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Lázaro no estaba muerto, andaba de retiro


Luego de años de silencio, en que la Iglesia Católica se había encerrado en la privacidad de los «temas valóricos», cual Lázaro bíblico, por estos días pareciera haber revivido la jerarquía. El obispo Goic se acordó que defender la vida incluye opinar sobre algunas cosas más que sólo vigilar con quien tenemos sexo. O sea, en estricto rigor, con quien los otros tienen sexo. Lo cual no es poco, luego de años de autoexilio del espacio público «amplio» y de autolimitarse a «defender la vida». Por ejemplo, etiquetando como drogadictos a los hijos e hijas de matrimonios separados en una campaña a nivel nacional.



En este largo período Dictadura-Concertación, donde se ha profundizado la desigualdad del ingreso y de las oportunidades socioeconómicas, la Iglesia había opinado como mucho una vez al año. Aceptando poder omitir acontecimientos por ignorancia, sólo recuerdo la declaración de la Conferencia Episcopal en la primera mitad del 2005, una homilía de Tupper para un 1ÅŸ de mayo o un Te Deum y… ¿hay algo más?. Porque no se puede tomar en cuenta la declaración de Errázuriz, obviamente en El Mercurio, defendiendo el lucro en la educación. Declaración donde lo pastoral brillaba por su ausencia: Ä„no llevaba ni una cita bíblica!. Y estamos hablando del jefe de la Iglesia católica chilena… Iglesia que también tiene sus intereses en aquel «nicho de negocios».



Pero volvamos a Goic. Por fin alzó la voz… bueno, dejémoslo en que declaró contra los bajísimos sueldos pagados en Chile. Como ya no se lo puede relacionar al comunismo internacional, ni ningún «legislador» de uniforme lo identificará con el Chapulín Colorado, la «seria» respuesta vino de otro lado. Desde los interesados y desde la «ciencia». Es decir, de parte de los grandes empresarios, agoreros de las penas del infierno ante la más mínima sugerencia de igualdad; y, de sus voceros los economistas. Estos dicen lo mismo, pero con gráficos y números; lo cual bastaría para elevar sus opiniones a la altura de hechos científicos.



La respuesta de los grandes empresarios a Goic, no deja de extrañar. Se sabe que sus compañías crean una muy mínima parte de los empleos en Chile. Es decir, son declaraciones evidentemente ideológicas. Lo cual no critico. En democracia, todos tienen derecho a pensar y opinar lo que quieran. Más cuando ellos son dueños de los medios o pagan a esos medios en publicidad cantidades exorbitantes. El punto negativo es eludir la verdad y hacer pasar opiniones políticas por técnicas. O sea, salir con la patraña del bien del país, en vez de aceptar que no pagan más para no bajar sus ya millonarias utilidades. Será necesario recordarles las palabras que el mismísimo Adam Smith les dedicara: nunca pondrán el bien público, ni siquiera el de su nación, por sobre sus propios intereses.



Sobre las declaraciones de los economistas en respuesta a Goic, el gran economista J. K. Galbraith los señalaba como los voceros de los ricos y no tenía problema en indicar que ganaban fama mientras dijeran lo que aquellos quisieran escuchar. Eso sí, Galbraith podía decirlo porque era mucho más que un economista como se ha llegado a entender hoy. No era un mero tecnócrata. Era un intelectual. Y, cabe señalar para quienes no lo conozcan y en su atrevimiento me crean recurriendo a un «izquierdista», que Galbraith era un liberal convencido en pro de la economía de mercado.



Entonces, a propósito de los economistas, quisiera referirme a las declaraciones de Evelyn Matthei, senadora Udi, quien fustigó al obispo por… no ser economista. En el fondo le dijo que no hablara leseras, porque no tenía idea. A primera vista, parecen lógicos los dichos de la senadora de que más allá de lo ético, la idea es pagar lo que cada empresa sea capaz. El problema es que la Economía Moderna en su afán de lucro (por el cual, de mala gana, crea empleos) enseña a bajar los costos para subir las utilidades. Como el empresario sólo puede planificar sobre los costos fijos, sólo podrá economizar en esos costos. Siendo el salario el costo fijo por excelencia. Entonces, hablando desde la «ciencia» económica, para qué pagar más, si la sobreoferta de mano de obra permite mantener bajos los sueldos y altas las ganancias.



La Economía Moderna, enseñada a la Sra. Matthei, es «científica». El resto es poesía, nos dirán seria y sesudamente. Aparte de basarse en sus clases, ella ha de estar haciéndolo en quien todo Udi debería leer con avidez: Friedrich Hayek (digo debería, porque se dice que cierta persona neoliberal, ya en un cargo de elección popular, tuvo que tomar urgentes clases de los clásicos liberales). Hayek, premio Nóbel, gurú de la dictadura y padre espiritual de nuestros chicago boys & girls (recuerden la paridad), afirmaba que los salarios no son ni deben ser justos. Ni siquiera deben responder a las necesidades o merecimientos de los trabajadores. Simplemente son una de las vías para la «dispersión» del ingreso. En un sistema de mercado, no hay ni debe haber consideraciones de «justicia social». Tal concepto es una mera ilusión y, de materializarse, sólo destruiría la sociedad.



La ciencia, nos dirán de nuevo seria y sesudamente, hace mucho dictó su sentencia. Una cosa es el mundo como quisiéramos que fuera y otra muy diferente es tal cual es. Los economistas, hacen de tripas corazón, y nos guían por la pérfida realidad aguantándose la pena. Eso es lo incomprensible para Goic. Este señor pensará que la cosa anda al lote. Pero, entiéndalo de una vez: Ética y Ciencia son ámbitos diferentes. Ä„¿Qué se cree de andar proponiendo vivir la vida en base a una ética diferente a la del lucro máximo?!… Más, cuando los economistas —sin formación en Sociología, Psicología, Historia y Antropología— nos han «probado» el egoísmo natural del ser humano. Por más que no me quede claro si en su momento, les cobrarán a sus hijos todos los gastos de crianza, ¿o los harán firmar letras?



Como tantos economistas neoliberales (y católicos de la Udi), la Sra. Matthei se nutrió de la formación universitaria de una institución católica. Ella es Licenciada en Ciencias Económicas de la Pontificia Universidad Católica. La casa de estudios promotora del desembarco de la Escuela de Chicago en Chile. A fines de los años ’50 del siglo pasado, fue el rector monseñor Alfredo Silva quien firmó el convenio con la Universidad de Chicago. Es decir, para «formar» a sus alumnos en una línea económica para la cual la «justicia social» no existe. Dicho concepto y los demás de la moralina católica, son mera «ideología». La propia Doctrina Social de la Iglesia, nos dirán los chicago, es una cháchara ideológica disfrazada de buenas intenciones. ¿O Ud. todavía imaginaba que en la PUC los ingenieros comerciales estudian Doctrina Social o a los economistas escolásticos de la Escuela de Salamanca?



Así es pues, Sr. Goic. No hay peor astilla que la del mismo palo. En tal sentido, no estaría mal revisar los currículum de las carreras de Economía de las universidades católicas del país. Si son católicas, pareciera bueno que enseñen menos de esa «ciencia» del egoísmo. Tal vez, sea conveniente enseñar un poco más de esa ideología llamada moral cristiana católica. Es más, estoy casi seguro de que si las personas ven a su ONG comprometida con ellos, hasta irían más a misa… Piénselo, ¿cómo sabe si así no se le siguen haciendo «canutos» los clientes?… Lázaro, Ä„levántate y anda!



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Andrés Monares, Antropólogo y Académico

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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