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Consensos y concesiones


Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que consenso es el «acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos». Es una definición en la que uno fácilmente podría estar de acuerdo, pero a veces pareciera que ese significado ha ido modificándose o adecuándose en la realidad nacional, especialmente en el ámbito político.



Es claro que en un partido político existe consenso entre sus integrantes que voluntariamente manifiestan estar de acuerdo en una determinada visión de la sociedad, que para quienes militamos en el Partido Socialista es, como dicen sus estatutos, la lucha «por una radical profundización de la democracia, haciéndola participativa, por una economía solidaria al servicio de la satisfacción de las necesidades de los seres humanos, una cultura de la libertad y una proyección de Chile en el mundo a partir de su condición latinoamericanista e internacionalista».



De un tiempo a esta parte, sin embargo, pareciera ser que consenso ha pasado a significar una cosa distinta a lo comúnmente entendido. Consenso ha pasado tener varias acepciones y formas prácticas de manifestarse. En boca de algunos, este concepto se ha asimilado más al de concesión, que según la RAE tiene entre varios significados: el de acción y efecto de conceder; y, acción y efecto de ceder en una posición ideológica o en una actitud adoptada.



Sin duda es deseable que exista en la sociedad y entre los actores políticos la posibilidad cierta de arribar a consensos, especialmente cuando esos acuerdos efectivamente van en beneficio de los ciudadanos y del país. Pero también es bueno y sano para una democracia imperfecta como la nuestra que exista y se exprese la diferencia, de manera de que se representen todas las visiones de país que conviven entre los chilenos. Y cuando hay diferencia, lo normal es que exista debate sobre ella.



Lamentablemente, la acepción criolla del consenso tiende cada vez más a la concesión, creyéndose de manera errónea que así se avanza, aunque los hechos muestren exactamente lo contrario. En el ámbito parlamentario no parece ser consensuado algo que en realidad se impone, que se acuerda entre muy pocos o, peor aún, que se acuerda primero con los otros, con los que aparentemente se busca consensuar y se termina concediendo. Eso más bien tiene rasgos de inseguridad, autoritarismo y miedo al debate.



Sin embargo, lo peor no es la mutación del consenso, sino las penas y castigos que existen para quienes, no queriendo conceder, se restan de estos falsos acuerdos y, obvio, de sumarse a quienes intentan a posteriori convencernos de que efectivamente lo es, aunque ellos mismos en privado reconozcan que no es así. Complejo escenario político, en un momento donde, aunque suene repetido, el verdadero fin de esta interminable transición pugna por nacer, de la mano de la libertad, de la transparencia, de la participación, del acceso a la información y del verdadero consenso ciudadano.



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Alejandro Navarro Brain, senador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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