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Iglesia, moral sexual, reproductiva y familia


La postura de la Jerarquía de la Iglesia y su fundamento



Reaccionando a diversas iniciativas de salud pública, los Obispos chilenos han reiterado sus posiciones señalando lo siguiente: no a los anticonceptivos, no al condón, no a la fertilización asistida, no a la píldora del día después. No hay duda del derecho de la Iglesia Católica a dar su opinión y defender legítimamente los valores evangélicos en la vida individual y social, con pleno respeto a las opiniones diversas que puedan existir en una sociedad pluralista, democrática y en que existe separación entre la Iglesia y el Estado, debiendo respetarse también la autonomía de los asuntos temporales.



Los Obispos fundan su opinión en la defensa de la vida, de la dignidad de la persona, y de la familia, todos valores esenciales de la ética cristiana, y que también desde hace mucho están incorporados a las cartas universales de derechos humanos y en la generalidad de las constituciones políticas de los Estados. Desde el punto de vista de los cristianos, ese valor intrínseco de la persona humana, deriva de que la nuestra es una religión de encarnación. Dios se hizo hombre concreto, en Cristo. Eso eleva la condición y dignidad del hombre. Cristo está en el prójimo, y lo que al prójimo hacemos, sea como bien o como mal, a Cristo se lo hacemos.



¿Cómo concretar y proteger mejor esos valores?



La pregunta es: ¿cómo ese conjunto de valores y fines que los cristianos sentimos tan propios y que la Iglesia es celosa en defender, se protegen y promocionan mejor hoy, de manera eficaz y coherente, ante la realidad concreta que se nos presenta?. Es decir, ¿cómo protegemos mejor la vida, la salud y la dignidad de toda persona humana?; ¿cómo protegemos mejor la constitución normal de nuevas familias y su feliz y deseada estabilidad?. También es importante preguntarse: ¿hay otros valores cristianos en juego, tanto o más importantes como aquellos, con los que se deban conciliar, como son la caridad, la justicia social, el bien común, la salud pública e individual de cada persona ?



El valor del discernimiento, la prudencia y la recta conciencia personal



Es difícil formarse un juicio ético autónomo, bien fundado, conciente y responsable en materias tan delicadas, con tantas implicancias y aproximaciones. Pero todos los laicos cristianos también somos hijos de Dios y nos asiste el Espíritu. Dios nos dio a todas las personas los dones de la inteligencia, de la conciencia y la libertad, a cuyo ejercicio personal Dios también nos invita. La ética, el pecado y la redención tienen por supuestos esa libertad y la recta conciencia de cada persona. Nadie nos declaró interdictos. Por el contrario, creo que los laicos cristianos tenemos hoy una especial tarea y responsabilidad en estas materias y debemos colaborar con entusiasmo a la reflexión, entre nosotros y con la jerarquía de la Iglesia, para discernir con prudencia y responsabilidad la manera más ética de proceder. Para ello debemos mantener siempre unidad en los valores, en los principios y en los fines, de manera coherente con el mensaje de Cristo, aunque a veces haya diversidad en el camino o los medios para su consecución. Hay que distinguir bien entre fines y medios, sin convertir a estos últimos en principios o valores.



También debemos tener muy en cuenta los contextos y realidades concretas a los que se aplican las normas, considerando tiempo, lugar y persona, materias en que sin menospreciar en nada el conocimiento que puedan tener los Obispos y sacerdotes, ciertamente los laicos tenemos la experiencia real de nuestra sexualidad, de nuestra familia, de nuestra paternidad y maternidad y somos destinatarios principales de dicha ética. La ética es para el hombre, y el hombre sin modificar sus esencias es también un ser históricamente condicionado, cuyos horizontes y posibilidades cambian -para bien o para mal- con cada descubrimiento y avance científico o técnico, con cada guerra y cada paz, con cada crisis económica, con cada epidemia o enfermedad, etc.



¿Qué haría Cristo en mi lugar? El discernimiento del Padre Hurtado



Entiendo a un sujeto ético como aquel que hace ese ejercicio de reflexión, de conciencia en su libertad, de discernimiento y de prudencia, aquel que no es mero objeto de la ética, sino sujeto conciente y responsable de su actuar moral. San Alberto Hurtado resumía ese ejercicio de discernimiento permanente de la Voluntad de Dios respecto de problemas concretos y actuales con una pregunta muy simple y profunda a la vez: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?



Mediante el discernimiento y la prudencia no se cambian los valores ni los fines, sino se determinan los medios más apropiados y eficaces para la mejor defensa y promoción de aquellos valores o fines, considerando la realidad a los que debemos aplicarlos y concretarlos. También se disciernen qué fines o valores preferir, cuando hay dos o más valores que están en conflicto.



Por todo lo anterior, me atrevo a compartir mi propio y modesto discernimiento que no tiene más valor que el de cualquier cristiano, y que considera más preguntas que respuestas. Lo hago sin ánimo de contradicción sino de real contribución a la Iglesia y a su jerarquía, y como un aporte a un diálogo que debe suscitarse abiertamente entre los laicos y entre éstos y su Iglesia. Pienso que el silencio y omisión en que incurrimos los laicos católicos en estas materias es muy cómodo y hasta cobarde, pero le está causando un grave daño a la Iglesia y a su jerarquía. Somos los laicos los principales destinatarios de una ética de la vida, la sexualidad, de la reproducción y la familia, y somos quienes tenemos las vivencias que nos interpelan y cuestionan. ¿Cómo podríamos estar ausentes de su formulación?



Por una ética prudente, racional, integrada, responsable y realista



Con mucho respeto y humildad, sin comprometer ni representar a nadie, opino como simple cristiano que los pronunciamientos reiterados, expresados de manera tan absoluta y categórica por la Jerarquía de la Iglesia Católica, en materias de salud reproductiva y moral sexual, contrarios a los métodos (medios) anticonceptivos, al uso del condón, a la fertilización asistida, y a la píldora del día después, incluso contra programas de educación sexual, han carecido de los grados de prudencia y responsabilidad social aconsejables ante la realidad que se enfrenta hoy en Chile y el mundo.



Tales pronunciamientos parecen no haber considerado adecuadamente los hechos actuales en su conjunto. Rechazan de plano e íntegramente aportes de la ciencia y de la técnica (medios) que también son frutos que provienen de dones que proceden de Dios y que podrían estar al servicio de la persona y de la ética. Los pronunciamientos de los Obispos, en mi personal opinión, ofrecen una visión que presenta una desintegración entre los diversos valores cristianos (por ejemplo, bajo el pretexto de «defender la vida» sin uso de condón o de anticonceptivos, a su vez, para incomprensión de los laicos se causa directa o indirectamente, por acción u omisión, la muerte, el aborto, se desprotege la familia, la dignidad de las personas, la caridad, la justicia social y el bien común). También presenta una desintegración entre la ética cristiana y la realidad concreta a que se aplica, con normas que parecen totalmente abstractas, aisladas entre sí, lejanas del real servicio a las personas. Son propuestas que no ofrecen solución ni respuesta realista o eficaz alguna a los problemas humanos, familiares y sociales concretos que deben enfrentarse por la gente, por la familia, por la sociedad en su conjunto y por el Estado, que de suyo son muy complejos y graves.



También, a mi juicio, tales pronunciamientos en su conjunto carecen de la racionalidad inherente que cabe esperar y debe tener toda propuesta ética, puesto que de seguir algunos consejos y prohibiciones de la Jerarquía en estas materias de salud pública y reproductiva, paradójicamente se provocan mayores y más graves violaciones a los principios y valores que decimos defender, provocando un círculo vicioso y cada vez más grave: más embarazo adolescente y no deseado; más aborto ilegal y clandestino; más muerte materna por aborto; más muerte por SIDA; más nacimientos fuera del matrimonio; más familias mal constituidas y destruidas y vulnerables económica y socialmente; más marginalidad, desigualdad y pobreza, más indignidad humana.



En ese contexto es que creo muy importante dar un tratamiento conjunto y coherente y no separado a los problemas de reproducción, embarazo adolescente, SIDA, desintegración de la familia, etc, y de los medios como el uso de anticonceptivos, uso del condón, educación sexual, fertilización asistida, píldora del día después, aborto, etc, sin pronunciamientos reactivos que son tan incoherentes entre sí.



La necesidad del diálogo franco y realista entre la Jerarquía y los laicos



Además, creo que los pronunciamientos de la jerarquía de la Iglesia se repiten, una vez más, sin hacer previamente un diálogo o conversación que la Jerarquía de la Iglesia Católica también está llamada urgentemente a tener con los laicos y la sociedad en estas materias. Genera así la distancia y desvinculación de muchos laicos que se sienten cada vez más excluidos y desintonizados en su espíritu y en sus creencias de una Iglesia que al menos en estas materias sienten muy desadaptada, que no se actualiza, que parece abstraerse de la realidad y a cuyo mensaje no le encuentran sentido. Si no se sienten definitivamente excluidos de la Iglesia, muchos laicos optan por ser cristianos o católicos «a su manera», con sus propios códigos, su propia ética.
Por último, personalmente creo que en estas materias, los valores cristianos en juego no son sólo la protección de la vida y dignidad de las personas y la defensa de la familia, sino también están en juego los valores de la caridad, la justicia y el bien común, casi tanto o más esenciales que los primeros en la ética cristiana



La realidad que enfrentamos en Chile



Los pronunciamientos de los Obispos se dan en una realidad que se puede resumir así, basándome en estadísticas del INE, el Ministerio de Salud, OMS, OPS, ONU y otras fuentes:



1.- Los adolescentes tienen una natural maduración biológico-sexual, sin ninguna intervención artificial, que les permite vivir su sexualidad y aun concebir nueva vida desde los 13 ó 14 años aproximadamente, con un enorme desfase de tiempo con sus posibilidades y exigencias actuales, sociales, culturales y económicas para establecer una nueva familia, lo que es posible sólo aproximadamente 15 años después. 200 años atrás y menos, era normal casarse antes de los 20 años, hombres y mujeres. En Chile, la edad media actual de matrimonio en los hombres es 30,7 años y en mujeres 28 años, durante el año 2003. ¿Estará conforme a la Ley Natural y será ético y realista exigirles y esperar abstinencia sexual de los adolescentes y jóvenes durante 15 años años, en un contexto hipererotizado? ¿ será racional y ético confiar y promover ese como el único medio eficaz y ético que proponemos los cristianos para ayudar a solucionar los graves problemas de salud pública y sociales que enfrentamos? Nadie piensa que la Iglesia se abstenga de declararlo como su ideal, su óptimo moral y su esperanza, pero parece poco razonable que se empeñe en condenar absolutamente en toda la sociedad y en evitar a toda costa que haya las políticas públicas que consideren otras opciones metodológicas o medios, que parecen éticamente mejores que la simple omisión de dichos métodos, para la consecución de los fines principales.



2.- El aporte proporcional del embarazo adolescente a la fecundidad total en Chile, ha aumentado al 20 % aproximadamente. O sea, un 20 % de todos los embarazos en Chile se producen antes del los 19 años.



3.- El porcentaje de niños chilenos nacidos fuera del matrimonio en 2003 ya era un 53,8 % del total, más de la mitad de los nacidos. Es decir, el 2003 nacieron en Chile aproximadamente 126.000 niños fuera del matrimonio. En el caso de las madres adolescentes, un 90 % de sus niños nacieron fuera del matrimonio. Eso es un drama que no permite la constitución, formación y mantención normal y madura de una familia.



4.- El embarazo adolescente es un reflejo y un reproductor de desigualdad, pobreza y marginalidad. En los sectores pobres el embarazo adolescente es muchísimo más alto que en los ricos, por el menor acceso de los primeros a métodos de prevención. En La Pintana, un 25 % de las adolescentes son madres solteras; en Vitacura, en cambio, son menos del 1 %. Pero además, la maternidad adolescente reproduce la desigualdad, pobreza y marginalidad porque implica deserción del sistema escolar, difícil ingreso al sistema laboral, una mujer como jefa de hogar, escasos ingresos, y un hogar particularmente vulnerable desde el punto de vista económico-social, una familia desintegrada. Sus hijos a su vez presentan baja escolaridad, mayores tasas de desnutrición y de maltrato infantil. Una muestra: en 1998 (encuesta CASEN), un 48 % de las madres adolescentes estaban bajo la línea de pobreza, mientras que sólo un 25 % de las adolescentes no madres estaban en pobreza.



5.- En Chile se estima que anualmente hay entre 130.000 y 200.000 abortos ilegales y clandestinos, según el Movimiento Anónimo por la Vida. Corresponden aproximadamente a 2 abortos de cada 5 embarazos. El 35 % de los embarazos en Chile se estaría interrumpiendo con aborto. Pero fíjese bien, durante el año 2003 murieron oficialmente sólo 83.672 chilenos. Es decir, Ä„Ä„¿ hay más muertes por abortos ilegales clandestinos que muertes por enfermedad, accidentes y vejez ?!! Reduzca a la mitad los abortos y sigue siendo atroz, dramático.



6.- Aproximadamente un 12% de las defunciones maternas registradas se deben a complicaciones de abortos inseguros e ilegales. En Chile, el aborto es la principal causa de mortalidad materna, más aun sería de los países con más alta tasa de aborto.



7.- Cada día 14.000 personas en el mundo se infectan con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). En tanto, el 86,3% de los casos se transmiten la enfermedad por vía sexual. Al año 2000 habían muerto en el mundo 9 millones de mujeres y 4,3 millones de niños bajo 15 años de edad por VIH/SIDA y estaban viviendo con VIH/SIDA 16,4 millones de mujeres y 1,4 millones de niños bajo esa edad. En el mundo se infecta con VIH un niño por minuto. En Chile hasta el año 2001, se habían notificado alrededor de 10.000 personas con VIH/SIDA, cifra que representaría la quinta parte de los realmente infectados. Las nuevas infecciones notificadas, no experimentan la disminución observada en los casos de SIDA, mostrando una tendencia al aumento permanente, considerado como el último año con cifras definitivas, fue de 4,61 por 100.000 habitantes.



Las preguntas que debemos hacernos con responsabilidad



Entonces, ante esta realidad, uno se pregunta con toda legitimidad ética, responsabilidad y buena fe:



¿Será la abstinencia sexual el medio más realista, eficaz y ético a proponer por un cristiano para una política pública de salud destinada solucionar estos problemas?



¿Será ética, prudente y responsable la oposición tenaz al uso y distribución de anticonceptivos y del condón, para una política de salud pública en este contexto?



¿Será ética, prudente y responsable la oposición a programas de educación sexual que procuren relacionar la afectividad y la sexualidad?



¿Cuáles son los medios más conformes con la caridad, la justicia y el bien común para enfrentar los problemas de salud pública, sociales y familiares que ya indicamos?



¿Cómo se defiende mejor la vida, y se evitan más abortos, muertes maternas y muertes por SIDA?



¿Cómo habrá menos embarazo adolescente, menos hijos fuera del matrimonio y más familias bien constituidas, permanentes y felices?



¿Cómo protegemos y servimos mejor a la dignidad de las personas concretas y la equidad social?



¿Será ética la oposición al suministro de la píldora del día después bajo cualquier circunstancia y a todo respecto, aun en casos de emergencia y con autorización de los padres o del médico, aunque sólo esté en duda en ciertos sectores de la Iglesia su eventual efecto abortivo en casos determinados?



En fin, preguntémonos: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?



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Alejandro Reyes Vergara. Abogado




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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