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Transantiago, versión francesa


Ya lejos de los problemas de Chile, y esperando la inauguración del 60° Festival de Cannes el próximo 16 de mayo, uno podría pensar que el cronista que escribe está despreocupado de los inconvenientes criollos. Después de todo, cuando algo anda mal en Chile, particularmente en relación con un servicio público, el comentario más frecuente que se escucha es «Ä„estamos en Chile, pues!».



¿Y qué pasa cuando no estamos en Chile? Aquí en Francia, país cuyos servicios públicos son admirados, ¿cómo les va a los que toman el bus? Bueno, no crean que tan diferente. Cannes es una ciudad con una población similar a la de Viña del Mar, en una superficie algo más compacta. Sus buses urbanos son modernos y cómodos, pero su frecuencia suele ser de entre 20 y 30 minutos (peor los domingos). Además, la mayoría de las líneas, particularmente a zonas residenciales, tienen su último recorrido a las 20 horas, o quizás antes. El pasaje cuesta unos 1.000 pesos. No pocas veces, sin razón o aviso, se elimina una frecuencia, y la espera puede ser de 40 minutos a una hora.



Ahora bien, Cannes no es exactamente un pueblito en la campiña francesa. Más allá de su famoso festival, el tercer evento más mediático en el mundo (incluso se podría considerar el primero, puesto que es anual, mientras las Olimpiadas y el Mundial se hacen cada cuatro años), y varios otros eventos, es un balneario de fama mundial. También es el lugar que muchos ancianos han elegido para pasar sus últimos años, aprovechándose del buen clima, a tal punto que fuera de las temporadas turísticas, varios de sus barrios se parecen más bien a una gigantesca casa de reposo.



Ahora para llegar a Cannes, si no se tiene vehículo propio, hay varios trenes diarios desde París. El viaje toma unas 5 horas. Al llegar a la estación de Cannes, es mejor no tener mucho equipaje, porque para salir a la calle hay que bajar y subir escaleras, y el único maletero disponible cobra un «ojo de la cara». La salida da justo en el estacionamiento, que hay que atravesar tratando de esquivar autos y varios obstáculos de cemento, para llegar a la parada de taxis (o si no son las 20 horas, de los buses urbanos).



Otra alternativa es llegar en avión. Cannes tiene un pequeño aeropuerto de cercanía, pero solamente para la aviación privada. Los vuelos comerciales llegan a Niza, distante de unos 30 kms. Ahora se presenta el problema de cómo desplazarse del aeropuerto a Cannes y viceversa. La alternativa más cara es el taxi. Cuesta unos 70 euros (unos 55.000 pesos, lo que cobran los taxis oficiales desde Pudahuel a Viña, una distancia más de cuatro veces mayor). Hay que entender que es un mínimo. La tarificación francesa para taxis es algo complejo. Al precio del taxímetro hay que agregar casi siempre unos suplementos que varían con el número de pasajeros, la cantidad de bultos, la hora del día y el día de la semana. Pueden fácilmente agregar 15 a 20% al total. Tampoco hay que olvidar la propina, un mínimo de 10%.



Travesía al aeropuerto



Al tener que ir a recibir una visita del extranjero, este corresponsal decidió salir con tiempo y tomar la línea 200, que pasa cerca de sus aposentos. Se trata de un bus interurbano, pero que va por el lento camino costero, parando en todos los pueblitos y balnearios de la Costa Azul. Son lugares con calles estrechas y mucho trafico (algo así como el camino costero en la zona de Algarrobo). El viaje toma entre una hora y 20 minutos a una hora y media. El bus sale cada 15 minutos, pero solo uno de cada dos buses pasa por el aeropuerto. La empresa depende del gobierno regional, y la tarifa es de menos de 1.000 pesos, en cualquier recorrido. Una ganga.



Llega el 200.



¿Ud. va al aeropuerto?
– No, el que sigue. Supuestamente debería ser en 15 minutos, pero el «siguiente» tarda casi 30 minutos en aparecer.



¿Ud. va al aeropuerto?

-No
¿Cómo qué no? El anterior no lo hacía, así que Ud. tiene que hacerlo.



El conductor piensa un rato, consulta su hoja de recorrido, y dice: «Sí, Ud. tiene razón. Tengo que pasar por el aeropuerto. Me equivoqué y el letrero está incorrecto».



El problema es que, mientras tanto, basándose en el letrero incorrecto, varios pasajeros ya a bordo piensan que van a otro lado. El conductor decide hacer ambas cosas, pero es un desvío y esto alarga el recorrido, sin contar los tacos que encontramos en varios pueblos, ni los primos franceses de los «¿me lleva por cien?» que suben y bajan sin conseguir el anhelado descuento. Sabiendo que estaba atrasado, el chofer trató de ganar tiempo evitando varios paraderos, sin importar si había pasajeros que querían subir o bajar allí (¿suena familiar?). Finalmente, llegamos al aeropuerto con media hora de atraso. Afortunadamente el vuelo de la visita también llega tarde.



Dos días después, la visita regresa a su casa y tenemos que ir otra vez al aeropuerto. No nos atrevimos a otra experiencia con el 200. Vamos a tomar la tercera alternativa al aeropuerto. El bus express vía autopista. Sale (supuestamente) cada media hora, tarda menos de 40 minutos, pero cuesta unos 10.000 pesos. También deja de funcionar a las 20 horas, así que los pasajeros cuyo vuelo llega más tarde, peor para ellos. Llegamos con tiempo al terminal de buses de Cannes. Había un bus aparcado en el sitio del servicio al aeropuerto, pero no se detectaba la presencia de un conductor.



Se supone que salía a las 10. Había mucha gente esperando, pero no pasó nada hasta las 10.30, hora del siguiente bus. Sin prisa, llega un chofer, sube a la máquina, cierra la puerta y enciende un cigarro (tan prohibido a bordo del transporte público en Francia como lo es en Chile). Mira unos papeles. Finalmente abre la puerta (sigue fumando) mientras otro empleado carga el malatero. A las 10.35 horas se pone en marcha. Moraleja: no se fíen en los horarios publicados si tienen un vuelo que tomar.



El servicio de buses no es lo único tropical en el sur de Francia. Casi ningún pequeño comercio (incluyendo farmacias) da boleta al hacer una compra. Esta semana, se anunció que en el primer trimestre de 2007, el déficit público del país llegó a 25.000 millones de Euros (+ 27 %). No se ve un sólo local clausurado. A ver qué hace el recién electo presidente Sarkozy al respecto.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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