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Cerrar miedos y abrir puertas: De Lagos a Bachelet (II)


Llegó el día en que por primera vez en su historia, los chilenos pudieron ver a una mujer con aquella respetada banda presidencial. Más todavía, en estos días una de las ventas callejeras más socorridas, que compran masivamente las mujeres chilenas, son copias de bandas presidenciales -listones con los colores de la bandera chilena- que se ponen orgullosas para marcar una diferencia de momento cultural. Pero el camino que condujo a este momento no fue una seguidilla de coincidencias, sino un esfuerzo por generar, hasta ahora, el verdadero cambio en la política de Chile.



Si bien durante este cambio de mando se oficializaron una serie de caras nuevas en el gobierno, los próximos 4 años estarán marcados por una continuidad del proyecto país que la alianza de centro izquierda, la Concertación, ha llevado a cabo desde principios de los años noventa.



Son los conceptos de continuidad y cambio los que se pueden apreciar en este nuevo período que comienza. La identidad de una presidenta que fue forjada gracias a experiencias de vida, hecho que la lleva a lograr una mayor cercanía con la ciudadanía, pero que a la vez tiene por delante el gran desafío de seguir garantizándole una adecuada eficiencia y gobernabilidad a los chilenos.



Algunos críticos de la Concertación, como el vicerrector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, señala que «no parece sencillo promover el ejercicio de la ciudadanía y, a la vez, ser eficiente en un período de apenas cuatro años. Los ciudadanos que soportan menores costos para asociarse -las minorías más ilustradas- poseen intereses más intensos, pero ellos no siempre son coincidentes con el bienestar social. A su vez, la mejora en los niveles de participación suele estar asociada a presiones por la distribución más que por el crecimiento. En fin, no está de más recordar que la participación sin instituciones que la regulen (y en Chile, dicho sea de paso, prácticamente no existen) es casi siempre cercana al populismo o a la influencia ilegítima (como el lobby). Por algo en una democracia representativa la tarea de representar los intereses ciudadanos les corresponde a los partidos. Eso es lo que enseña la experiencia. Ellos profesionalizan los liderazgos, seleccionan políticas públicas, disminuyen los costos de transacción para la toma de decisiones y hacen el esfuerzo por conciliar los múltiples intereses sociales. Michelle Bachelet, sin embargo, se ha mostrado más bien huraña con los partidos reivindicando, dos o tres veces, el carácter ciudadano de su candidatura».



Michelle Bachelet dudaba entre la sociología y la economía, hasta que una experiencia en la Posta Central la convenció de que la medicina era su camino, estudio que fue interrumpido en 1975 cuando, luego de ser secuestrada y llevada a Villa Grimaldi, el principal centro de tortura de entonces, fue exiliada, viviendo primero en Australia y luego en la República Democrática Alemana.



Frecuentemente presente en sus discursos está la memoria de su padre, el general de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, quien estaba a cargo de la Oficina de Distribución de Alimentos, designado por el Presidente Salvador Allende, y con la llegada del Golpe de Estado, fue arrestado, para luego morir de un infarto cardíaco debido a las torturas.



De una y otra forma la vida de Michelle Bachelet ha estado articulada entre la medicina y el mundo militar. Experiencias familiares, estudios vinculados a estos dos temas y la gran responsabilidad de desempeñarse durante el gobierno de Ricardo Lagos como Ministra de Salud, primeramente y después como la primera Ministra de Defensa de Latinoamérica.



Relacionarse con el sector militar chileno no fue una tarea fácil. Muchas heridas aún seguían abiertas y no era cualquier persona la que buscaba establecer un trabajo conjunto, sino que era una mujer, que provenía de una familia militar y que sufrió de manera directa las atrocidades de la represión de la dictadura.



Ya como Ministra de Defensa, a Michelle Bachelet le tocó conmemorar los 30 años del Golpe Militar, una difícil misión, considerando que la historia no se olvida tan rápidamente, pero sí se puede dejar a un lado cuando se tiene un proyecto y convicción más fuerte. De esta forma, los chilenos pudieron ver un paso adelante en la reconciliación del país, el cual estuvo marcado por una identidad sin rencores que Bachelet selló en la cartera de Defensa y en el Ejército.



El 11 de marzo, tanto Michelle Bachelet, como la Concertación y el país completo, dan un paso más adelante. Una mujer se transforma en la primera Presidenta de Chile. Solo 11 países en el mundo tienen Jefas de Estado o de Gobierno y no más de 3 naciones, Chile, España y Suecia, cuentan con una paridad de género dentro del equipo de gobierno. Aquí también se sitúa otro reto decisivo para el gobierno Bachelet. Nuevamente Carlos Peña lo expresa de manera sintética: La suya fue una candidatura ante todo de significados. La candidatura ciudadana. El liderazgo femenino. La perspectiva de género. Es natural entonces que esperemos de ella una presidencia que se ocupe también de narrar, mediante símbolos y discursos, la vida cívica.



En una extraordinaria edición especial de la publicación quincenal The Clinic, sin duda la mejor publicación de análisis y sátira política en Chile y una de las mejores en América Latina, dedicada a marcar y machacar los errores y las falencias de Lagos en personaje político se dice: «Lagos abrió las puertas… un buen lote de temas morales pasaron a la retaguardia… el puritanismo se retiró a sus cuarteles de invierno. Y todo esto no es obra de Lagos, pero él supo dejar fluir las aguas en vez de contenerlas». O como dice su esposa, Luisa Durán, en esta misma edición especial, cuando le pregunta qué es lo más importante que ha cambiado en estos 6 años en Chile: «Yo creo que estamos un poco más abiertos a cosas que antes se rechazaban de plano como la sexualidad. Que alguien declare que es homosexual y no pierda su trabajo me parece fantástico».



En este mismo editorial de The Clinic se dice que sólo un fanático espera la perfección, y que el país que deja (Lagos) no es el mismo que recibió. Podemos asegurarlo, al menos, en lo que respecta al fin del miedo. Pero este sigue siendo un país chico lleno de pobres. Se multiplicaron las cepas de vino y perdieron fuerza los apellidos vinosos. La Concertación terminó por convertirse en una cultura más arraigada que la de sus partidos. Las mujeres se pegaron un salto impresionante. Salieron a la cancha y ahora son las verdaderas dueñas de la pelota.



Cerrar miedos y abrir puertas. Quizás el más contemporáneo de los lemas para una izquierda progresista. Por ello a Bachelet hay que desearle suerte y éxito. Será un precedente en América Latina. O, en sus palabras, será el tiempo de todos.



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Cerrar miedos y abrir puertas: De Lagos a Bachelet (I)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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