Publicidad

Vicuña Mackenna y la independencia de Cuba


Benjamín Vicuña Mackenna fue un parlamentario sobresaliente al que sólo los inescrutables vaivenes de la política impidieron el ejercicio de una merecida primera magistratura de Chile en el siglo XIX. Fue además: historiador, realizador de grandes obras públicas como Intendente de Santiago, americanista, y diplomático. Sus obras completas constan de 18 enjundiosos tomos, muchas de ellas piezas notables de la historiografía chilena como por ejemplo la biografía de Bernardo O’ Higgins. Qué diferencia con muchos políticos de hoy que hacen carrera a punta de cuñas televisivas. Nos referiremos aquí a Vicuña Mackenna como diplomático revolucionario.



A mediados de la década del sesenta del siglo XIX, Chile entró en conflicto bélico con España como consecuencias de uno previo entre ésta y Perú, al cual nuestro país concurre en solidaridad con el país vecino.



El gobierno chileno envió a Benjamín Vicuña Mackenna como agente diplomático especial a Nueva York con la misión de recabar apoyo político para la causa chileno-peruana y crear conflictos a la península en sus colonias caribeñas. Americanista convencido, y no condottieri de cualquier causa bajo estipendio mensual, toma con entusiasmo su misión diplomática.



Vicuña Mackenna llegado a su destino traba rápida amistad con los cubanos en el exilio. Estos, dirigidos por Juan Manuel Macías, formaban una pequeña organización llamada «Sociedad Independentista Republicana de Cuba y Puerto Rico».



Su departamento se transformó en el centro de la agitación independentista. El 21 de diciembre de 1865 sale a la luz el periódico «La Voz de la América, Órgano político de las repúblicas Hispano-Americanas y de las Antillas españolas». Se agita, con verbo encendido, la libertad cubana y portorriqueña.



Sus ejemplares se distribuyen por América Latina y en gran número en las islas coloniales, mil llegan mensualmente a Cuba. Se promueve la independencia y la abolición de la esclavitud. Las autoridades españolas prohiben su circulación.



Vicuña Mackenna percibe los peligros futuros de Cuba y así escribe: «Durante medio siglo, el Aguila del Norte contempla… aquella presa y aguarda con sus alas desplegadas, sólo la ocasión propicia para lanzarse sobre ella y anexarla». Premoniciones tan brillantes, le ganan, empero, la enemistad del canciller americano Mr. Seward, y la policía le pone bajo atenta mira.



Se llega incluso a detener a nuestro agente diplomático especial por un breve tiempo violando el derecho internacional de modo manifiesto, y se le acusa de violar las leyes americanas de neutralidad. Pero EEUU aplica esta discrecionalidad pues los agentes españoles operan a la luz del dÄ›a y sin problema alguno en suelo norteamericano.



El número 14 de la Voz de América(1/5/1866)editada es ya una tea revolucionaria. Entre sus artículos están: «Pólvora y Prensa para Cuba», «Cuba y Chile», «La insurrección de Cuba». En sus páginas se puede leer: «A las armas, cubanos. La hora de la redención ha llegado para vosotros. Levantáos como un solo hombre y seréis sólo la vanguardia de la América».



Es la hora de la acción. Propone al gobierno chileno una expedición de dos mil hombres a Cuba, que sólo está a doce días de viaje. Se ofrece a ir el mismo aún como soldado raso. La Moneda no responde, ni sí ni no, Chile es siempre Chile. El gobierno peruano del Presidente Prado responde afirmativamente, pero, luego vacila ante el silencio chileno.



Recurre al gobierno venezolano: «Esta obra fue iniciada por Bolívar… y no ha cesado a pesar del cadalso de sus mejores hijos. Porqué no completar la empresa, ahora que todo convida a ella?». El Ministro Bruzal le responde que el Presidente Falcón aprueba la idea, pero que: «No tenemos ni un solo cañón que sirva para algo… nuestra marina está reducida a dos vaporcitos».



Escribe entonces al gobierno colombiano. Igual suerte. Sólo el general Paéz, compañero de armas de Bolívar y ya en los noventa años, se ofrece él mismo para la expedición.



El gobierno de Chile pone fin a su misión diplomática. Se quemó demasiado dirían en nuestros días. Como último gesto consigue que se entreguen algunas armas a los cubanos.



El 10 de Octubre de 1868, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, estalla la insurrección en Cuba. La bandera de los patriotas es igual a la chilena sólo que los colores azul y rojo se intercambian. El hijo homónimo de Céspedes, escribió más tarde que ésta fue diseñada por su padre teniendo en cuenta el apoyo chileno y particularmente de Vicuña Mackenna.



Muy distinta a la actitud de La Moneda será la del pueblo chileno, que no dejó de apoyar la causa cubana durante los 30 años(1868-98) que duró la más larga y sangrienta lucha independentista de Nuestra América.



Voluntarios chilenos combatieron, y hasta cayeron en combate, en la última guerra (1895-98), uno de ellos Pedro Vargas Sotomayor alcanzaría el grado de general y jefe de estado mayor del general Antonio Maceo, y otro, Arturo Lara Dinamarca, comandaría un regimiento en la zona de Matanzas. Miles de chilenos recibieron en la Estación Central al representante del partido revolucionario cubano Arístides Agüero, pero esto ya es otra historia.



Salvador Allende en su discurso en la plaza de la revolución de La Habana de 1971 dirá recordando estos épicos acontecimientos: «Pero la historia ya nos vinculó en los albores de nuestra lucha por la independencia. Y no lo traigo a colación por la generosa proposición de Fidel -que la ignoraba-. Lo digo porque es bueno entender que, antes que nosotros, otros hombres también sintieron la necesidad de ser solidarios. Cuando Cuba luchaba por su independencia, un chileno fue enviado por nuestro Gobierno para organizar un ejército que viniera a estar al lado de ustedes. Y yo leí a mi pueblo la proclama que Vicuña Mackenna entregara a conocimiento del mundo cuando llamaba a estar junto a los cubanos, al lado de ellos, en su lucha por su independencia (Aplausos).



Y otro hombre nuestro, dirigente revolucionario en esa época, Guillermo Matta, le decía al país: Ť¿Por qué el Gobierno de Chile no diría que Céspedes y los revolucionarios de Cuba están haciendo lo que nuestros padres hicieron, y por cuyas acciones les decretamos la inmortalidad y el bronce de nuestras estatuas?Å¥. Así comprendían los revolucionarios chilenos la lucha del pueblo cubano. Así señalaban la vida de los que dieron su vida por hacer independiente a Cuba».



______________________





Roberto Ávila Toledo. Abogado.












  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias