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Editorial: Buscando la calidad en la educación


La creación de una comisión presidencial y el envío de una iniciativa de reforma constitucional son medidas insuficientes si no van acompañadas de mensajes claros sobre las orientaciones de fondo del tema, esto es, qué se entiende por educación de calidad. Al respecto, no puede soslayarse que un número importante de los nombres designados para la mencionada comisión son personas que ya han ejercido importantes labores de dirección en el área, incluso como ideólogos del modelo cuestionado por el paro de los estudiantes.



La crisis es estructural y requiere de un eje articulador que dé consistencia temática al trabajo de las autoridades. Además, debe ser comprendido por la gente, pues los cambios deben contar con legitimidad ciudadana, ya que lo más evidente de la crisis es el profundo malestar popular, sumado a una acción gubernamental que por años ha sido incapaz de alejar a la educación de un simple modelo de negocios, como la instaló el régimen de Pinochet.



El salto a la calidad



El salto a la calidad implica un conjunto articulado de cambios, al menos en cuatro ámbitos.



1) En la institucionalidad ministerial, para generar una conducción efectiva del sector;
2) En educación preescolar, para ampliar cobertura y calidad;
3) En la utilización de la jornada escolar completa para transformarla en el núcleo articulador de la calidad y del modelo de unidad educativa requerido en educación básica y media;
4) En la acreditación institucional y académica como eje de la calidad en la educación superior.



La crisis ha evidenciado un ministerio institucionalmente débil, tanto en su nivel central como en sus estructuras de operación directamente relacionadas con los colegios, como son las secretarías regionales ministeriales y las direcciones provinciales. La Jornada Escolar Completa, parte importante del petitorio estudiantil, hasta ahora no ha tenido una unidad encargada de analizar y evaluar sus temas curriculares y su impacto en los estudiantes (y su capacidad de aprendizaje). Todo ha estado centrado en la infraestructura y en el pago de subsidios a los sostenedores.



Las direcciones provinciales, regidas por una normativa arcaica y casuística, no cuentan con instrumentos o recursos para ser efectivamente unidades de asistencia técnico pedagógica a los establecimientos educacionales bajo su supervisión. Ello redunda en que las secretarías regionales ministeriales, de las cuales dependen, sean solo un poder burocrático de amplia discrecionalidad para resolver el curso administrativo del traspaso de subsidios y autorizaciones de funcionamiento, y no para incidir sobre la calidad de la educación.



El encono de la protesta estudiantil y la reacción de simpatía ciudadana son explicables por un malestar largamente contenido y jamás atendido realmente por el Ministerio de Educación. La educación en Chile dejó de ser el vehículo preferente de movilidad social y progreso, pasando a ser un negocio, cuyo mercado es prácticamente libre debido a la baja capacidad regulatoria del Estado en esta materia.



La Jornada Escolar Completa



Los contenidos son los que pueden dar sentido a la reforma constitucional propuesta por el Gobierno, pues ayudan a responder qué es calidad y qué pueden exigir los ciudadanos.



La reforma debe ocuparse de la calidad de la Jornada Escolar Completa. Allí se definirá qué, cuánto y cómo se adquiere conocimiento, y la operación práctica de la calidad. Ello implica trabajar la malla curricular, para que deje de ser un simple aumento de horas aula, o un experimento de pedagogos, y pase a ser un ente vivo de la realidad en los colegios, con complementos de cultura, recreación y sostenimiento pedagógico. Solo de esa manera se presentarán sus efectos positivos, entre otros, la capacidad de suplir las deficiencias provenientes del hogar en el caso de los sectores más pobres de la sociedad.



La evaluación de los profesores, cuyo mejoramiento en su formación inicial es indispensable, tema que remite a las universidades e institutos pedagógicos, debe vincularse además a un mecanismo de perfeccionamiento continuo. Los profesores son efectivamente el núcleo de conducción del proceso de aprendizaje. Sin embargo, la unidad educativa se completa con el personal codocente y de gestión, y con las características de infraestructura orientadas a la calidad.



La educación de calidad es cara, pues implica no solo contenidos curriculares y mejores profesores, sino aspectos como número máximo de alumnos por aula, condiciones de infraestructura, y proyectos institucionales de escuelas y colegios, de niveles muy superiores a los que se encuentran hoy en Chile.



Sin embargo, el gasto actual ya es significativo, por lo que no se explican las condiciones de abandono de muchos locales, ni menos los malos resultados en aula. A menos que la mala gestión institucional de hace años, y la falta de regulación y exigencias de calidad a los sostenedores, haya montado un círculo vicioso difícil de remover. Si así fuere, además de un salto a la calidad habría que hacer otro a la probidad y la transparencia.

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