tuvo al final de su mandato y apostando por una mujer, socialista también, para el próximo gobierno.



Cuando en su última entrevista le preguntan si más allá del buen desempeño, el factor suerte jugó un rol, una buena suerte que su antecesor el ex Presidente Frei no tuvo, afirma haciendo paráfrasis de Maquiavelo: «Sí, en cuanto a ir de menos a más. Lo cual nos debe llevar a ser cuidadosos con la economía y saber que hay períodos de vacas gordas y vacas flacas. En ese sentido, quisiera reivindicar la tesis del superávit estructural que en los primeros tiempos fue una palanca clave, porque Chile fue uno de los pocos países que mantuvieron un crecimiento magro, del 2%, 2,8%, pero a través del superávit estructural tuvimos déficit contables, el mundo financiero nos creyó, y porcentualmente la inversión pública fue muy superior a la inversión privada. Entonces cuando ahora me dicen: «mire, qué suerte tiene usted, con el precio del cobre como está», digo sí, efectivamente, pero para ser creíbles no podemos gastar todo lo que nos entra por el cobre, porque de acuerdo al superávit estructural tenemos que gastar como si el precio del cobre fuera US$ 1,10 o US$ 1,20. Creo que el empresariado cambió desde el «déjenos trabajar tranquilos, señor Presidente», otra frase de ENADE -la conferencia anual de los grandes empresarios- , muy aplaudida en su momento. Para mí era claro: primero, vamos a hacer acuerdos de libre comercio, aplaudidos por todos. Pero una economía de excelencia también implica respetar normas laborales, el medio ambiente, el ISO 9.000, y conlleva una mayor cohesión social en el país. Creo que hubo un tiempo en que ellos pensaban: «este señor me está contando estos cuentos» cuando yo hablaba de cohesión social en la época de la discusión del seguro de desempleo, la elusión y la evasión tributaria. Se tomaron esas decisiones y la clave estuvo en las relaciones con los empresarios, que se fueron convenciendo. Juan Claro -el empresario líder de la Sociedad de Fomento Fabril- jugó un papel muy importante en ese proceso».



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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