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El olor a azufre y el drama de Hamlet


Ser o no ser. El error del ex embajador venezolano en Chile fue haber dicho en voz alta lo que en el mundo social la mayoría verbaliza sin tapujos. Chavistas o no, hay límites a la manipulación político-mediática. Esa estrategia de privación de la libertad de aceptar o rechazar los argumentos propuestos y de control de los espíritus denunciada hace años, no sólo por Noam Chomsky, sino por todo ciudadano que en el curso de su vida ha desarrollado mecanismos de defensa intelectual… Ergo, será evidente que si Chile vota por Guatemala como miembro transitorio del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas la Presidenta Bachelet, militante del Partido Socialista de Chile, estará sucumbiendo a las presiones de poderosos intereses partidarios e ideológicos, nacionales e internacionales.



Los peticionarios de la «mano dura» para reprimir las irrupciones de ira social sabrán que habrá otro motivo de cólera del cual nadie podrá más tarde negar su génesis psicológica. Es patético, inmoral y degradante, someterse a la voluntad arbitraria de los poderosos sin erguirse y defender algunas verdades que dignifican. Sobre todo si se usa y manosea el discurso de los Derechos Humanos, el respeto de los Pactos Contra la Tortura, la Convención de Ginebra de la misma ONU para defender a las poblaciones civiles y la necesidad de un Tribunal Penal Internacional que juzgue a todo los criminales de guerra.



Si la agenda política exterior partidaria de la troika democratacristiana, Soledad Alvear-Gutenberg Martínez-Alejandro Foxley se impone, con ella se consolidarán los objetivos estratégicos de quienes buscan fortalecer la alianza imperial, tanto en América Latina como en Europa.



No es un misterio para nadie que el lobby contra Venezuela en Chile está liderado por el sector hegemónico de la Democracia Cristiana con el apoyo natural de las derechas, las elites militares, los sectores liberales del PPD y los elementos confusos o liberales del propio partido de la mandataria, el PS.



Está implícito en el movimiento de los actores de poder hemisféricos que se orquesta una nueva una ofensiva desestabilizadora hacia la codiciada potencia petrolera latinoamericana. Los socialdemócratas y democristianos venezolanos que hundieron el país, en los 90′, en la corrupción, el despilfarro y la desidia, no le perdonan a Hugo Chávez el haberse aprovechado de sus errores y de la consiguiente crisis de legitimidad de las elites tradicionales para llegar al poder por los cauces democráticos, sacar los petrodólares de los circuitos globales e invertirlos en proyectos tendientes a reforzar la proyección de América Latina.



Pero, además, en Chile, se juegan estrategias e intereses políticos que buscan alinear en torno a la causa antichavista a otros mandarines y dóciles servidores del Imperio.



Se sostiene que la política de alianzas internacional de Venezuela no es ética. ¿Acaso, según los informes de Amnistía Internacional, China, EE.UU., Pakistán, Arabia Saudita, Colombia, Guatemala, Rusia, México e Israel, son un modelo de respeto de los DD.HH.?



Detrás de la campaña por ridiculizar a Chávez están quienes no quieren que América Latina se dote de un proyecto propio que contribuya a generar contrapesos a la hegemonía de las elites imperiales con miras a un mundo multilateral. Porque si se compara a Chávez con Bush, el forajido fuera de la ley … todo el mundo lo sabe, no es, precisamente, Hugo Chávez.



Si el Presidente de Venezuela demoniza al Presidente misionero, no lo hace con la Biblia en la mano, como cuando George Bush predica la guerra, sino con el libro de Noam Chomsky; una crítica racionalista al Imperio que si se lee es demasiado implacable, para ser verdad, piensan algunas cínicas conciencias realistas. El drama es que desde hace algún tiempo muchos ‘liberales’ prefieren el discurso político-religioso que supedita la razón a la fe.



Si el ridículo y la falsedad mataran a quienes los representan en las escena mundial, serían Colin Powell, Condoleezza Rice, Donald Rumsfeld, Richard Cheney (*) y tantos otros quienes tendrían que enterrarse en el fango después de haber mentido y reído en nuestras caras. Respectivamente, cada uno por su lado, el primero mostrando ante la Asamblea General de la ONU, falsas diapositivas de sitios de almacenamiento de armas nucleares en Irak que sólo existían en la afiebrada imaginación de los halcones de Bush. La segunda, por fomentar maquiavélicamente la política de matanza de las poblaciones civiles libanesas por el Estado de Israel e irse, después de tanto dolor causado, a pasar sus noches de amoríos en las costas del Atlántico con el Ministro de Relaciones Exteriores canadiense. Una ‘people story‘ cebollera, para los medios poco críticos, incapaces de sacar las conclusiones éticas del ‘affaire’.



Y si de comparaciones con Mussolini se trata, quien manipuló a una nación entera para irse de guerra con la profecía auto cumplida del Choque de las Civilizaciones fue el mismo George Bush y no Hugo Chávez. Más que patético, la instrumentalización de la religión por parte de los neoconservadores tiene consecuencias. Tanto, que hasta el Papa-teólogo Joseph Ratzinger entra en la pista de baile avivándole la cueca a los apocalípticos cristianos de Bush. Lo tragicómico de la situación es que los pirómanos se las dan de salvadores de almas.



Desde el mundo militar, ¿no son acaso aquellos oficiales educados en la vieja escuela de la seguridad hemisférica incubada durante la Guerra Fría —algunos de ellos reciclados en la academia— acostumbrados a actuar sin debatir con la civilidad, quienes pregonan el apego incondicional a las actuales estrategias desarrolladas por las elites republicanas estadounidenses y las virtudes patrióticas de la fidelidad a las marcas de armas del complejo militar-industrial de EE.UU.? Sin olvidar los poderosos intereses bien pragmáticos y las enormes sumas gastadas en armamento, comisiones y gastos colaterales poco transparentes. Para esto tampoco hay reportajes mediáticos disponibles.



Un somero análisis de contenido de los medios tradicionales chilenos mostraría un proceso de construcción informativo desfavorable a Venezuela. Sin embargo, si lo que está realmente en juego a nivel mundial —puesto que se trata de relaciones de poder dentro de la ONU — se grafica entre un duelo Bush-Chávez, no hay por donde perderse: el peligro, a nivel planetario, es la política militarista y contra los derechos humanos de Bush y no la del presidente de Venezuela. El permiso para torturar prisioneros, es un hecho, vino del Ministerio de Guerra de Donald Rumsfeld.



En definitiva, un eventual representante venezolano transitorio en el Consejo de Seguridad no podrá hacer otra cosa que aportar un punto de vista que contribuya a democratizar el debate y la necesaria controversia, que no será nada bizantina.



Los últimos acontecimientos muestran que es EE.UU. quien ha puesto en jaque y sumido a la ONU en una crisis de legitimidad al invadir sin motivos razonables a Irak y al oponerse a que el Consejo de Seguridad le imponga el cese del fuego a Israel en el Líbano. Chile debe votar por Venezuela. Ya es tiempo que alguien, sea como sea, aproveche la tribuna, diga las cosas por su nombre y que un poco de transparencia circule por los corredores de la ONU; si alguien ha tenido la disposición de hacerlo hasta exponerse a las furias imperiales, es Venezuela. Fue el tacto de Hugo Chávez el que le aconsejó referirse al olor a «azufre» en la palestra, en vez de citar el shakesperiano «algo huele a podrido en el Reino de Dinamarca». Lo hizo para no ofender a los millones de norteamericanos avergonzados de su presidente. Pero el impacto hubiera sido mayor e intelectualmente benéfico si Hugo Chávez hubiese leído algunos párrafos del libro de Noam Chomsky. Por definición, el espacio público es laico y las piruetas religiosas poco convincentes.



(*) Dick Cheney, Vicepresidente de EE.UU ha sido acusado por Valérie Plame, ex agente de la CIA, de haberla ‘quemado’ en la prensa por venganza personal contra su marido, el ex Embajador Joseph Wilson. Éste acusó a Bush de exagerar la amenaza iraquí para justificar la invasión.



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Leopoldo Lavín Mujica. Profesor de filosofía, Departamento de Filosofía, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.












  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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