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Crisis energética: un poco de imaginación


Los gobiernos y las opiniones públicas de los países centrales están crecientemente preocupados por una triple crisis energética: aumento del precio, cambio de su geopolítica y elevación de la temperatura del planeta. En nuestro país, en cambio, que es dependiente de las importaciones de combustible, pareciera esperarse que el gobierno solucione milagrosamente el problema y mientras tanto subvencione a los afectados, es decir, a empresas y consumidores particulares.



Aumento del precio



Cuando el precio del petróleo subió hace cuatro años, muchos pensaron que, como dos veces a partir de 1973, con el tiempo bajaría, dado el incremento de la eficiencia energética; de que cada vez los bienes son más ingrávidos, gracias a la revolución tecnológica, y al aumento de la oferta. No ocurrió así, y además arrastró al alza los precios del gas natural, también del licuado.



Según un reciente informe a la Agencia Internacional de la Energía, la situación no cambiará en los próximos cinco años, en el futuro previsible, debido a la disminución de la producción no OPEP y al aumento del consumo en los países en desarrollo, en especial de Asia. Ese consumo, que es actualmente el 42% del total mundial, será de 48% en 2012. Un incremento que es consecuencia de la súbita irrupción de parte importante de ese mundo en la revolución industrial, seguida por la adopción de las pautas de consumo de los países desarrollados (automóviles, refrigeradores, aire acondicionado, más líneas aéreas de bajos costos).



Nuevo equilibrio geopolítico



El segundo problema es el cambio del equilibrio geopolítico. Siempre la energía fue parte de esos conflictos, p.ej., en las tres guerras entre Alemania y Francia, desde 1870 a 1945, el carbón fue una de las causas determinantes. Y hasta la década de 1970, el petróleo fue controlado por las llamadas siete hermanas, compañías anglosajonas que contaron con un exitoso respaldo político y militar de Londres y Washington. Así, p.ej., Churchill logró «pacificar» a las tribus iraquíes con bombardeos químicos en la década de 1920 y la CIA pudo derrocar a Mosadeq en 1953, el más democrático de los gobernantes en la historia de Irán, cuando intentó nacionalizar lo que hoy es British Petroleum.



Los tiempos cambiaron, a Irán llegaron los ayatolas, tal vez un subproducto de la acción de la CIA, y Bush y Blair fracasan ahora en Mesopotamia. Y los gastos en tropas e inteligencia para mantener la tranquilidad del golfo árabigo/pérsico, que aumentan varias veces el costo del barril de petróleo que exporta la región, hoy son simplemente un desperdicio.



Las multinacionales angloamericanas, además, han sido sustituidas por las nuevas siete hermanas, todas ellas empresas estatales de países en desarrollo.



Aramco de Arabia Saudí, Gazprom de Rusia, Pdvsa de Venezuela y Nioc de Irán son gigantescas exportadoras de petróleo y gas, y sus gobiernos utilizan el poder que trae consigo, no solamente respecto de los precios. CNPC, de China, sobre la base de una política internacional de su gobierno fundada en el respeto absoluto al principio de no intervención, apaga, desde África y Asia, la sed insaciable de combustibles del salto al desarrollo de Beijing.



Mientras que Petrobras de Brasil y Petronas de Malasia compiten en administración y desarrollo tecnológico con las empresas occidentales, pero con un criterio más bien nacional.



Aumento de la temperatura del planeta y precio subvalorado



La tercera fase de la crisis es el aumento de la temperatura del planeta, como consecuencia de las emisiones de gases con efecto de invernadero, con su secuela de inundaciones, sequías, huracanes, aumento del nivel del mar y destrucción de fuentes de agua dulce. Hoy, hasta la derecha norteamericana y las multinacionales petroleras lo reconocen, y los disidentes se reducen a recalcitrantes marginales como el presidente de la República Checa.



Para los científicos la solución es costosa pero indispensable, hay que invertir ahora para evitar calamidades futuras. La energía está en realidad subvalorada. En su precio no se considera el daño que produce el consumo de combustibles fósiles debido a que usamos la atmósfera como un basurero gratuito. Peor todavía, los precios baratos incrementan el consumo y desalientan las inversiones en tecnologías alternativas



Un poco de imaginación



Los esfuerzos internacionales para enfrentar la crisis han tenido magros resultados. Las diferencia de percepciones e intereses son manifiestos.



Estados Unidos habla de emisiones totales, China comienza a sobrepasarlos, y Beijing replica que su consumo per cápita está a años luz del norteamericano. Y en los países en desarrollo que importan energía, como Chile, pareciera imperar el desconcierto.



Las proposiciones de nuestro ministro de Energía para ahorrarla son razonables, pero insuficientes. En un país como Chile hay que usar el mercado, es decir, los precios, y, por consiguiente, establecer una tarifa eléctrica progresiva, que subvencione a los chicos, pymes y residencias, con el mayor precio que paguen los grandes (centros comerciales, empresas oligopólicas y de la gran minería, edificios de oficinas, hoteles y restoranes de lujo, etc). Eso puede llevarlos a autoabastecerse de electricidad, como lo hace el gigantesco conglomerado norteamericano Johnson & Johnson



También hay que fomentar el uso del transporte público, ese fue por lo demás el ahora olvidado objetivo del Transantiago, con control (Estado o municipalidades) y financiamiento públicos (con el pago de un derecho de congestión a los vehículos particulares que ingresen a zonas de gran tráfico, como en Londres). Tampoco están de moda las grandes centrales, que son más propias de la planificación centralizada. En el oeste norteamericano, las centrales de pasada comienzan a reemplazar a las grandes hidroeléctricas, y el terreno es similar al chileno, con ríos torrentosos. Y la construcción de centrales nucleares está suspendida en Alemania por un gobierno muy similar a la Concertación.



En todo el mundo, además, se exime de impuesto y se subvenciona a las nuevas tecnologías. Así, en España, el 27% de la electricidad proviene de molino de vientos (Alemania la sigue en porcentaje, aunque su generación eólica es mayor) y las principales productoras de esas turbinas son Iberdrola y Siemens. Mientras que Lula logra entusiasmar a Bush con los biocombustibles. Y en Barcelona todo edificio nuevo o remodelado debe incluir en el techo un calentador solar del agua.



Por último, el gobierno debe dar el ejemplo. De los ministros para abajo no usar autos fiscales, salvo para ceremonias. Y en verano, todos en camisa o blusa, sin chaqueta ni corbata.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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