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«La Ciudad Perfecta»


Durante el año 2002 en diferentes periódicos chilenos comenzó a aparecer una publicidad que promovía la venta de casas de una singular manera, que no dejó de sorprender a sus lectores. Usando el eslogan «La Ciudad Perfecta», promovía un proyecto inmobiliario en Santiago en los límites de Peñalolén con la comuna de La Florida. Probablemente el proyecto fue una de las excepciones en aquel tiempo de crisis para el sector de la construcción. Imprimir velocidad a la venta fue una de las claves de ese momento. El negocio, además de las particulares características que lo acompañaban, gozaba de una imaginativa oferta: la perfección.



Proyectos como éste se han ido multiplicando en comunas periféricas de la ciudad, donde hay mayores posibilidades de comprar terrenos a precios convenientes y de esta manera cumplir con la aspiración de un no menor grupo de chilenos. Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a este concepto de «La Ciudad Perfecta»?



«La Ciudad Perfecta» corresponde a un ejemplo emblemático de proyectos inmobiliarios que utilizan el marketing urbano para promocionar algo más que una casa. Se trata de vender un estilo de vida, vinculado probablemente a un diseño que incluye en su elaboración el «focus group» y las encuestas para determinar con precisión los gustos de la población objetivo, en este caso, grupos medios y medios altos. En los últimos años, esta fórmula ha sido la usada por los sectores inmobiliarios para impulsar su negocio.

La producción de lo urbano en el período llamado de capitalismo tardío se trata efectivamente de un negocio, y en algunos casos de un muy buen negocio.



Aparecen urbanistas y arquitectos promocionando personalmente este desecho de virtudes. Son ellos quienes, con sendas fotografías, están en avisos pagados en los periódicos que compran las clases pudientes.



Pero observemos con un poco más de detalle de qué se trata este sublime ejemplo urbano que nos promete no sólo ventajas de localización, de una buena cantidad de metros cuadrados, club house y todas las ventajas que se integran a la nueva vida urbana de las clases medias; nos promete además, la pureza y el primor.



En primer lugar, la ciudad perfecta se localiza en uno de los pocos terrenos que en la ciudad de Santiago continuaron por años con la tradición de la producción agrícola de viñedos, en este caso era la Viña Cousiño Macul, parte de un patrimonio urbano y ecológico de singular belleza en la zona sur poniente de la capital. Eran viñedos que podían ser admirados por sus colores y descolores, que dependiendo de la época del año, se teñían de verde, rojo, naranja o amarillo.



La pavimentación de esa área en esta ciudad perfecta, contribuye con su granito de arena al proceso de calentamiento global de la tierra, y en particular al calentamiento de la cuenca de Santiago, que dicho sea de paso ha subido un par de grados en los últimos años, eliminando uno de los pulmones verdes que aún existían en la ciudad. El agua lluvia que antes escurría por la tierra y regaba las parras para luego continuar su periplo o adentrarse en las vaciadas napas santiaguinas, ahora escurrirá por cunetas y pavimentos e irá a aposarse quién sabe dónde.



Veamos qué nos ofrece esta «ciudad perfecta»: en materia de arquitectura una tradicional ciudad cerrada, con muros por sus costados como los ya conocidos condominios del tipo ciudadela. En eso sigue la tradición de americanización impenitente a la que están sometidas nuestras ciudades. Calles que no van a ninguna parte, un laberinto de vueltas interminables que siempre rematan en un muro o en una barrera de detención. Altos índices de constructibilidad, que prometen una profusión de techos, mansardas y demases.



Sin duda que esta ciudad perfecta satisfará los gustos de clases medias deseosas de incorporarse a la vida cerrada con sus iguales. «Gordo» y «Gordi» podrán hacer footing o andar en bicicleta durante el domingo por la mañana recorriendo el laberinto y sonriendo a sus iguales. Lo interesante es averiguar qué hay detrás de aquello, se trata de una significación urbana de la nueva ciudad, de valores culturales que quedan impresos en la ciudad pero ya antes eran acto social, eran parte de unos deseos de esos grupos por vivir de una determinada manera.



De nuevo se perderá la oportunidad de hacer una verdadera ciudad, que por cierto no es perfecta. En las ciudades imperfectas las calles buscan encontrarse con otras calles y con plazas constituyendo un complejo abierto, que se puede recorrer y al que se le llama «espacio público». Esa ciudad imperfecta es el lugar de lo inesperado, de lo diverso, está conformada por barrios, los que por cierto no son perfectos. En estos últimos conviven el almacenero, el café, la librería, el maestro de la construcción y el profesional. Simplemente son ciudades. Por la calle de la ciudad imperfecta puede caminar un gerente de banco o un obrero.



En la ciudad perfecta, no hay cabida para un obrero silbando por la calle.Sería parado por un guardia antes que pudiera poner un pie sobre ella.



La gente, cuando usa el sentido común, dice que lo perfecto es enemigo de lo bueno. ¿Qué nos recuerda la retórica de lo perfecto? «Hay dictaduras perfectas, las democracias son todas imperfectas»: Otros en la historia han querido hacer ciudades perfectas, el resultado fue desastroso, y lo perfecto era lo que se identificaba con lo autoritario y dictatorial.



La verdad es que cuando este proyecto se publicita con el título de la ciudad perfecta, pareciera que en verdad escuchamos otra rima mucho más perfecta, la del negocio perfecto.



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Miguel Santibáñez, arquitecto, Doctor en Urbanismo y Presidente de la Asociación Chilena de ONGs Acción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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