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Autocensura televisiva


En el debate que se ha generado en torno a la designación de dos nuevos directores de TVN ha brillado por su ausencia alguna mención al principal problema que tiene la televisión chilena desde hace décadas: su profunda autocensura.



Esta podemos verla reflejada fundamentalmente en tres ámbitos: En la omisión de la información y debate sobre los temas de mayor trascendencia social; en la exclusión de las voces de los dirigentes sociales de los sectores medios y populares; y en la no exhibición del conjunto del cine chileno del exilio y de la generalidad de los documentales nacionales que tienen una mirada crítica de nuestro pasado reciente.



De este modo, es imposible encontrar en nuestra televisión -incluyendo a TVN- programas que ofrezcan información detallada o debate público sobre temas tan relevantes como la distribución del ingreso; las políticas del cobre; los tratados de libre comercio; la duración real de la jornada de trabajo; los niveles de remuneraciones de la gran mayoría del país; la vigencia efectiva de los derechos a la sindicalización, negociación colectiva y huelga; la concentración existente en la producción y el comercio nacionales; la estructura de propiedad de los medios masivos de comunicación social; etc.



Nadie podrá decir que estos temas no tienen una altísima incidencia en la calidad de vida de los chilenos y, por ende, que no sean de gran interés público. El problema está en que su tratamiento y debate pueden comenzar a poner en cuestión el modelo neoliberal vigente, uno de los más injustos y concentradores del poder del planeta. Ä„Ni siquiera los canales han efectuado debates públicos sobre el Transantiago o acerca de la inminente introducción de la televisión digital en el país!



El segundo mecanismo más importante de autocensura es la exclusión sistemática del conjunto de las voces de dirigentes populares o de sectores medios; ya se trate de dirigentes sindicales, vecinales, indígenas, de pequeños productores, de cooperativas, de organizaciones juveniles, etc. Las personas de sectores populares solo aparecen en televisión como víctimas de la delincuencia, enfermedades o accidentes; como manifestantes o barristas que entran en conflicto con la policía; o, en el mejor de los casos, como individuos que protestan frente a alguna arbitrariedad o injusticia gubernativa o empresarial puntual de que son víctimas.

En sentido contrario, vemos y escuchamos permanentemente en los noticiarios a una pléyade de dirigentes de la banca, industria, comercio, minería, agricultura y de servicios en general.



Por último, un tercer expediente lo constituye la negativa, también sistemática, a exhibir la abundante filmografía del exilio, lo que incluye obras de Raúl Ruiz, Patricio Guzmán, Miguel Littin, Helvio Soto, Sergio Castilla, Orlando Lübbert, Pedro Chaskel, Ignacio Agüero y Valeria Sarmiento, entre muchos otros. Y la censura fáctica que sufre la generalidad del cine documental realizado a partir de 1990, como «Allende» o «El caso Pinochet», de Patricio Guzmán; «La flaca Alejandra», de Carmen Castillo; «La venda» de Gloria Camiruaga; «Estadio Nacional», de Carmen Luz Parot; y «I love Pinochet», de Marcela Said; muchos de los cuales han sido premiados en festivales extranjeros de cine. Ä„Ni siquiera «Missing» ha sido difundida todavía por televisión abierta!



Esta autocensura ha llegado a tales grados de sofisticación y maquiavelismo que hace algunos años TVN auspició una muestra por varios días de «El caso Pinochet» en el Cine Hoyts La Reina para que la vieran algunos centenares de personas. Sin embargo, hasta la fecha, ha impedido que la vean a través de sus pantallas de televisión los dieciséis millones de chilenos…



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Felipe Portales. Programa de Libertad de Expresión. Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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