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En movimiento


Los últimos sucesos nos han hecho reflexionar acerca de nuestra fragilidad humana, fragilidad que es también de la naturaleza. La zona de Aisén contiene desarrollos asociados a los bosques, las montañas y ríos que, de acuerdo con investigaciones de diversas disciplinas y especialistas, no corresponde a una larga data en comparación con otros territorios del planeta.



Sin embargo, hace 35 mil años este territorio tal vez pudo estar poblado de una inmensa capa de hielo que pudo haberse desplazado durante milenios o bien se trató de una extensa llanura fría y desértica que, poco a poco, se fue poblando de vegetación y, posteriormente, de avifauna, que a su vez evolucionó hasta disponer de importantes animales prehistóricos que desaparecieron producto de otros eventos de la naturaleza.



Entre el bestiario patagónico, el conjunto de animales que existieron, se considera a especies existentes también hoy, como el guanaco, el huemul, el avestruz, el pingüino, zorros y gatos salvajes, mientras que entre la fauna extinguida están el milodón, macrauchenia (tipo de camello), el mastodonte, el caballo americano y la pantera patagónica. Junto con ello, también es imaginable la existencia de grupos humanos que pudieron habitar la Patagonia y que por distintas razones desaparecieron o sucumbieron a los cambios climáticos ocurridos paulatina o vertiginosamente.



Estos eventos propios de la formación telúrica del territorio empalman con otras circunstancias asociados a erupciones, especialmente. Por ejemplo, cercano a nuestro tiempo, Enrique Simpson anotaba en su primer informe de viaje en 1870: «Puerto Pérez se encuentra en el NO de una espaciosa bahía en el Estero Aisén, al lado interior de las islas. Al norte tiene un llano cubierto de vegetación, divisándose a cuatro millas en esta dirección un volcancito, en la actualidad apagado, pero que según el práctico ardía 20 años atrás». Es decir, el piloto que orienta la navegación hace presente el dato de la existencia de una erupción en 1850 aproximadamente, en las inmediaciones del sector en que se localizan los epicentros hoy.



Asimismo, se plantea que de acuerdos a estudios arqueológicos, el volcán Hudson habría erupcionado por primera vez hace 7.000 años. Es una actividad volcánica que se asocia a otros volcanes de la zona fuera del territorio de Aisén, como los volcanes Aguilera y Reclus, claro que en un horizonte temporal de milenios. Después, ya sabemos que el Hudson volvió a manifestarse en agosto de 1971 y 20 años exactos en el mismo mes, pero en 1991, produjo una nueva devastación, que aún pervive en nuestra memoria.



De modo que nuestra existencia es apenas un punto en el espacio de vida de la Patagonia, donde los eventos de la naturaleza han tenido lugar mucho más allá de nosotros en una lógica natural que promueve sus propias acciones con un lenguaje que todavía no hemos aprendido a conocer con mayor comprensión y profundidad.



Esto quiere decir que la sismicidad generada en estos últimos meses es una buena oportunidad para estudiar y entender mejor estos fenómenos, sin perder de vista que somos un país en movimiento constante.



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* José Mansilla Contreras es profesor de Castellano residente en Coyhaique, Región de Aisén.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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