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Editorial: Más sobre Transantiago: Faltan buses y control de flujos


Mientras más se demore el Gobierno en transparentar un déficit estructural del Transantiago, más aumenta la posibilidad de que su esfuerzo y voluntad por instalar un moderno y seguro sistema de transporte en la capital desaparezca en medio de la desconfianza y polémicas acerca de quién tiene la culpa.



Un problema central -y que no se sincera- es que faltan buses. La planificación de la cantidad necesaria se hizo a base a los registros legales de los buses en servicio activo durante el antiguo sistema. Pero esa cifra era mentirosa e inferior a la realidad, pues no incluía a los buses ilegales, aproximadamente unos 2.500, que salían a circular cuando los controles eran mínimos, preferentemente en las horas de punta, en las noches, durante los fines de semana y en los sectores periféricos de la ciudad.



El antiguo sistema, con escasa fiscalización por la autoridad pública, basado en asociaciones gremiales que regulaban el funcionamiento interno de líneas y flujos, "permitía" esta economía negra del transporte mediante un pago a la asociación respectiva. Pero nadie admite esta falla en la planificación. Por lo tanto, no sólo falta que los empresarios pongan a pleno funcionamiento la flota de 5.600 buses comprometidos, sino que, también, falta solucionar el déficit oculto de más de 2.000 buses. Quien debe enfrentar esto es el Gobierno y ahí está parte sustancial de sus problemas actuales.



No obstante, suponiendo que el problema anterior se solucione, se debe atender urgentemente a otra deficiencia, relacionada con el control de los flujos de transporte. Los desplazamientos en una ciudad están vinculados a la implantación de una logística integral, capaz de atender desde un mando centralizado la operación de transporte en el tiempo y la forma previstos, y de intervenir para corregir las fallas cuando se están produciendo. Esa gestión es lo más parecido al concepto de comando, comunicación y control que usan los militares, y que implica coordinación de recursos y decisiones en proceso. El sistema actual de Transantiago no tiene algo similar, a excepción del metro. Por lo tanto, tiene un bajo control sobre las capacidades de transporte, sobre la velocidad de circulación, la complementariedad y sincronización entre las distintas líneas, y, mucho menos aún, tampoco tiene capacidad de despachar buses a lugares congestionados.



Es verdad que el sistema también presenta lentitud en los cobros y déficit de infraestructura en los sistemas de embarque. Pero el punto clave hoy es el volumen de la flota de transporte (y su control), porque finalmente la gente quiere llegar a su trabajo o a su domicilio en un tiempo razonable. Los déficit anotados generan incentivos para que las personas saquen sus automóviles a las calles o aquellos que no pueden hacerlo acepten cualquier solución, muchas veces "pirata", que al final resulta aún peor que lo que se tenía.



Las medidas anunciadas por el Ejecutivo en la celebración de su primer año, ratifican su voluntad de llevar adelante y con éxito el Transantiago, que es vital para lograr una ciudad más vivible para todos sus habitantes (de clase mundial, como les gusta decir a ciertos dirigentes políticos). Pero se requiere de grados aún más profundos de sinceridad, y de capacidad efectiva de rectificación. La mayor drasticidad con los operadores ayuda, pero no soluciona el problema más urgente: faltan buses.

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