Publicidad

Los excluidos del escenario político


El pacto Juntos Podemos, construido en torno a la alianza entre el Partido Comunista y el Partido Humanista, ha nominado a Tomás Hirsch, fundador y ex presidente de este último, como su candidato presidencial. Los demás precandidatos de ese pacto han declinado en su favor, gesto al cual se han sumado el apoyo de una importante cantidad de organizaciones de izquierda que han participado en la Asamblea Nacional de ese sector, que ha nominado al candidato.



Tomás Hirsch es un muy buen candidato, un hombre de fina inteligencia y gran preparación, que tiene además un notable sentido del humor, las que no dejan de ser cualidades importantes. Hirsch defiende con pasión las concepciones más progresistas respecto de los más diversos temas, sin importarle demasiado que a veces sean un poco impresentables. Ha dedicado su vida a promover alegremente el humanismo, defendiendo siempre las mejores causas, aunque por lo general muchas de ellas parezcan (o lo sean irremisiblemente) perdidas.



Acompañó la valiente, acertada y desinteresada, decisión del Partido Humanista de retirarse del primer gobierno de la Concertación, el cual habían colaborado a elegir. Al igual que participaron antes, con entusiasmo, frescura e inteligencia política, en la lucha contra la dictadura, adhiriendo tempranamente a la campaña del NO! Más tarde, contribuyó a forjar la unidad de la izquierda excluida del sistema político. Aparte de ello, al igual que los comunistas, ha trabajado con perseverancia en la construcción y preservación de un partido político nacional, en las dificilísimas condiciones que para ello se han presentado durante la transición.



Gracias al esfuerzo en este sentido de ambas organizaciones, el pacto cuenta ahora con un instrumento que permite a ellos y a todos los demás de este lado, levantar una lista alternativa a la Concertación y a la Derecha. Con pleno derecho, por lo mismo, Hirsch encabeza ahora la campaña presidencial de este sector.
Por el momento, se han marginado de apoyar esta candidatura dos fuerzas políticas relevantes de este ámbito, Fuerza Social, dirigida por el Presidente del Colegio de Profesores, Jorge Pavez – una de las personalidades más interesantes y con mayor proyección de este sector político – quien mantiene hasta el momento su precandidatura presidencial y La Surda. Ambas organizaciones, cuentan con una significativa presencia en medios sindicales y estudiantiles – de hecho dirigen varias de las principales organizaciones gremiales y universitarias del país.



Ellos no se han considerado suficientemente tomados en cuenta, al momento de nominar el candidato presidencial, lo que aparentemente muestra que este tema no fue resuelto de la mejor manera, puesto que en lugar de sumar fuerzas, al menos inicialmente, ha terminado restando algunas importantes.
Igualmente, no han participado hasta ahora en este proceso unitario quienes en la última elección presidencial levantaron la candidatura de la respetada ecologista y bien notable líder en este ámbito, Sara Larraín. Por otra parte, organizaciones Mapuches están en una campaña de recolección de las 35,000 firmas requeridas para presentar la candidatura presidencial del dirigente Aucán Huilcamán.



Con todo, no está descartado todavía que todas las fuerzas políticas ubicadas a la izquierda de la Concertación logren finalmente un acuerdo en torno a una lista parlamentaria, un programa y un candidato presidencial únicos. Imaginamos que el candidato de Juntos Podemos y los partidos que lo respaldan, están poniendo sus mayores empeños en esta importante dirección.



Lo anterior forma parte de un movimiento de unidad interesante que ha venido desarrollándose en este espacio político durante el último tiempo -que se manifestó por ejemplo en la concurrencia unitaria de cientos de organizaciones a la organización del Foro Social Chileno, con ocasión de la visita de Bush a Chile- y cuya expresión más significativa, hasta el momento, ha sido el importante respaldo logrado por Juntos Podemos en la última elección municipal. En esta elección logró un 9.14% de las preferencias, eligiendo cuatro alcaldes y 90 concejales.



Sin embargo, Juntos Podemos y este sector, no cuentan con ningún diputado ni senador y es muy difícil que elijan alguno en la presente elección, aunque repitan el buen resultado obtenido en las municipales -lo que no parece fácil, especialmente en lo que se refiere a la candidatura presidencial. Hay que recordar que el PPD obtuvo un porcentaje similar en la elección municipal (9.96%) y el PS apenas un poco más (10.9%), sin embargo, ambos partidos tienen 21 y 10 diputados, respectivamente. La UDI, por su parte, que obtuvo menos del doble (18.8%) de votación en la elección municipal última, tiene en cambio 33 diputados. Ello da una idea de lo extraordinariamente distorsionado e injusto del sistema electoral, diseñado, calculadora en mano, para favorecer a la derecha.



La exclusión de este sector, particularmente del Partido Comunista, del sistema político durante este período, fue la segunda condición principal del acuerdo político entre la dictadura que terminaba y los sectores más moderados de la oposición democrática de entonces y que diera origen al proceso de transición. Es común que en la lucha contra las dictaduras compitan sectores más avanzados con otros más moderados. No es raro, tampoco, que en definitiva sean los segundos quienes, usualmente en acuerdo con la dictadura que termina, asuman inicialmente el gobierno.



Adicionalmente, en el caso de la lucha contra la dictadura chilena, el marco de la guerra fría impuso desde afuera condiciones como la mencionada. Finalmente y por si fuera poco, recién iniciada la transición, se cayeron los muros y se derrumbó la Unión Soviética y el campo socialista, donde dicho sector contaba con un referente y respaldo importante. Fueron momentos nada de fáciles.



Adicionalmente y para más remate, como suele ocurrir de tanto en tanto, pero asimismo, quizás en parte como reacción defensiva, se apoderó de este sector un cierto frenesí sectario, rígido, dogmático y ultrista, aparte de otros rasgos negativos. Esta no habían sido su característica, sino muy por el contrario, al menos desde tiempos del Frente Popular. De la sutileza y flexibilidad que caracterizó su política en el pasado, se pasó a todo lo contrario.



Así, por ejemplo, luego de realizar esfuerzos extraordinarios por imponer un camino más expedito para el término de la dictadura, a fines de 1986, este sector se demoró mucho en asimilar el cambio de la situación y no se plegó al plebiscito por el NO, sino hasta última hora. No antes de pelearse a muerte y denostar a todos aquellos que hasta entonces habían sido sus aliados más estrechos en la lucha antidictatorial. Se pagó bien caro por ello.



Más tarde, en la oposición a los gobiernos de la Concertación, asumió generalmente -y ello se mantiene todavía hoy, en parte- una disposición totalmente negativa. Tomaron por costumbre meter a todos dentro de un mismo saco, a la Derecha, al Gobierno y a veces incluso a quiénes estaban a la izquierda de éste. Incluso, se llegó al extremo, durante la segunda vuelta de la última elección presidencial, de llamar a no votar por el candidato Lagos -instrucción singularmente poco atinada, a la cual, por cierto, nadie hizo el menor caso. Durante el gobierno de Lagos, tampoco se ha diferenciado muy finamente la cosa y a veces pareciera que el principal enemigo es el propio Presidente, al cual se lo tilda a cada rato de mentiroso y otra serie de calificativos.



Por cierto, a nadie le importa mucho y desde luego dichos adjetivos no provocan sino rechazo en la mayoría de la población -la cual se ha formado una estupenda opinión del Presidente- por muy justos y bombásticos que puedan parecer a quiénes los profieren.



Adicionalmente, hasta hace muy poco, predominó en este sector un ambiente fundamentalista, del tipo «el que no está conmigo está contra mí,» que le gusta tanto a Bush, entre otros. De esta manera, se dedicaron durante un largo período a «barrer para afuera,» como dice el ex secretario general del PC, Luis Corvalán quién, desde luego, siempre ha preferido más bien «barrer para adentro.» Solían llevarse peleando con quienes tenían al lado y pensaban bien parecido a ellos, como si fuesen sus peores enemigos y terminaron expulsando, marginando, o aburriendo, a muchos de sus mejores cuadros y dirigentes.



Felizmente, este tipo de actitudes parece haber ido cambiando últimamente, como lo comprueba el importante esfuerzo unitario desplegado, al que se ha aludido más arriba. Todavía, sin embargo, para muchos resulta un poco incómodo restablecer una relación demasiado estrecha con quienes hasta hace poco los denostaban como a los peores traidores. En fin, se trata de materias menores y pasajeras, a las cuales no hay que dar mucha bola.



Lo que es raro del caso chileno -y ello no pareciera ser del todo ajeno a lo mencionado en los párrafos precedentes-, es que hayan durado tanto tiempo la transición y todos los desequilibrios que acarrea, de los cuales la exclusión de este sector es uno de los importantes. Todo Chile sabe, en el fondo de su corazón, que quienes sobrellevaron la parte más pesada de la lucha contra la dictadura han quedado excluidos del poder y de todo, durante el período de transición.



Mientras tanto, entre los que han asumido los gobiernos desde entonces, hay no pocos que inicialmente apoyaron el golpe militar y uno que otro connotado, todavía ahora trata de intervenir ante los tribunales para sacarle el lazo a éste o aquel general golpista -entre ellos al principal responsable del golpe, heroico asesino de prisioneros indefensos, crímenes por los cuales, además, culpa valientemente a sus subordinados.



A muchos de ellos, en aquellos años duros, se los vio bien poco. Sin mencionar a quienes respaldaron siempre la dictadura y luego al ex dictador, para quiénes la transición ha reservado la mitad de los sillones parlamentarios, aparte de toda suerte de distinciones, incluidas suculentas dietas de cargo fiscal.



Contrariamente a lo que se piensa, sin embargo, la exclusión política de este sector durante estos años, no significa que el mismo se haya aislado de la población. Es exactamente al revés, puesto que la enorme mayoría de los chilenos tampoco ha obtenido de la transición a la democracia ni cargo público, ni sillón, ni dieta parlamentaria y ni un bendito carajo.



Por el contrario, su vida ha seguido más o menos igual, tan sacrificada como siempre y cuando no lo han echado de la pega, ha seguido viéndole la cara todos los días al mismo patrón o gerente pinochetista, que eleva la voz a diario para exponer -entre un par de eructos- sus irrefutables y desagradables puntos de vista respecto del acontecer nacional, mientras acomoda una foto del ex dictador que mantiene sobre su elegante escritorio -tal vez la ha fondeado luego del asunto del Riggs.



Las mayores alegrías políticas, las únicas que la mayoría del país ha sentido de verdad como suyas propias -como la detención de Pinochet o el juicio y castigo a los responsables de crímenes, por ejemplo- usualmente las ha logrado sin mucho aporte de los gobiernos de la Concertación, más bien al contrario y no ha podido celebrarlas sino en la intimidad, por temor.



La multitudinaria y extraordinaria manifestación pública de dignidad y sentimiento popular que tuvo lugar con ocasión de los funerales de la Presidenta del Partido Comunista, Gladys Marín, fue una demostración palpable de lo anterior. ¿Cree por acaso alguno de los dirigentes de los gobiernos de transición, incluso los más encumbrados, que el pueblo y el país entero los va a honrar con un funeral como ése, cuando les llegue la hora?



Durante los funerales de Gladys Marín, su sucesor, Guillermo Teiller, llamó a terminar con el sistema binominal, ahora. El PC ha presentado al gobierno un proyecto de ley que restablece un sistema electoral proporcional. El país entero respalda esta consigna, incluido una mayoría de quiénes votan por Renovación Nacional e incluso un 49% de los partidarios de la UDI, además, por cierto, de una abrumadora mayoría de quiénes votan por la Concertación o el Juntos Podemos.



Los principales partidos y dirigentes políticos, incluido el Presidente del PDC y el propio Presidente de la República -quien al parecer ha sido bastante insistente en esta materia -, se han manifestado partidarios de reformar de inmediato el sistema electoral. Incluso, en su entusiasmo, varios dirigentes de la Concertación manifestaron en un momento su disposición a incorporar candidatos comunistas a las listas de la Concertación, de modo de asegurar una mínima representación parlamentaria a este sector político.



Sin embargo, todo ha quedado hasta el momento en las puras buenas intenciones. Mientras tanto, el tiempo pasa, se acercan las fechas de inscripción de candidatos y el gobierno no hace amago alguno de presentar el tema de la reforma del sistema electoral a la discusión parlamentaria. Ello no parece comprensible, especialmente ahora, cuando el propio Piñera se ha manifestado favorable a corregir el sistema electoral, lo que posiblemente daría al gobierno los votos requeridos para introducir esta importante reforma.



Puede conspirar en contra, el hecho que por estas fechas empiezan a primar en las preocupaciones de los parlamentarios aquellas relacionadas con su propia reelección. Es decir, puede ser que los honorables, como cualquier mortal, se empiezan a preocupar en demasía en conservar la pega, postergando a veces otros temas de menor interés nacional.



La reforma del sistema binominal no es un tema que interese exclusivamente a quiénes, en virtud de los acuerdos que dieron origen a la transición, han quedado excluidos del parlamento. Se trata de un tema de interés nacional, puesto que permite que se expresen en forma más equilibrada en el congreso las diferentes sensibilidades políticas y los sectores sociales, o los intereses regionales o de nacionalidades, que ellas representan. En un país que ha sufrido 17 años de dictadura y luego 16 años bajo un sistema político diseñado para garantizar precisamente un desequilibrio en la representación parlamentaria, el restablecer la proporcionalidad constituye un tema de la mayor trascendencia para el avance de la democracia.



En definitiva, es un asunto relacionado con el pacto social, al igual que el juicio y castigo para los violadores de DD.HH.. Así como la ley debe ser igual para todos, también los derechos políticos de cada persona deben ser lo más parecidos posibles, al menos al momento de votar. Eso no ocurre actualmente. Por el diseño de los distritos electorales y el sistema binominal, no vale igual un voto por un candidato al parlamento, si se trata de alguien que vive en un populoso distrito popular de Santiago, o si es un agricultor de la XI región, o si se trata de una persona de izquierda o de derecha.



El lograr ahora una representación parlamentaria proporcional, facilitaría asimismo la urgente recomposición del esquema de alianzas políticas actualmente existente y haría más fluido el necesario desmantelamiento del sistema político de la transición. Sin embargo, tal como van las cosas, no se ve por donde pueda resultar esta reforma antes del término del actual gobierno. A pesar de todo, no se pueden perder las esperanzas que todavía pueda primar la cordura en este aspecto.





Manuel Riesco. Economista del Cenda. mriesco@cep.cl.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias