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El rechazo a la sociedad enferma


Pocas veces los medios habían usado con tanta soltura el término de «loco» como apodo, a una figura pública, como es el caso del entrenador de fútbol argentino Marcelo Bielsa, candidato a dirigir el equipo de selección de futbolistas de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional.



Pocas veces la llegada de una figura pública, que ejerce una profesión popular y cotizada, había generado en los medios en Chile -por cierto, el Chile de los últimos 30 o 40 años- tanta expectación y posturas bordeando el paroxismo.



«Que viene, que no viene (Bielsa). Que sabe, que no sabe. Que puede, que no puede. Que sirve para esto, pero no lo otro. Que sí, que no». Una infatigable cadencia se reflejaba en los medios, pero no de música, sino de un péndulo cruel, castigador, manifestando a veces el peso de la saliva que ondea borbotones en la bestia ansiosa e irracional.



Se podrá entender la insularidad de Chile; se podrá entender su limitado cosmopolitismo; se podrá entender el desborde sin límites a veces en los que ejercen la política del poder político sin contemplaciones; se podrá entender una serie de situaciones inconsistentes en un país semiindustrializado y subdesarrollado que suceden a diario en la estructura de servicios públicos o privados. También es posible configurar una explicación al funcionamiento de los medios con la frase «a tal sociedad, tales medios», pero lo que sucedía en torno a este deportista tenía menos explicación.



En muchos sectores de Argentina, todavía existen legiones de ciudadanos que hablan muy bien de Chile; del país del crecimiento económico sostenido, con espacios para la seguridad personal, con un clima de estructura de servicios que funciona, con estabilidad socio política, el país que mantiene altos niveles de competitividad y probidad, no obstante, gradualmente esta visión de tantos rasgos positivos sobre Chile está perdiendo credibilidad en los países vecinos.



En medio de viajes por el Santiago acomodado, Bielsa – que lee mucho y como cualquier persona de sus credenciales, también entrelíneas- vio, olió, palpó una sociedad enferma de ansiedades por la competitividad, triste por una serie de duelos no resueltos. Se dio cuenta en un fin de semana, lo que muchos medios y muchas historias sobre Chile no cuentan. «Una sociedad que es muy competitiva y que en el deporte está llena de fracasos, es peligrosa», me dice un periodista deportivo. Otro pone el dedo en la llaga. «Aquí la sociedad está enferma. No sé si es la única, pero lo sentimos más porque es la que tenemos».



Ojalá que Bielsa diga que sí, porque le haría bien -en el sentido de contar con una persona inteligente e integral en lo profesional- a todo el ambiente que gira en torno a la mercancía del fútbol profesional.



Pero está la otra posibilidad: que diga que no. Y su negativa, -leo en el propio ambiente- no será sólo por los factores que intrínsecamente componen al fútbol profesional. Ese «no» será por algo que se expande más allá del fútbol, y que se reflejó en el ambiente país proyectado principalmente por los medios.



Bien por él si no viene, porque se está librando de un país enfermo. Si viene y fracasa, nos salvamos. Si triunfa, nos salvamos también. Mal para esa sociedad que se encandila con el fútbol profesional, y al que Bielsa podría aportar su cuota de realismo y, por qué no, de sueños.







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J.F. Cole, escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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