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Venezuela: Alvear y Girardi se equivocan


El Departamento de Estado norteamericano lleva adelante una fuerte campaña internacional destinada a influir en los diversos gobiernos a fin de que éstos no respalden el ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y sí lo hagan por Guatemala a quien han levantado como su candidato.



En días recientes los senadores Soledad Alvear y Guido Girardi han ofrecido una conferencia de prensa que en lo sustancial se orienta en la misma dirección del planteo norteamericano. Agregan, eso si, algunos argumentos propios que por su fragilidad, silencios e incoherencias requieren ser comentados pues son en si mismos la demostración más plausible que lo correcto para Chile es apoyar a Venezuela.



Girardi señaló, cito a la letra: «tengo un profundo conflicto con la visión democrática, de derechos humanos, la visión de la paz que tiene el señor Chávez, primero porque los demócratas no usan uniforme militar, ni bota militar, los demócratas no hacen movilizaciones tipo faraónicas al estilo Mussolini, no hacen culto a la personalidad como hace el señor Chávez».



Afirmar que los demócratas no usan uniforme no tiene sustento teórico alguno. No hay ninguna razón doctrinaria que permita sostener que el ejercicio de la profesión y/o vocación militar es «per se» una definición antidemocrática y que todos los civiles por el sólo hecho de serlo seríamos demócratas. El silogismo militar «ergo» totalitario no se sostiene de modo alguno.



Desde un punto de vista histórico este argumento esta aún más fuertemente refutado. Nuestras luchas de independencia, que por estos días conmemoramos en Chile, fueron llevadas adelante por muchos uniformados, que fueron tales ya sea por profesión como Carrera, San Martín, Belgrano, Mackenna, o bien por necesidad histórica como Bolívar y O’Higgins. Esa lucha revolucionaria no sólo implicó la separación de la metrópoli sino también y con tanta o mayor importancia que lo anterior significó también el aventamiento de todas y cada las instituciones monárquicas reemplazadas por otras de carácter republicano.



En el pasado reciente muchos uniformados como Schneider, Prats, Bachelet murieron precisamente por sus concepciones democráticas. Esta es una verdad elemental del saber histórico político.



Una visión de lo democrático y de los Derechos Humanos situando como eje la ausencia de uniformes como elemento definitorio es reduccionista hasta el grado de lo elemental, escasamente abarcadora y profundamente errónea. La doctrina democrática ha tenido un gran desarrollo al que nuestros tribunos parlamentarios deberían dedicar algún tiempo en conocer.



En cuanto al significado de manifestaciones multitudinarias no se observa como pudieran estas contener en si misma un significado antidemocrático, antes lo contrario, pueden perfectamente implicar un grado mayor de participación e interés ciudadano en los asuntos públicos, como parece ser el caso de Venezuela que de ser la democracia con menos participación electoral cuenta hoy con una de las mayores y con un alto grado de desarrollo de la sociedad civil organizada. Allende, Frei y Alessandri convocaron en su momento a grandes manifestaciones ciudadanas, asociarlas al fascismo italiano carece de toda lógica.



Respecto al culto a la personalidad a que refiere Girardi, no tengo un conocimiento cotidiano de la realidad política venezolana, pero creo que los afanes de figuración mediática de algunos actores políticos, quizás Girardi comparta este aserto, no tienen por qué ser un factor de descalificación.



Comparar, sin más, a un presidente democráticamente elegido y refrendado en referendo revocatorio con Musolini no puede considerarse un argumento, por lo cual huelgan los comentarios.



Soledad Alvear, por su parte, ha señalado que no se debe votar por Venezuela pues su presidente ha demostrado simpatías por algunos candidatos presidenciales en América Latina, tales como Evo Morales, López Obrador y Ollanta Humala. La senadora ha olvidado a otra candidata que concitó las simpatías del Presidente Chávez: Michelle Bachelet.



Que la senadora incluya la no intervención en los asuntos internos entre sus preocupaciones políticas, es un notable avance respecto de sus propias concepciones si consideramos la declaración justificatoria del golpe de Estado militar-empresarial en Venezuela emitida por nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores mientras ella era Canciller. Eso tuvo una gravedad infinitamente mayor que una declaración de simpatía por un u otro candidato democrático.



Cuando uno asiste a cualquier acto político o diplomático en América Latina se percibe claramente que cierta frialdad y desconfianza se despliega hacia a nuestra política exterior. Votar por el candidato e los norteamericanos no hará sino acentuar estos resquemores.



Por Venezuela votarán países de gran significación como Brasil, Argentina, China, Rusia. De su parte, los norteamericanos llevan adelante una política exterior de contenidos agresivos y militaristas que no hacen en absoluto aconsejable entregarles un miembro del Consejo de Seguridad como sería el caso de Guatemala.



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Roberto Ávila. Miembro del Comité Central del PS de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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