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La DC y los jóvenes populares, los eternos excluidos


De ser un partido con una amplia base popular, cuyas necesidades más sentidas fueron correctamente interpretadas por el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, el Partido Demócrata Cristiano ha sufrido un proceso de desperfilamiento del mundo popular, que a mi juicio, interfiere con su capacidad de responder a los problemas sociales profundos que el país requiere.



Cuando el Presidente Frei Montalva se instaló en la Moneda, una de las primeras medidas que implementó fue la planificación familiar, como una forma de combatir el grave problema de salud pública constituido por el aborto, además de contar con una herramienta eficaz que impidiera seguir reproduciendo la pobreza.

Su correcto diagnóstico de las necesidades sociales y el convencimiento de que la tarea del Estado era asegurar a los más pobres la justicia social, le permitieron asumir con calidad de estadista los problemas sociales estructurales y de largo aliento que aspiraba resolver:



Frei Montalva, como la mayoría de los líderes democratacristianos de la época -con una sólida formación cristiana, profundamente católico, y un hombre esencialmente promotor de los valores de la familia-, tuvo la visión y la grandeza personal de llevar a cabo medidasque seguramente no representaban su personal escala de valores, poniendo por encima de ellos la posibilidad de iniciar un proceso de redistribución del ingreso en forma más equitativa, y dejando atrás las políticas de asistencialismo y de caridad tradicionales.



Hoy día, para hacer una correcta evaluación del tema, hay que hacer una correcta focalización de los destinatarios de la medida anunciada por el Ministerio de Salud con respecto a la distribución de la denominada píldora del día después, y conocer la realidad popular más allá de un escritorio.



Los jóvenes populares, tradicionalmente discriminados y excluidos socialmente, tienen una identidad propia que nada tiene que ver con los jóvenes de las élites o de las capas medias. Tienen un historial de pobreza y marginación social que les hace repetir patrones culturales , reproduciendo así la situación de pobreza.



Estos jóvenes en su mayoría viven episodios de violencia y maltrato que los condicionan a funcionar en ese aprendizaje, y en el caso de las niñas muchas veces tienen relaciones sexuales de alguna manera forzadas o manipuladas sicológicamente, por temor a la pérdida de afecto. El abuso sexual por parte de familiares o allegados no está ajeno de su vida cotidiana.



Recuerdo que en un taller de sexualidad hace muchos años en La Pintana, se hizo una dinámica que consistía en mostrar figuras de revistas, para ser asociadas con alguna situación sobre el tema. La figura que mostré a mi grupo era la de una niña pequeña con expresión triste mirando por una ventana. Una de las mujeres, la más joven, la tomó y se puso a llorar: «Esta es la imagen que tengo de mí cuando chica: mirando por la ventana, para que no se dieran cuenta que estaba llorando, porque mi padrastro me violaba». A esta confesión de la joven, siguió la de la mayoría de las presentes cada una con una historia de abusos, o de sexo forzado.



Aún en situaciones en que no esté el abuso presente, la promiscuidad por falta de viviendas adecuadas, y el contacto con la sexualidad de los adultos desde pequeños les hace vulnerables al inicio sexual temprano. Su núcleo familiar muchas veces constituido por tres generaciones de mujeres solas, hijas de sucesivas madres adolescentes, y la carencia de figura paterna afectiva, hará que busquen la figura masculina y traten de mantenerla a cualquier precio.



El embarazo adolescente, el aborto, la prostitución infantil y juvenil, la desintegración familiar, la deserción escolar, y muchas veces los problemas de alcoholismo y drogadicción asociados a los débiles niveles de formación personal, forman un todo, que debe abordarse en forma integral, y en cada una de sus partes.



Al Estado le corresponde poner a disposición en los consultorios los métodos de información y de asistencia necesarios para quienes deseen evitar la concepción, ya sea por situación de violación o de relación sexual sin protección. Paralelamente a ello, avanzar en todas las políticas relacionadas con una calidad de vida más adecuada al desarrollo juvenil sano y productivo, incluyendo el apoyo a la familia, que muchas veces ha abdicado de su rol.



A los catorce años, la experiencia de vida de una niña de población nada tiene que ver con la de nuestras «niñitas» y no debemos caer en la tentación de los discursos moralizadores vacíos. A cada uno de nosotros desde su propio quehacer, y a la sociedad en su conjunto, le corresponde ser facilitadora de una sociedad menos excluyente, más solidaria y que genere más oportunidades para todos desde el inicio de la vida.



Dejémonos de soñar y asumamos la realidad como es y no como queremos que sea.



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Ximena Güiraldes C. Orientadora Familiar y Juvenil. Formación en Terapia Familiar Sistémica. Ha dirigido numerosos talleres de desarrollo personal y social con jóvenes y mujeres poblacionales.



  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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