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La intransable soberanía alimentaria


El otro día el diario El Mercurio nos entregó una noticia que ha pasado inadvertida, pero que en el próximo futuro causará mucho daño a nuestro medio ambiente, a Chile entero y concretamente al pueblo campesino.



Bajo el título «Chile se llena de soya» este diario el 19 de marzo pasado (Revista del Campo NÅŸ1601) nos comunica que nuestro país se estaría transformando en un productor de semillas de soya. La transnacional semillera Monsanto tiene todo listo para plantar 5 mil hectáreas esta temporada y elevarlas a 10.000 en 2008.



Una semana después, el 26 de marzo, el mismo diario El Mercurio (Revista del Campo NÅŸ1602), amplía tal información con una entrevista al Vicepresidente Ejecutivo de Regulaciones de Monsanto, quien ya habla de sembrar 20.000 hectáreas en tres años. Este se entrevistó con el Ministro de Agricultura y le presentó el proyecto de expansión de la siembra de soya transgénica, el que fue muy bien acogido.



Esta noticia, aparentemente beneficiosa para los agricultores chilenos porque diversificaría su producción para la exportación, esconde peligros de grandes proporciones que es preciso denunciar.



Los llamados alimentos transgénicos son aquellos que han sido manipulados genéticamente para lograr ciertos beneficios como: adaptación a condiciones hostiles de cultivo: altas temperaturas, mejorar la calidad, resistencia a plagas, resistencia a virus y mejoras nutricionales.



Como contraparte la producción de estos alimentos manipulados generan graves problemas ambientales y sociales, como por ejemplo, las aspersiones intensivas de agrotóxicos, lo que causa catástrofes sanitarias de gran envergadura. Para ampliar las superficies de siembra, se intensifica la deforestación; se degrada los suelos y se destruye la biodiversidad, produciéndose por esto desplazamientos territoriales y desempleo.



Argentina que inició este proceso por allí por el año 1995, autorizado por Carlos Menem, ya tiene la mitad de su territorio cultivable con soya (16 millones de hectáreas). Existe una presión desmedida por comprar y expulsar a pequeños productores, campesinos y pueblos originarios, a decir del Grupo de Reflexión Rural (GRR) de Argentina (Censos 1988 y 2002). Además, se ha producido la desaparición de más de 160.000 productores.



En Brasil, con 8 millones de hectáreas de soya el modelo de los granos transgénicos es «el principal vector de la deforestación de la Amazonía, así como el de conflictos por tierra y de asesinato de trabajadores rurales». En el Paraguay, se ha llegado a una triple pérdida de soberanía nacional: depende de las exportaciones de un solo producto (soya) cuyas semillas serán proveídas por una sola empresa (Monsanto); pierde soberanía territorial, ya que grandes extensiones de tierra son adquiridas por extranjeros, en particular brasileños. También se produce la pérdida de soberanía alimentaria, porque el monocultivo sustituye a la diversidad de cultivos de subsistencia de las familias campesinas.



En el Uruguay, donde comenzó este proceso en 1999, autorizado por Julio María Sanguinetti, hoy es el principal cultivo agrícola del país, con más de 300 mil hectáreas sembradas . Luego empezaremos a ver las consecuencias…



En nuestro país el Ministro de Agricultura califica la ampliación de la superficie de la soya en Chile como una gran oportunidad para la agricultura chilena, señalando que contribuye a la diversidad productiva de una amplia zona (V a VII) y termina diciendo que una iniciativa de este tipo en el país «es el reconocimiento a la política económica».



¿Sabrá el señor Ministro de lo que está hablando? ¿Conocerá bien los efectos de los monocultivos y particularmente de los alimentos transgénicos? ¿No será éste un caballo de Troya que empezará a destruir a los pequeños productores campesinos desde dentro, como en Argentina, Brasil y Paraguay?



Señor Ministro: sugiero mirar un poco a su alrededor, antes de permitir un avance sin retorno en esta materia. Usted pasa; pero los campesinos quedarán sin tierra y los pocos que sobrevivan, habrán perdido su mínima soberanía alimentaria: junto con perder sus tierras, quedarán sin alimentos y emigrarán a las grandes ciudades, haciendo crecer los cordones de miseria.



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Iván Radovic, director ejecutivo Fundación OCAC (Oficina Coordinadora de Asistencia Campesina)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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