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Antes de que sea demasiado tarde


Los fondos de pensiones AFP han venido perdiendo miles de millones de dólares debido a la crisis mundial en curso. La opinión de los analistas y medios internacionales más enterados y responsables es que la gravedad de la misma puede alcanzar dimensiones insospechadas. Los principales inversionistas mundiales están buscado poner sus dineros a buen recaudo. Lo urgente en este momento es que el Estado asuma su responsabilidad y actúe para salvar las inversiones de los afiliados a las AFP.



La crisis en curso va a demostrar que éstas han fracasado en su gestión de las inversiones. Asimismo, quedará al descubierto la inmensa irresponsabilidad de las medidas de la autoridad, que han venido ampliando la discrecionalidad de las AFP para invertir de modo arriesgado. Parece indispensable que la autoridad intervenga sin demora los fondos de pensiones para evitar que las AFP continúen dilapidando las cotizaciones mensuales. Asimismo, de modo de garantizar el valor de los fondos y organizar un repliegue ordenado de los mismos hacia inversiones seguras. En perspectiva, se debe apuntar a que el grueso se retorne a instrumentos de renta fija invertidos al interior del país, donde siempre se debieron mantener. Antes que sea demasiado tarde.



El día 27 de julio del 2007, los fondos de pensiones AFP alcanzaron un máximo de 53,8 billones de pesos (millones de millones, equivalentes a US$ 104.060 millones). Al 20 de agosto, las pérdidas alcanzaron a 3,7 billones de pesos (US$ 7.270 millones) lo cual representa cerca del doble del total de cotizaciones de los afiliados durante el año 2006. Es decir, todas las cotizaciones descontadas de las remuneraciones de julio y recaudadas el 10 de agosto, sencillamente se esfumaron. Adicionalmente, se fueron evaporando las anteriores a razón de un mes de cotizaciones por cada día hábil transcurrido desde el 27 de julio, en promedio (ver cuadro actualizado diariamente en www.cendachile.cl). El grueso de las pérdidas se concentra en los fondos A y B, que son los más expuestos a los instrumentos de renta variable, y al extranjero. Cada uno concentra actualmente más del un quinto del fondo total. La reducción en el valor de la cuota ha significado que por cada 100 pesos invertidos en el fondo A se habían perdido más de 10 pesos a la fecha indicada. Asimismo, son muy importantes las pérdidas del fondo C, debido que concentra más del 40% del fondo total. En cambio, las pérdidas han sido menores en el fondo D, y especialmente en el fondo E, que están invertido principalmente en instrumentos de renta fija.



Este último no sólo no ha sufrido pérdidas, sino que ha continuado mostrando ganancias moderadas en el período. Lamentablemente, apenas un 1,4% de los fondos están invertido en el fondo E. Los afiliados mejor informados -entre ellos, los ejecutivos de las AFP- probablemente ya corrieron a trasladar sus dineros allí. De hecho, los fondos depositados en el fondo E han venido aumentando cinco veces más rápido que el valor de la cuota respectiva y al 2 de septiembre dicho fondo registraba un traspaso neto de 49.000 millones. Sin embargo, si se revisan los datos por AFP, se puede apreciar que el grueso de los traspasos al fondo E provienen de Cuprum, la AFP que concentra los sueldos más altos. En cambio, se puede apreciar que la AFP Provida, que concentra afiliados de menores ingresos, registra traspasos Ä„al fondo A! (ver cuadro de pérdidas actualizadas). Es decir, mientras los mejor informados ponen sus dineros a resguardo en el fondo E en instrumentos nacionales de renta fija, los más incautos los siguen pasando a la incertidumbre del fondo A, invertido en renta variable y en el extranjero Ä„en el medio de la mayor crisis financiera de los últimos veinte años!



De este modo, han evitado verse afectados por la crisis que está diluyendo rápidamente los ahorros del resto de los afiliados. Especialmente aquellos que se mantienen en los fondos A y B, y asimismo aunque en menor porcentaje, los del fondo C. Están siendo perjudicados los afiliados menos informados y, en general, aquellos que tienen dificultades para cambiarse de fondo. A la abrumadora mayoría les resulta sencillamente imposible, puesto que es difícil hacerlo sin visitar a su AFP, lo cual por otra parte no es permitido en horas de trabajo. Ellos están perdiendo como en la guerra. Ni siquiera llegarán a enterarse, probablemente, al menos hasta que jubilen.



Por otra parte, resultaría muy complejo que todos los afiliados decidieran hacer lo que ya han hecho los más vivos -así como los más prudentes cuando están informados. Es lo que deberían hacer todos: guarecerse masivamente en el fondo E hasta que escampe. Siempre habrá, desde luego, algún apostador loco por ahí, que aún sabiendo como se presentan las cosas, preferirá arriesgar todo a una sola postura. Ellos siempre elegirán permanecer lo más expuestos posibles jugándola por entero a la bajísima probabilidad que no pase nada, lo cual ciertamente nunca se puede descartar del todo. Sin embargo, si todos se trasladasen «de un viaje» al fondo E, reventarían la Bolsa de Comercio de Santiago junto a otras consecuencias menores. Ello resultaría perjudicial para todos, incluidos los fondos de pensiones en primer lugar.



¿Significa que el país y las autoridades deben contemplar impávidos como se ponen a resguardo de la posible debacle aquellos que menos lo necesitan o merecen? ¿Hay que permitir la feliz marcha hacia el abismo de los que siempre pagan el pato y terminan asumiendo todas las desgracias? Esto es una injusticia que clama al cielo. La única solución es que la autoridad tome el toro por las astas, intervenga los fondos de pensiones, impida los traslados individuales, y organice un repliegue lo más ordenado posible hacia algún puerto seguro. No existe retirada sin bajas, y en este caso serán numerosas de todas formas. Sin embargo, al menos, si se realiza de esta manera ellas se pueden minimizar. Y lo que es más importante, imponer que todos vayan en el mismo barco. Empezando por los ejecutivos de AFP que se han cambiado en estas semanas al fondo E, mientras públicamente predican la seguridad a toda prueba de las AFP. A ellos habría que obligarlos a seguir la suerte de todos -a lo muy menos.



A continuación, la autoridad debería recapacitar y comprender que las pensiones de la gente no pueden quedar sometidas por entero a los parámetros más fluctuantes de la economía, como son las bolsas de valores y los mercados financieros en general. Por el contrario, hay que volver a sostener aquellas sobre la base sólida de las cotizaciones previsionales. Éstas son estables, más que suficientes, y crecen constantemente a una tasa muy superior al número de adultos mayores Ä„incluso durante las recesiones! Es decir, hay que volver a destinarlas a los que se dice es su objeto: financiar pensiones. Desde 1981, en cambio, uno de cada tres pesos cotizados se lo han embolsado las AFP y sus compañías de seguros relacionadas. El resto ha ido a parar a inversiones cada vez más arriesgadas y obscuras, que hoy están reventando. El 80% de los fondos ha terminado en manos de un puñado de grandes conglomerados, buena parte de los cuales no lo van a devolver nunca, como la presente crisis está demostrando.



Mientras tanto, la reforma en curso esta asumiendo que el Estado tiene que hacerse cargo de continuar pagando las pensiones de la mayoría, como lo ha venido haciendo durante un cuarto de siglo. En cuanto al resto, los esforzados sectores medios asalariados que mueven el país, a ellos se les ofrecen pensiones que son la mitad de aquellas que hoy paga el vilipendiado sistema público de reparto, y a las todas mujeres mucho menos.



Esto es escandaloso y no puede continuar de esta manera.



Muchos dirán que no pasa nada, que la crisis en curso es una tormenta en un vaso de agua. A ellos, y a todos, les convendría leer lo que dice el principal analista del Financial Times de Londres, el principal periódico financiero del mundo. En la edición del sábado 25 de agosto, John Authers escribe: «Una semana después de la decisión de la Reserva Federal («Fed») de rebajar las tasas, la movida todavía está lejos de lograr su propósito de revivir los mercados de dinero mundiales. Al revés, la reducción de la tasa de descuento de la Fed fue seguida del más extremo pánico en los mercados de dinero de corto plazo desde el crash de la bolsas el «Lunes Negro» de octubre de 1987 [cuando Wall Street cayó un 30% en una sola jornada], por lo menos». «La crisis de confianza de los mercados de dinero -sigue Authers- se pudo apreciar especialmente en los precios de los bonos de corto plazo del tesoro estadounidense, reconocidamente las inversiones más seguras y líquidas en el sistema financiero global.» «La corrida hacia la seguridad -continúa – alcanzó sus niveles más extremos el pasado lunes [21 de agosto, siguiente al viernes del anuncio de la Fed].» «Aunque se aprecian algunos signos de normalización -augura el analista- permanece claro que nos encontramos muy lejos de la normalidad.» «Todo indica que hemos visto una calma temporal -concluye Authers, citando a otro analista- y nuevas desazones aguardan en el túnel».



«Los mayores problemas hoy -continúa Authers- se presentan en los papeles comerciales respaldados por activos, utilizados generalmente por las grandes compañías para obtener financiamiento de corto plazo. La cantidad de dinero recaudada a través de este mecanismo cayó en 77.000 millones de dólares durante la semana». «Esto sugiere – concluye finalmente John Authers- que los problemas en este mercado se están agravando.»



Si alguien tiene dudas todavía acerca de la extrema gravedad de lo que ocurre, basta con entender lo que significa la cifra entregada por Authers. Recientemente, la economía estadounidense se estremeció porque el crédito total disponible mediante bonos a las corporaciones estadounidenses se redujo a la cuarta parte, bajando de 120.000 millones de dólares en junio a 30.000 en julio. Es decir, una disminución de 90.000 millones en un mes. Según informa el analista del Financial Times, la contracción del crédito en los mercados de dinero alcanzó a poco menos de esa cifra -70.000 millones de dólares, lo que equivale a la mitad del PIB chileno- Ä„en una semana!



Una semana más tarde los datos al respecto eran más serios. Market Watch (MW 30/08/2007), un medio especializado muy conocido, destacaba que la Reserva Federal había informado que el total de estos papeles comerciales de corto plazo – entre 30 y 270 días – emitidos por corporaciones estadounidenses había registrado una nueva caída semanal de 62.800 millones de dólares, bajando a un total de 1,98 billones de dólares. La contracción total para el mes de agosto, faltando dos días para terminar el mes, acumulaba 207.000 millones de dólares. La más importante contracción previa desde que se tiene registro ocurrió en enero del 2001, en plena crisis, y alcanzó a 78.000 millones de dólares.



El miércoles 5 de septiembre, el Financial Times titula en primera página con grandes caracteres !Mercados con ataque cardíaco enfrentan prueba.» Se refiere al hecho que los bancos londinenses están afrontando una crisis de liquidez tan aguda que no se prestan dinero unos a otros Ä„ni siquiera de un día para otro!. Todos estos bancos se encuentran en la misma situación de los bancos alemanes Sachsen LB e IKB, es decir, tienen que financiar ellos a filiales que han venido invirtiendo en instrumentos riesgosos de largo plazo – como los créditos hipotecarios – pero utilizando para ello financiamiento de corto plazo. La situación es de tal gravedad que este mercado de bonos de corto plazo ya se ha contraido en más de 200.000 millones, como se ha mencionado, sin embargo, en las próximas semanas se vencen pagarés por Ä„más de un billón de dólares (US$1.000.000.000.000)! Ciertamente, los acreedores de tales bonos no los están renovando, sino que están retirando su dinero, como lo han venido haciendo en las semanas recién pasadas. El movimiento en este mercado está paralizado por completo, y si no se renueva «el paciente que ha sufrido un infarto al miocardio se muere» ha declarado Hans Jorg Rüdloff, presidente de Barclays Capital. El Sr. Rüdloff sabe de lo que habla, puesto que su banco, el Barclays, el mayor de los de Londres, fue obligado a pedir miles de millones de libras esterlinas, en dos ocasiones, al Banco de Inglaterra en el curso de los últimos días.



Es de imaginar el severo impacto que ello tiene sobre todo tipo de negocios – malos y buenos – alrededor del mundo entero. Cenda (www.cendachile.cl) junto al cuadro de las pérdidas diarias de los fondos de pensiones AFP chilenas, reproduce también un mapa mundial publicado por el Financial Times en el cual se van mostrando día a día los principales damnificados por la crisis en curso. Sería bueno echarle una mirada si todavía se albergasen reservas respecto de la seriedad de la situación.



Probablemente, las semanas finales del verano del hemisferio norte darán un breve respiro antes que los acontecimientos en curso avancen hacia su desenlace. Por cierto, siempre cabe la posibilidad que no pase nada -no todos los cielos amenazantes terminan en aguacero, como todo el mundo sabe-, pero más vale prevenirse. Las crisis no son buenas para nadie ni para nada. Sin embargo, a estas alturas los chilenos -excepto aquellos que son muy jóvenes o muy inexpertos, o están cegados por sus conveniencias inmediatas, o los tontos de capirote- sabemos mejor que nadie que resultan inevitables de tanto en tanto. Ellas cumplen el papel doloroso pero necesario de restablecer los equilibrios rotos por las locuras de los períodos previos.



Aparte de ello, suelen volver a la gente a sus cabales. A veces, incluso a las autoridades.



El momento de actuar para poner a buen resguardo los ahorros de los trabajadores chilenos es ahora. Hay que hacerlo de inmediato. Antes que sea demasiado tarde.



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Manuel Riesco, economista. mriesco@cendachile.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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