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El pudor del dolor


Conocí a Caco hace más de 45 años, en Quintero. Era un acogedor apéndice rural de la bahía, devastado ahora por la máscara fascistoide del emprendimiento.



Con los caballos de Doña Isolina, podíamos cabalgar hasta la Cueva del Pirata, testigo de tanto amor desperdiciado. Era ingenioso, y su mirada perceptiva podía desacomodar. Le inquietaba esa «alma social» de la que se ufana la sociedad. Fue arrestado en el espacio de barbarie inaugurado por Chile el 11 de septiembre de 1973, y que muchos no terminan de celebrar.



Me contaron de las torturas en el Lebu y la Academia de Guerra. Mantenía la experiencia en su privacidad. En una vida laboral, repartida en zonas de guerras y catástrofes como Bangladesh, India, Sudán y Mozambique, aprendí del silencio y la violencia. Hay algo de pudor en ese dolor indescriptible instalado en el misterio.



Por su historia sentía impotencia o cobardía. Mientras la enfermedad lo consumía, me acobardé una vez más. No me atreví a verlo.



Con él se hace vivo un testimonio de la brutalidad de las dictaduras instaladas por EEUU, durante la Guerra Fría anterior. También se eleva el estoicismo de quienes no desfallecieron. Su testimonio se posa frente una «nueva» Guerra Fría que se desplaza en procesos políticos permeables a ella.



Cursó sus estudios en el Manuel de Salas, y luego estudió licenciatura en Física en la Universidad Católica de Valparaíso.



La dictadura fue implacable con su familia. Su padre, Enrique Kirberg, Rector de la Universidad Técnica del Estado, estuvo en la Isla Dawson, y Ritoque. Por obra de Linus Pauling, el Premio Nobel, ingresó a EEUU.



Sus hermanas Gloria y Lena eran expulsadas de sus trabajos. Su madre, una indestructible Inés Erazo, pasó por el Estadio Chile, y estuvo permanentemente amenazada.



Después comienza esa búsqueda de paz y calidad básica de vida en el exterior, y en Chile, que en Luis Carlos se encarna como un periplo interminable. Con él, y la sensación de una tarea muy inconclusa, partíamos muchos.



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Juan Francisco Coloane es sociólogo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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