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Mi querido enemigo


«Hemos alcanzado un acuerdo histórico». «Este acuerdo se constituye en un hecho inédito en el último tiempo». «Es un reflejo de la madurez y unidad de la Alianza». «Potente señal de gobernabilidad». Hace menos de un mes se podía leer profusamente en la prensa las declaraciones de buena voluntad y palabras de buena crianza de la derecha por alcanzar con más de un año de antelación un precario acuerdo municipal.



Pero tal parece que lo histórico y lo inédito del mentado acuerdo, es lo poco que alcanzaron a durar las sonrisas en la Alianza. De lo contrario, cómo se explica una vez más las duras disputas internas que sacuden a la derecha por estos días.



Porque, como reza el refrán, «aunque la mona se vista de seda mona se queda». La Alianza por Chile nuevamente deja en evidencia sus graves fracturas internas que se arrastran desde los inicios de la recuperación democrática, donde las pasadas de cuenta y los «chaqueteos», como señaló el ex candidato presidencial de la derecha Sebastián Piñera, están a la orden del día.



Este pobre espectáculo, que en reiteradas oportunidades ofrece la Alianza al país, da cuenta de que sus acuerdos no pasan de ser una parafernalia cosmética sin contenido ni sustancia y que, si de algo sí carece la derecha, es de unidad para la gobernabilidad; lo que si prima en ella son las ambiciones de poder y las carreras personales.



Ya lo habíamos mencionado, el bullado «desalojo» de Allamand, al final iba a terminar siendo el desalojo de Piñera. La opción presidencial de éste, ha sido puesta en duda en las bases mismas de su sentido: no se equivocan sus socios: los negocios y la política son caminos separados.



Pero en realidad estas reacciones de los socios de Sebastián Piñera, frente al dictamen de la Superintendencia de Valores y Seguros, han despertado ambiciones antiguas y, virtualmente, sus aliados se han lanzado a la yugular del herido. Tratando de recuperar la hegemonía para la UDI y «dejar las cosas como deben ser».



Que más se puede esperar. Esto y no otra cosa es la derecha chilena. La guerra de declaraciones de estos últimos días no hace más que demostrarle, por enésima vez al país, que la «Alianza» carece, total y absolutamente, de un proyecto político estable que ofrecerle al Chile del Bicentenario. Aquí importan más las ambiciones y las cuentas pendientes, por sobre otra cualquier consideración electoral o programática.



Así las cosas, al Gobierno y a la Concertación sólo le resta vencer la tentación de «tomar palco» y confiarse en las desavenencias que están en el ADN de la Alianza. Por el contrario, hay que reparar en los errores y seguir haciendo las cosas que van por el buen camino. Demostrando con hechos, y no con acciones comunicacionales, que es la mejor opción para el país, porque en la diversidad hay unidad, generosidad y un sistema para alcanzar acuerdos que ya es institucional. Esta muestra de madurez da cuenta, y hay que ser majadero una vez más, que la Concertación de Partidos por la Democracia sigue siendo la coalición política más exitosa de la historia de Chile.





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Jorge Parragué López. Cientista Político U.C. y miembro de «Jóvenes Progresistas» de la JPPD.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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