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El permiso de conductor a puntos


En la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito (Conaset), entre 2001 y 2003, constatando que la inseguridad en la ruta es una de las mayores causas de mortalidad y, sin lugar a dudas, la mayor en el grupo etáreo de los jóvenes, planteamos la introducción en Chile del sistema de puntajes en la licencia de conductor, aplicado con éxito en otros países al lograr disminuir los accidentes de tránsito y bajar considerablemente el número de fallecidos por esa causa.



La licencia por puntos representa una solución parcial pero efectiva surgida en 1947, cuando se estableció en el Estado de Conneticut, EE UU. Consiste en que al obtener licencia, el conductor tiene asignada una cantidad de «puntos buenos», cuya permanencia le autoriza para conducir. A la vez, cada infracción significa «puntos malos» que disminuyen su capital de buenos, en número que varía de acuerdo a la infracción cometida, balance directamente en conocimiento del titular de la licencia. La acumulación de puntos malos determina diferentes grados de peligro para el conductor, que puede verse inhabilitado en definitiva para conducir. Conjugando advertencia, rehabilitación por cursos y tiempo sin infracciones, se llega a la suspensión o a la cancelación definitiva de la licencia, la que aparece directamente ligada a la conducta del usuario de la vía, mediante este sistema que tiende a adecuar la legislación chilena a los avances usados en países exitosos en el control de los accidentes de tránsito. Es muy diferente conocer claramente y, en el hecho, «palpar» cuántos puntos restan, a tener una lejana noticia de poder ser sancionado alguna vez, proceso de por medio, por la acumulación de infracciones cometidas.



Desde octubre de 2004 se encuentra en trámite en el Congreso Nacional el establecimiento de la «Licencia de Conductor por Puntaje» y todos los días somos conmovidos por accidentes con resultado de muertos y lesionados. En 2006, fallecieron 1.652 personas en nuestras carreteras: poco más de 4,5 por día, 26 más que en 2005. En España, donde se implantó la licencia de conductor por puntos, en los primeros tres meses y medio de aplicación del sistema, hasta el 15 de octubre de 2006, hubo 182 muertos menos que en igual período de 2005, un descenso del 16,5% que supone que cada semana se salvaron 12 personas. En Chile, aplicando el mismo porcentaje de reducción no obstante la notable mayor población y número de vehículos en circulación que existe en la península, hoy estarían vivos 273 chilenos que sucumbieron en 2006 víctimas de los efectos del alcohol, el exceso de velocidad, la irresponsabilidad y, posiblemente, porque nuestras autoridades no han dado al tema la importancia que merece.

En la búsqueda de soluciones parece más importante que aumentar la penalidad a los infractores, realizar una efectiva política de educación y de control, ya que se ha comprobado que ésta es la única forma efectiva de reducir la criminalidad, en este caso, las contravenciones y los accidentes. No establece la ley chilena un procedimiento que permita la efectiva rehabilitación del conductor sancionado con la cancelación de su licencia, ni se contempla la posibilidad que el suspendido pueda acortar el tiempo de su pena, como sucede en el derecho comparado. Sólo se autoriza al infractor, en el artículo 209 de la Ley de Tránsito, para solicitar una nueva licencia «transcurridos que sean dos años desde la fecha de cancelación».



El sistema «a puntos» es didáctico y ha probado ser eficiente dado que el factor humano es determinante en un 95 % de los casos, si no la causa única de los accidentes. La velocidad excesiva determina una de cada dos muertes y en el año se cursan en Chile más de 1.100.000 denuncios por contravenciones, solo por Carabineros. Otra causa importante en los accidentes está constituida por el consumo en exceso de bebidas alcohólicas, siendo indispensable imponer la consigna de que «conducir no es un derecho sino que es un privilegio otorgado al que respeta las normas y la vida».



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Leonardo Aravena Arredondo. Profesor de Derecho, Universidad Central de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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