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El académico norteamericano y Cuba


James Petras debe ser en EEUU, junto a Noam Chomsky, uno de los académicos marxistas más conocidos en el ámbito de la izquierda universitaria de ese país. Petras habla, lee y escribe en español como en su lengua nativa (el inglés). Ha sido un defensor sin reservas, y sin siquiera contradecir una coma, de la ideología del partido comunista cubano, o de su línea ideológica desde 1959. O hasta las primeras semanas de septiembre de este año, como me referiré más adelante.



Petras es también el marxista más ortodoxo de la academia norteamericana. Al leerlo, siempre me dio la impresión de estar leyendo a un portavoz del Consejo de Estado cubano, a la cabeza con Fidel Castro. O en cierta medida un representante en EEUU del diario «Granma» de Cuba (que publica su edición en castellano, inglés y portugués). Petras tuvo, por otro lado, siempre el privilegio de viajar a la isla sin grandes problemas (aunque él dice que sí los ha tenido y quizás haya sido por las restricciones de EEUU para viajar allí).



Junto a lo anterior, los importantes dirigentes siempre recibieron de forma especial a Petras en Cuba y le dieron todas las posibilidades de hablar con cualquier dirigente que quisiera. Claro, Cuba hacía lo anterior preferentemente por razones ideológicas, políticas y tácticas. Petras volvería a EEUU a propagar en artículos, libros, cursos en su universidad, lo que hace la isla en materias diversas y los alcances que ningún país de América Latina -en su perspectiva- había logrado. Otra vez lo que se repite siempre: medicina, educación gratuita, empleo asegurado, alcances en biogenética, entre los más importantes.



Recuerdo mi viaje a Cuba en 2003 . Cuando regresaba, en el aeropuerto de Habana, yo hacía cola en el mostrador de la línea de aérea para mostrar mi pasaje y chequear mi maleta. De repente llegaron dos personas de seguridad cubana (inteligencia o miembros del Partido Comunista), quienes venían en un Van especial y traían a dos personas y sus maletas.



Eran James Petras y su asistente (norteamericana) quienes pasaron directo, con todas las garantías de unos diplomáticos, a chequear sus maletas con la rapidez de un rayo. Y luego los llevaron directamente a sentarlos al avión, antes que a todos. Era, pues, el invitado del gobierno cubano que merecía atención especial. Y así sin duda ha sido la atención del gobierno de Cuba a los académicos norteamericanos leales a su ideología.



Por eso, su función siguiente es entendible. En EEUU Petras podía y puede sin problemas criticar a EEUU por la política contra Cuba y por propagar en sus clases, conferencias, escritos (todo en ingles) sobre las maravillas de la revolución cubana desde 1959 hasta ahora. Y en Cuba, por otro lado, dar entrevistas exclusivas en la TV cubana, la prensa (ambos controlados por el régimen) y mostrar al académico norteamericano que anatematiza contra «el imperio norteamericano» y su brutal política hacia Cuba, causante de todos los problemas que la isla tiene. Incluidos la prostitución, la falta de comida, la ausencia de Internet para todos, etc., etc.



Uno se pregunta, ¿y por qué no le permiten a los que opinan distinto en Cuba tener un espacio en la TV cubana (como se la dan a Petras) o ser columnistas del «Granma»? Es que esos son, por el contrario, «contrarrevolucionarios», a ellos se les aplica el lema bien conocido de un discurso de Fidel Castro en 1961, que aún sigue vigente: «Dentro de la Revolución, todo. Fuera de la Revolución, nada». O se les aplica directamente la «Ley 88» de 1999 (puede encontrarse en Internet).



En la segunda semana de septiembre pasado, James Petras publicó un trabajo junto a otra persona que dejó atónito al mismo Fidel Castro y a toda la dirigencia política e ideológica del partido comunista cubano. Tanto fue el malestar que el mismo Castro respondió llamando irónicamente, para asombro de toda la izquierda ortodoxa que sigue apoyando a Cuba, de «superrevolucionario» pues le proponía a la revolución «dinamita pura». Y entrelineas Fidel Castro llamaba a Petras casi agente del neoliberalismo.



Es ya una tesis obsesiva del aparato ideológico de la revolución cubana de que todos los males que sufre Cuba se deben al «bloqueo norteamericano». Hasta Petras decía lo mismo en años previos y así repetía también la academia norteamericana más radical (y sigue repitiéndolo).



James Petras, sin duda, no pudo seguir sosteniendo, hasta las semanas pasadas de septiembre, que la realidad cubana en crisis no es por el «bloqueo» sino por las deficiencias de la propia economía del régimen. Incapaz de abrirse a un mercado competitivo dentro de Cuba. Con una economía excesivamente centralizada que no funciona en los tiempos actuales. Petras cita como ejemplo la economía de China y de Vietnam, que han dado niveles de mejor acceso al consumo diario a su población.



Comienza Petras -en el artículo que indignó a Fidel Castro y a la dirigencia cubana- reconociendo los logros de la revolución hasta la exaltación. Luego pasa a denunciar los siguientes problemas que hay en Cuba: no hay viviendas para la gente; los salarios de los trabajadores son bajos; el problema del transporte es altamente crítico; hay una baja de la producción de alimentos; hay escasez crónica de artículos básicos de consumo diario y privado; hay una dependencia total del turismo; existe una importación de alimentos desde EEUU cada vez mayor cada año; hay robo generalizado de la propiedad pública; hay una corrupción generalizada en el país; no hay ninguna consulta a los trabajadores ni a los agricultores para planificar inversiones o prioridades. (¿Pero no eran los trabajadores los dueños de los medios de producción bajo el socialismo?).



Petras sostiene que si esos problemas no se solucionan (por ejemplo recomienda seguir el modelo chino o vietnamita), Cuba colapsará como ocurrió con los antiguos regimenes socialistas. Petras señala esta otra dura crítica: «En Cuba los dirigentes tienen un voluntarismo que no se corresponde con la realidad; la mayoría de los cubanos están cansados de esperar; las parejas casadas aguantan mal al verse incluidas durante décadas en listas de espera para acceder a un apartamento decente y un aumento salarial; tampoco aprecian el verse en la obligación de aguantar hasta fin de mes para recibir el salario y poder comprar alimentos de calidad en el mercado. En la vida real hay límites en la espera de mejoras básicas, incluso en las personas más revolucionarias».



Lo que les dijo Petras a la dirigencia de Cuba no es para nada desconocido en los cientos de análisis que existen de prestigiosos intelectuales y economistas cubanos que viven fuera de la isla (Rafael Rojas, Pablo Antonio Blanco, Carmelo Mesa-Lago, la revista «Encuentro Cubano», etc.).



Ellos han dicho lo mismo que ahora dice Petras, pero ni Petras ni los dirigentes cubanos han tomado esos análisis en serio. Ni menos han leído la extensa bibliografía. En su artículo, por ejemplo, el académico norteamericano no cita para nada esa otra información por claras razones estratégicas: no mencionar a los «contrarrevolucionarios» como fuentes fidedignas que Cuba considera «gente mercenaria al servicio de Estados Unidos». Cualquier periodista que en Cuba diga lo que dijo Petras hace dos semanas -caso del periodista y poeta Raúl Rivero en 2003- iría a la cárcel por 20 años por difamar la «revolución» como ocurrió en «la primavera negra cubana» en marzo de 2003.



Al antes privilegiado académico norteamericano, protegido por la revolución cubana, ahora le cae con fuerza el látigo de Fidel Castro por opinar «contra» Cuba, tildándolo de «superrevolucionario», de «extrema izquierda», de «irrealista». «¿Qué aconseja a la revolución?, le pregunta Castro a Petras. El anciano Fidel le responde antes que el académico reaccione: «Nos aconseja veneno puro».



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Javier Campos es poeta, narrador, académico de la universidad jesuita de Fairfield, EEUU

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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