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Verónicas


No. El tema no va de la joven doncella que por compasión limpió el rostro de Jesús con un paño en el cual -según los evangelios-, quedó impreso el rostro de Cristo. La joven que hasta ese día obedecía al dulce nombre de Berenice fue llamada en adelante Verónica, que viene de «vera iconica», el verdadero icono, sexta estación del via crucis.



Aunque parezca curioso, de ahí derivó la palabra que en tauromaquia designa el lance en que el torero espera de frente la acometida del toro con la capa extendida, abierta con ambas manos.



Desde luego el torero -justo en el último instante-, se hace a un lado y el toro embiste el vacío, habría que ser muy peras cocidas para quedarse allí y recibir los más de quinientos kilos de bestia en la pera, está bien que te guste la carne en plan Rodizio pero too much is too much, el torero queda como dios y el toro -si el ridículo matase-, no tendría necesidad de seguir haciendo el loco hasta la estocada final.



Ya ves, el tema va de «verónicas» como arte de esquive, lo que en chilensis vernáculo recibe el más frugal apelativo de «Sacarle el poto a la jeringa».



Nosotros de toros nada pero de «verónicas» entendemos un puñao. Si no me crees, mira la costumbre gubernamental de crear comisiones inútiles cada vez que algún tema embiste con la fiereza propia de la desesperación que generan el olvido y la desidia.



Verónica pura, del más simple y generoso arte, nada por aquí, nada por allá, pasó la vieja, quiero decir el toro, y la comisión desaparece como por arte de magia, se desvanece como la capa ante los cuernos «der bicho«.



Uno piensa que el toro aprende y que a la próxima embestida, verónica o no, apuntará donde debe y le dará justo entre los huevos al torero, nunca tan huevón, una vez me la haces ¿pero dos? No. Quiero decir que el toro no aprende.



Y si te crearon un Consejo (con ese) de la Educación para sacarse de encima a los pingüinos, hoy te crean otra comisión al peo para sacarse de encima el salario ético, o más bien la tan preterida reivindicación de redistribuir la riqueza en modo justo. Ä„Michelle torera! ¿Quién lo hubiese dicho?



Pero hete aquí que el no tan beligerante presidente de la CUT, esa organización algo desdentada y poco embestidora, su presidente digo, Arturo Martínez para más señas, se cabrea, desestima la existencia del Consejo Asesor Presidencial para la Equidad Social, y plantea que «llevamos 16 años con comisiones, con consejos e inventos, y al final termina siendo el Ministro de Hacienda quien toma la decisión final«. Ä„Andrés Velasco torero! ¿Quién lo hubiese dicho?



Pero en el ruedo, o arena para los entendidos, no puede haber más de un torero a la vez, los demás son comparsas, uno hace de malo, el picador, otros de malabaristas, los banderilleros, el resto está compuesto de mozos de espadas, alguacilillos, monosabios, areneros, mulilleros, gente menor pero imprescindible para el lucimiento del artista, ese que al final de la faena cogen por los huevos e izan a los hombros de un fanático que le pasea en plan vuelta olímpica mientras el respetable grita «Ä„Torero! Ä„Torero!«.



Y ahí te viene la duda, ya puestos a sacarle el poto a la jeringa o a hacer verónicas, ¿quién es el torero (o la torera) y quién el o la comparsa?



Arturo Martínez decidió que la embestida, si hay embestida, será colectiva, masiva, popular, el día 29 de agosto, mes no de toros sino de gatos, ahí se verá, que los gatos arañan y se pasan las verónicas por las amígdalas del sur.



Y como desmintiendo a todos los bienpensantes que se suman a la movilización advirtiendo que es contra el «neoliberalismo» y no contra el gobierno (uno no sabe donde ven la diferencia) Martínez precisa que «Las personas tienen demasiados motivos para estar disconformes, por todo lo mal que este gobierno ha hecho las cosas«.



Tú te preguntas si el periodista que recogió las declaraciones omitió el plural «estos gobiernos», o si en vez de «personas» Martínez dijo «gente«, en una de esas dijo «ciudadanos» lo que vendría a justificar la premura con la que Lagos Weber y el ministro del interior preparan las fuerzas del orden que con su conocida y proverbial actitud paternal y protectora garantizarán el desorden que nadie desea crear.



Quedan pues planteadas algunas cuestiones de fondo: ¿Toros o gatos? ¿Hasta cuando el personal aceptará que se le saque el poto a la jeringa? Y la no menos importante ¿Quién es el o la torera? En otras palabras: si en el via crucis del gobierno un alma compasiva le pusiese un paño en la cara, ¿Cual sería la imagen que quedaría en la tela?



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Luis Casado. Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI) – Paris – France. Profesor del Institut National de Télécommunications (INT) – Paris – France. Miembro del Comité Central del Partido Socialista de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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