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Mar para Bolivia: Lo imposible, lo posible


Evo Morales, el carismático presidente boliviano, ha vuelto a plantear en el Día del Mar, celebrado en La Paz, la demanda de su país por una salida soberana al Pacífico. Las actuales autoridades altiplánicas insisten en llevar el asunto a la OEA y en buscar resonancias en los sectores progresistas de la política chilena, incluida, por cierto, la Señora Presidenta.



Cuando todavía se escuchan los ecos de la muchedumbre que coreaba «Mar para Bolivia» en un acto de homenaje a Evo Morales en Santiago, el ministro de Relaciones Exteriores se ha adelantado a señalar que «no vamos a cambiar ni un ápice lo que es la política exterior chilena de intangibilidad de los tratados».



Si bien se pudiera pensar que estamos ante una nueva escaramuza mediático política con el país vecino, hay una serie de elementos nuevos dignos de considerarse. Primero: la presencia de Bachelet (y de Morales) en el gobierno ha generado expectativas, a nivel nacional e internacional, que explican en parte esta nueva ofensiva diplomática boliviana. El cara y sello de esta realidad se puede resumir en que estamos ante la posibilidad de innovar, con prudencia y creatividad, respecto del tema marítimo o, por el contrario, el gobierno Bachellet está ad portas de frustrar toda solución, pagando un incierto costo político. Segundo: la tarea del actual ministro Señor Foxley debiera conjugar la realidad de un mundo crecientemente integrado y en vías de mundialización, muy especialmente a nivel regional y subregional; con las precauciones que imponen los criterios geopolíticos y de seguridad. Tercero: si bien la política chilena ha sostenido que el problema marítimo de Bolivia es, eminentemente, bilateral, resulta claro que cualquier solución sería trilateral con garantías que involucrarían otros organismos y gobiernos. Por último, cabe preguntarse si acaso a más de un siglo del Tratado que se invoca y en un mundo completamente otro, se puede persistir un la misma línea que ha caracterizado a todos los gobiernos de Chile.



El asunto que nos ocupa, lo sabemos, es sensible y delicado, en consecuencia exige de la mayor prudencia y de un análisis acucioso de todas y cada una de sus aristas. En este sentido, nada sería peor que la improvisación o el talante populista, sin embargo esto no debiera significar inacción o pasividad, muy por el contrario, es hora de enfrentar el desafío que se nos presenta, insistamos, con prudencia y responsabilidad, pero al mismo tiempo con una gran dosis de creatividad.



Si, tal como lo ha señalado la Señora Bachelet, es de interés de su gobierno fortalecer las relaciones con las naciones vecinas y de la región, el tema de Bolivia debiera estar en la agenda. El genio de las naciones se juega, precisamente, en pasar de lo imposible a lo posible, sin perder por ello un ápice su dignidad. A esta altura del siglo XXI, quizás ha llegado el momento para que esta generación de chilenos invente otro mundo posible.





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* Docente e investigador de la Universidad ARCIS

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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