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América Latina y la Unión Europea


Durante un fin de semana, recién pasado, los mandatarios, Presidentes y Jefes de Estado, de Europa y de América Latina se dieron cita en Viena para debatir sobre las nuevas relaciones, tanto políticas como culturales, militares o comerciales entre los países del viejo continente y los países de la América meridional y latina. Aunque la cita más pareció marco de reuniones y encuentros bilaterales entre los mandatarios de las naciones de la región que cumbre intercontinental.



Efectivamente se asistió a múltiples reuniones cumbres bilaterales, por ejemplo, entre Bolivia y Brasil, Venezuela y Francia, como también, y sobre todo, Chile y Bolivia. Este encuentro entre la presidenta Bachelet y el presidente Evo Morales constituyó una verdadera premičre, en la medida en que hacía muchas decenas de años que los mandatarios de ambos países no se encontraban en un tÄ™te Å• tÄ™te en este tipo de cumbres.



Esto es, por supuesto, muy positivo para nuestra diplomacia y política exterior. Es así como junto con ser aceptados por primera vez por nuestros vecinos, hemos sido también invitados por primera vez a participar en el sistema energético sudamericano; llámese cono o anillo, lo que traería bastante alivio a nuestra carencia de hidrocarburos, sin por lo tanto dejar la actual política de traer gas licuado y petróleo desde lejanas latitudes, para asegurar nuestra independencia.



Extraño dilema. De regreso a nuestras tierras, la presidenta puso la primera piedra de lo que será una planta regasificadora en la ciudad de Quinteros. Planta que tratará gas licuado que llegará por barco desde diferentes países del orbe. Es que estamos en una compleja situación en lo que se refiere a nuestras finanzas y comercio exteriores. En una mano tenemos excedentes financieros, producto del alto precio del cobre, en cuentas y depósitos a plazo fuera del país. En otra mano, altos índices de necesidades sociales urgentes que no debieran poder esperar. Sin embargo, debemos mantener una tasa de cambio que sea equitativa para exportadores e importadores. En una mano tenemos nuestro alto nivel de credibilidad en los mercados internacionales y una excelente imagen país política e institucional. En la otra mano, una cálida invitación a volver a la familia y abrazar la causa latinoamericana, asegurándonos el aporte energético de nuestros países vecinos. La gran interrogante se plantea a nivel de saber si nuestras alianzas de vecindario pudieren afectar nuestras óptimas relaciones internacionales.



En efecto, contando ya con Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, la Unión Europea, Corea del Sur y en avanzadas fases de negociación con China y Japón, estamos bastante frenados en las negociaciones arancelarias con nuestros vecinos. Y el problema no se sitúa exactamente en la dimensión del interés político y comercial de acuerdos bilaterales de vecindario sino que en los diversos niveles de gobernabilidad que presentan las naciones que nos rodean.



Está claro que no podemos tener otra posición que el apoyo a las medidas de nacionalización de hidrocarburos por parte de Evo Morales en Bolivia. Apoyo basado, por ejemplo, en los excelentes resultados de Codelco, producto de una reforma constitucional que permitió una ley de nacionalización en 1971 y que fue aprobada por la unanimidad de nuestro Congreso. Pero, se nos hace difícil y contraproducente permitir una imagen de aliados con Bolivia en momentos en que los países con los que tenemos TLC repudian la iniciativa.



Lo mismo ocurre con Venezuela. Es amargo e insípido no poder celebrar y vitorear el vigor con el que Hugo Chávez ha puesto en jaque a Estados Unidos. Para aquellos que vivimos la cruel actualidad de la guerra de Vietnam, la intervención de la CIA-ITT en nuestro país, la invasión de la isla Granada, el boicot a la economía cubana y, hoy, la invasión de Irak, nos cuesta frenar las manos para golpearlas unas con otras en un gesto de aplauso. Sin embargo, la posición económica, financiera y política de Chile en el concierto internacional nos incita a bailar con la música de las grandes naciones desarrolladas que son hoy nuestros socios.



Lejos está la cumbre de Viña del Mar liderada por el presidente venezolano Caldera y el chileno Frei Montalva. Aún más lejos queda el Congreso de Panamá, liderado por Simón Bolivar. En ambas reuniones se planteó la creación de una nación sudamericana. Hoy estamos con lejanas miras hacia naciones que nos han aceptado como socios serios y maduros y eso es, realmente, un motivo de orgullo.



Pero este podio que nos enaltece no debiera hacernos olvidar al vencindario, sin el cual, difícilmente podríamos mantener a largo plazo nuestro crecimiento, ya sea por razones de nuestras necesidades energéticas, de inmigración o, simplemente de equilibrio regional y buena vecindad. Es importante que en este período presidencial, en el que por primera vez nos gobierna una de las nuestras, sepamos mirar con humildad a quienes están realizando los cambios estructurales que alguna vez realizáramos y que hoy nos llenan con los frutos de una cosecha que tanto hizo tardar, después, el período de la dictadura.



Sin la reforma constitucional que nacionalizó el cobre, no estaríamos debatiendo hoy sobre los excedentes del metal rojo; pero eso sería otra historia.



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André Grimblatt Hinzpeter. Analista Internacional








  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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