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Energía nuclear: Algo huele mal


La ministra de Minería y Energía, Karen Poniachik, pareciera haber aprendido demasiado pronto el estilo de los políticos tradicionales, que no es el estilo de la Presidenta. Justamente por eso la eligieron.



El 21 de noviembre de 2005 la candidata Michelle Bachelet firmó, a cambio del apoyo de los ecologistas, el Acuerdo de Chahual: diez compromisos para la sustentabilidad ambiental del desarrollo nacional. En el punto número siete se compromete a no incluir la opción nuclear en la política energética nacional durante su gobierno.



Y si bien es cierto, como explicó la ministra a los representantes del movimiento ambientalista, durante estos tres años de gobierno no se promoverá la nucleoelectricidad como una opción «en el marco de nuestra política de Seguridad Energética», no es menos cierto que destinó más de 100 millones de pesos a la creación de una Comisión de Energía Nuclear dependiente de Minería, paralela a la Comisión Chilena de Energía Nuclear, manejada principalmente por los militares. ¿Para qué es esta Comisión? Para estudiar el estado del arte, responde la ministra. Es decir, en qué pie están hoy día, a nivel mundial, las plantas nucleares. Bastaría con mirar la Internet. Otra tarea sería revisar los tratados internacionales que Chile ha firmado y que se refieren al tema nuclear. Tarea obvia de la Cancillería. ¿Quiénes estarán allí? Ad honorem, eso dicen. El lobby político debió ser muy fuerte. Ä„Cien millones de pesos! Dinero de todos los chilenos que no existe para estudiar el potencial de ahorro energético en hospitales, instituciones públicas y que, sin duda, permitiría ahorrar o reinvertir recursos en salud, por ejemplo, que hoy son crecientes gastos en energía. Es sin duda el comienzo de la búsqueda de la núcleoelectricidad. Se sabe que los estudios de factibilidad son complejos y demandan tiempo y que éstos se iniciarán pronto, cualquiera sea el gobierno que venga. Entonces se acuerda allanarles el camino a las transnacionales nucleares, adelantándoles la tarea.



Al acecho del negocio están las transnacionales y no pocos políticos de gobierno y oposición. Francia ha encabezado el lobby, abiertamente. Y aunque todos aseguran que las plantas propuestas son impecables, todos sabemos que son peligrosas en su operación, que exigen un resguardo de corte militar y que sus desechos permanecen al menos 10 mil años. Proponen el desierto de AtacamaÂ… aunque no son peligrosas!!! Estas generadoras aportarían la electricidad que requiere la gran minería del norte pero no toda la electricidad que necesita Chile. Por lo tanto se seguirían destruyendo los últimos ríos que aún no han sido represados para generar electricidad para el resto del país. No es lo uno o lo otro, sino todo a la vez.



Según el ex secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía y socio de la consultora Synex, Sebastián Bernstein, la capacidad total de las centrales hidroeléctricas no superará los 2.000 MW, una vez que ya estén operando todos los proyectos en carpeta y varios más que deberán entrar en la próxima década, entre los que destaca el proyecto Aisén.



Este escenario, además, contará con la complejidad de que las cuencas para generación a carbón estarán copadas y no habrá mayor espacio tampoco para centrales basadas en combustibles como gas o petróleo.



«Aún hay tiempo, pero más adelante se van a agotar estos recursos y ahí hay que ir pensando seriamente en la nucleoelectricidad», dijo.



Es decir, aunque Chile entero diga NO a la energía nuclear, lo más probable es que ésta se instale más temprano que tarde. Si se hiciera un plebiscito la inmensa mayoría se opondría a tener esa brasa ardiendo entre las manos. Una de las concentraciones más multitudinarias que se recuerden fue la que se realizó en el Parque Forestal contra las pruebas nucleares de Francia en el atolón de Muroroa. Y eso estaba bastante más lejos.



Si nos dijeran que una única gran planta nuclear podría generar toda la energía que requiere el país y que se salvarían el Baker, el Pascua, el río Cuervo y todos los ríos del sur, capaz que nos convencieran. Que por una vez se hicieran las cosas bien hechas, y no a medias, como el Transantiago. Dinero es lo que sobra. En Chile viven tres de los hombres más ricos del mundo. Y el negocio de la energía será siempre muy bueno. Pero si por un lado unos pocos se hacen más ricos con el recurso nuclear y por el otro Endesa continúa construyendo represas de otro tiempo, no hay cómo salvarse.



Para el desierto de Atacama hay sin duda un mejor destino en la energía eólica y solar. Cientos de miles de molinos de viento y celdas solares que no sólo alcanzarían para abastecer a las minas sino para desalinizar el mar y regar un pedazo de desierto. Hay muchas energías alternativas, como la geotérmica, que podrían implementarse a corto plazo, sin una Comisión mediante. Por ahora, todos lo dicen, la energía nuclear no es indispensable, de manera que no es necesario adelantarse a los tiempos. Esos 108 millones destinados a la Comisión de Energía Nuclear no se justifican. Y si tanta es la necesidad tal vez sería el momento de terminar con el litigio con Bolivia y obtener gas por mar.



El gobierno de Michelle Bachelet, a través de su ministra de Energía, no honra el acuerdo de Chahual al abrir las puertas a la energía nuclear. Se está cumpliendo a medias, en ese y en otros puntos. ¿Quién tiene la razón? La credibilidad de la opinión pública está de nuestra parte.



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Malú Sierra. Directora del periódico virtual Voces del Bosque y ecologista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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