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Büchi, Piñera y la ecología


¿No será que la atmósfera que respiran los ciudadanos del sector de Pudahuel es más bien altamente tóxica debido a su proximidad con el aeropuerto Comodoro AMB y a las emanaciones industriales del sector (a las que se añaden las sustancias tóxicas que arrastra el Mapocho) que a las que son el resultado de las actividades domésticas de los ciudadanos?



La verificación de la hipótesis sería un dato duro de roer por Büchi y Piñera.



Considerando lo anterior llama la atención que la Presidenta responsabilice en sus declaraciones a todos los ciudadanos de manera vaga y general acerca del deterioro progresivo de ese bien común que es el aire que respiramos, sin que la CONAMA le haya suministrado la información acerca de quienes contaminan más en la región del Gran Santiago. El sentido común indica que hay quienes consumen más energía y combustibles contaminantes que otros. La desigualdad se prolonga a ese plano.



En otras palabras, si la Comisión Nacional del Medio Ambiente no lo ha hecho es porque no tiene recabada la información para que ésta sea pública. Y si no la tiene, es porque todavía no se comprende la dimensión social y económica de una crisis ecológica que tiene diversas facetas. Algunas menos visibles que otras.



La Comisión Nacional del Medio Ambiente tendría que identificar claramente en su sitio web cuáles son las empresas contaminadoras, qué tipo de energía y cuánto consumen; el impacto en términos de esmog y en gas de efecto invernadero, así como el volumen de gases contaminantes producidos por los empresarios y por los ciudadanos. Sería importante cruzar la variable ingresos.



La falta de información y de debates amplios sobre el tema ambiental, energético y ecológico permite a neoliberales como Büchi y Piñera intervenir para confundir a la ciudadanía. No puede ignorarse que se trata de una problemática donde la clase empresarial tiene una gran cuota de responsabilidad.



La función del Estado será clave en el tema. La responsabilidad gubernamental es informar acerca de quiénes contaminan, cómo, dónde y en qué proporción. Es importante saberlo, principalmente si hay proyectos de convertir al país en una potencia turística y alimentaria.



El 20 y 27 de mayo Sebastán Piñera y Hernán Büchi firmaban respectivamente una columna sobre el calentamiento global en el ‘Decano de la prensa’.



Hernan Büchi tiene su fan club integrado por políticos chilenos de distintas tiendas por ser considerado un primus inter pares en la selecta tribu transversal del neoliberalismo chilensis.



Para muchos, es el economista que le dio dinamismo al modelo económico neoliberal que él mismo contribuyó a implantar desde el cenáculo dictatorial con la promesa de que si los ricos podían enriquecerse sin límites, habría chorreo para las otras clases. Así, todo el mundo estaría contento: las clases medias querrían imitar con sus ingresos los patrones de consumo y estilo de vida de la oligarquía propietaria, los pobres saldrían de la extrema miseria y también les gustaría consumir como los de arriba.



Eso fue hace un cuarto de siglo. Hoy, la pobreza sigue existiendo y le sigue siendo útil al neoliberalismo para continuar justificando un modelo de crecimiento depredador.



Sin embargo, ni Büchi ni Piñera en sus columnas en El Mercurio acerca del calentamiento global van a referirse al precio a pagar por la voracidad energética y depredadora de los ecosistemas de una economía abierta, basada en la explotación de los recursos naturales, regulada sólo por el mercado, bajo control y dominio de la oligarquía nacional y global, cuyo fin último es la ganancia.



Viniendo de quienes viene, la intención no genera dudas. Se trata de salirle al paso a la toma de consciencia de la grave crisis ecológica y su onda expansiva de crisis social en potencia que atraviesa el planeta, Chile en particular y las medidas que se impone aplicar en contra de los que ocupan los primeros lugares en el ranking de los grandes contaminadores recalcitrantes.



Sin ambages, el economista y ex servidor de la dictadura, en una maniobra de diversión destinada a incautos, lanza a diestra y siniestra una serie de lugares comunes recitados en otras latitudes por individuos escogidos por su incondicionalidad en la defensa de los procedimientos del capitalismo neoliberal.



Puesto que el tema es globalmente álgido, la prensa canadiense reveló el mes pasado la existencia de Think Tanks financiados por las multinacionales petroleras que han redactado y distribuido un catálogo con los mismos argumentos de Büchi. En comunicación pública -en casos como éste- se habla de desinformación. En el medio científico y ecologista a quienes se obstinan contra las pruebas objetivas se los llama ‘negacionistas’.



El objetivo de la ‘Operación Büchi’ va más allá de mofarse de la señal de alarma de Al Gore acerca de la gravedad del calentamiento global. Büchi, un hombre que se supone es inteligente, se presta para asumir la misión imposible -viniendo de un tecnócrata e intelectual supuestamente educado en la escuela de la racionalidad occidental- de poner en duda la cientificidad de los estudios que demuestran con certezas razonables y pruebas fehacientes de que el responsable del fenómeno del calentamiento global son las prácticas humanas en el contexto de la sociedad productivista y de la búsqueda del crecimiento material sin límites.



Pero bueno, el poder de la ideología sobre los tecnócratas es el de empujarlos a decir cosas terribles que no dirían si pudieran pensar libremente.



La propuesta de Büchi en El Mercurio se resume en la siguiente aseveración: sigamos gastando y consumiendo energía como siempre. Y, las generaciones que vienen -mis nietos y los vuestros- que se las arreglen como puedan.



Declaración que Sebastián Piñera, convertido por motivos demasiado obvios en un caballero con la dama de Naturaleza, quizás algo abochornado con el oscurantismo de su par de la UDI, aprovechó -también en el Decano- para responderle: »la naturaleza es un don de Dios que hay que cuidar» (no sería extraño que durante su campaña, Piñera nos dijera que la compra de su isla con el parque Tantauco en Chiloé fue el fruto de una revelación divina o que el Todopoderoso lo tiene dentro de sus iniciados favoritos para entregarle información privilegiada con la »mano invisible»).



El maridaje entre oscurantismo y economía parece ser una constante desde que el neoliberalismo se transformó en dogma.



El primer paso de Büchi en El Mercurio del 20 de mayo es negar la existencia de pruebas y datos certeros que confirman lo que ya es un paradigma en las ciencias del cambio climático, es decir, que en los tres informes publicados, miles de científicos coinciden en que las temperaturas seguirán subiendo este siglo y que si no se toman drásticas medidas ello tendrá desastrosas consecuencias para la población mundial.



Büchi afirma: »En efecto, en muchas localidades el cambio climático real ha sido relativamente pequeño y encuadrado dentro del rango de la variabilidad natural». Aseveración vaga si no fuera por el uso del adjetivo ‘natural’ que le permite poner en duda que el calentamiento global sea más bien el resultado del impacto de las actividades económicas sobre la naturaleza.



En otras palabras, no hay nada que hacer ya que de todas maneras la tierra se calienta, sostiene Büchi.



Hecho que no escapa a la atención de Piñera, pero sin reconocer en su artículo en El Mercurio del 27 de mayo que la destrucción ecológica y la crisis energética se dan en un contexto de apropiación y explotación capitalista privada de los recursos naturales.



Ahora bien, los hallazgos presentados este año por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU mostraron la mayor evidencia hasta el momento sobre el calentamiento que producen los gases de efecto invernadero. Estos gases no son producidos ‘naturalmente’ por el planeta puesto que no son los osos, las focas, los gorriones ni tampoco las ballenas azules, ni »todos» los chilenos los que consumen petróleo en exceso, producen desechos industriales, tienen dos autos, se pasean en 4×4, calientan sus piscinas con gas o electricidad en el invierno, calefaccionan y climatizan casas de 800 metros, usan yates en sus lagos del sur, lanchas rápidas para hacer ski acuático, poseen aviones y helicópteros privados y son propietarios de flotas de aviones con fines de lucro (por supuesto).



Así es. Büchi, cabeza gacha, arremete: »La hipótesis respecto de que las emisiones de gas invernadero han producido o son capaces de producir un calentamiento significativo del clima de la Tierra desde el inicio de la revolución industrial es creíble y por ello amerita continua atención. Sin embargo, esta hipótesis no ha podido ser probada a través de argumentos teóricos formales y los datos existentes permiten cuestionarla creíblemente. Los argumentos que la apoyan se basan en simulaciones computacionales que nunca pueden ser decisivas como evidencia.»



Al montaje retórico de la frase anterior, Aristóteles lo tildaría de ‘sofisma de la contradicción persuasiva’. En ella, primero se afirma la credibilidad de la hipótesis para después negarle toda veracidad. Ahora bien, cabe preguntarse si vivimos en el mismo planeta que el Sr. Büchi, ya que justamente al día siguiente de la publicación de su artículo en el Decano, los medios de prensa del mundo entero publicaban la siguiente información: en 2005, la Antártida vivió el mayor retroceso de los hielos en tres décadas, desde que se realizan observaciones con satélites, según informaron los científicos.



El descubrimiento fue dado a conocer por el Jet Propulsion Laboratory en California, que colabora con investigadores del medio ambiente de la Universidad de Colorado en las mediciones y la interpretación de los datos por satélite de la NASA.



El ex ministro de Pinochet retoma en su texto la tesis defendida también por el meteorólogo chileno Patricio Aceituno, en una columna de La Tercera, donde afirmó que el clima de la Tierra es un sistema extremadamente complejo por lo que sólo un 10% de los fenómenos climáticos son predecibles. Con tal porcentaje no se podrían construir hipótesis, están queriendo decir tanto Büchi como Aceituno. Por lo que -según ellos- es mejor no tomar precauciones. Es mejor vivir sin cambiar nada, en una incertidumbre de alto riesgo previsible -son los preceptos de la moral negacionista- que implica seguir respirando el aire contaminado de la cuenca de Santiago y continuar destruyendo el planeta, en vez que hacer gala de moderación, y prudencia, pero dotándose al mismo tiempo de planes de urgencia a partir de datos reales. Y sobretodo imponiendo la regla justa: el que contamina paga.



Piñera de RN, político más ingenioso y perspicaz que el UDI Büchi, prefiere hablar de »conductas» para referirse a las causas del daño ambiental. El eufemismo es vago y busca desviar la atención, puesto que no todas las conductas contaminan y consumen energías por igual. En efecto, es la oligarquía a la cual Büchi y Piñera pertenecen con su estilo de vida y consumo, y, el modelo neoliberal de crecimiento y de extracción sin límites de recursos y energías no renovables defendidos a pie juntillas por los dos, quienes son los responsables directos de la crisis ecológica en ciernes.



Si Büchi si se prestó para negar lo evidente y Piñera le tira las orejas por ser un neoliberal ultra e inflexible, es porque los dos saben que en los años venideros la opinión pública será cada vez más receptiva a los análisis que sostienen que el crecimiento material (no estamos en contra del desarrollo económico y social armónico con los ecosistemas) del tipo del modelo neoliberal chileno es insostenible para los ecosistemas y beneficia a una clase empresarial irresponsable en el plano ecológico.



Puesto que el Modelo es energívoro y altamente depredador del medio ambiente, es responsabilidad del Estado, consultar a todos los ciudadanos, tomar medidas urgentes para preservar la bioesfera, mejorar la calidad del aire e imponer multas a los depredadores, así como reorientar las inversiones a sectores de la economía social y el conocimiento. Para dejar como legado a las generaciones futuras un país sano, hermoso, justo y solidario. Eso es amar el Chile real, su pueblo, su tierra, sus mares y su cielo. Una verdadera herejía para el dogma neoliberal.



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Leopoldo Lavín Mujica. Profesor del Departament de philosophie du Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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