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De vuelta a la plaza


Un domingo, de vuelta a la plaza de la Ciudadanía. Resaltan retratos de la vida de Víctor Jara. Desplegados en el espacio ocupado antes por la «llama de la libertad», encendida por los que le dieron muerte, hace 33 años. Un lugar «reflexivo», conmovedor, mas cuando esa tarde un cantor de Maullín regalaba, con su voz y su guitarra, mensajes del que, junto a Violeta Parra, es el compositor popular de mayor reconocimiento en el mundo.



Enfrente, atravesando la Alameda, otra imagen sobrecoge. Un páramo frío, cercado por vallas de metal dispuestas en forma meticulosa. Un espacio habitado por policías, observadores de contados turistas que arriban desde los patios interiores de La Moneda.



En lo que hasta hace poco era un espacio inasequible, del «Altar de la Patria», junto a los edificios de las Fuerzas Armadas y de los Carabineros, ahora fluyen ciudadanos curiosos que miran, leen y recuerdan la envergadura de un símbolo cultural y político; en cambio, en su lado opuesto, lo que ayer era un lugar abierto, junto al Palacio de la Moneda, ahora está prohibido disfrutarlo, restringido al tránsito de unos cuantos peatones.



El arquitecto Cristian Undurraga, mentor de la plaza, en el 2004 la imaginaba «la máxima exaltación de lo democrático, verla como todos los domingos recibe a familias, en el prado, con sus viandas y en completo esparcimiento o en la noche de año nuevo acoge a familias con sus mejores tenidas, ajenas a cualquier segregación, que llegan a celebrar con vino y comidas en mesas. Experiencias maravillosas, llenas de urbanidad», concluía el llamado a crear un gran espacio ciudadano.



Día domingo, día «normal», o sea, sin manifestaciones. La plaza más hermética que un día «anormal», con manifestaciones. A unos dejan pasar, a otros no, pero nadie puede sentarse en el prado, menos hacer pic-nic. ¿Por qué? preguntamos a carabineros. A las razones de seguridad de la semana anterior (ver Plaza rigurosamente vigilada. 7 Octubre, 2006), los policías añaden: «No hay cultura en Chile para esta plaza: ensucian, destrozan, queman el pasto, trepan luminarias…» Sólo uno menciona la «molotov» del 11 de septiembre.



El lado de La Moneda de la plaza de la Ciudadanía está interdicta para los ciudadanos por orden de un «gobierno ciudadano» que, a su vez, ha decretado que por la Alameda, aledaña a la plaza ningún grupo de ciudadanos puede manifestarse. Libertades ciudadanas recortadas por incultura o inseguridad. O los chilenos no están preparados para hacer uso de esta plaza o están castigados a causa de la reciente profanación del Palacio.



En este «microespacio», contiguo al principal símbolo de la República, la seguridad doblega a la libertad, eliminando una condición propia de la plaza, como señala el filósofo Humberto Giannini: su «reflexividad», física, mental o comunitaria: lugar que permite a la persona salirse del tiempo lineal (de la calle, del trabajo) deteniendo su camino; lugar donde por un momento se despega de las cosas para lanzar una mirada más allá de lo que lo ocupa; o lugar abierto que le ofrece a la persona un ámbito de reencuentro ciudadano. En la plaza de la Ciudadanía, al menos en su lado norte, no hay espacio para eso. Hay vacío.



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Pablo Portales. Periodista.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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