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Estacionamientos, doble estándar


Como consecuencia del incremento del parque automotor y las congestiones vehiculares, las municipalidades de las ciudades más grandes, aprovechando la ley de concesiones, desde hace algunos años han estado licitando los subsuelos de los bienes nacionales de uso público (plazas y calles) de sus territorios jurisdiccionales a inversionistas mayoritariamente extranjeros para que vinieran a explotar el negocio de los estacionamientos de automóviles.



Se entregan en concesión gratuita a 30 años plazo y para garantizarles a esos privados sus cuantiosas rentabilidades, se inventó la fórmula de establecer un perímetro de restricción, es decir, en las calzadas de las calles circundantes y aledañas a la obra concesionada se prohibió el estacionamiento de vehículos.



Ahora bien, un empresario chileno metalmecánico en sus viajes de trabajo observó que en muchos países, para utilizar más eficientemente el espacio disponible, se utilizaban sistemas mecánicos de estacionamientos. Consistían en una, dos o tres plataformas metálicas del tamaño promedio de un vehículo y que, a través de un sistema hidráulico y electrónico, suben y bajan, es decir, en un espacio para un automóvil se pueden colocar dos o tres en altura.



Esta persona recogió las mejores características de los distintos sistemas que conoció en EEUU y Europa y aprovechando que tenía en la comuna de Santiago (calle Agustinas, entre Amunátegui y San Martín) un sitio eriazo de escasos 325 metros cuadrados de superficie (13 metros de frente por 25 de fondo), donde no se podía edificar nada por ser tan pequeño el terreno, se le ocurrió construir un estacionamiento de uso público, único en nuestro país, aprovechando la técnica que conoció en sus viajes, la cual, como se entenderá, era tecnología de punta.



Lo interesante de este proyecto, elaborado en base a pilares y vigas estructurales rellenadas de concreto en la industria correspondiente y armadas como mecano, apernadas y soldadas en el sitio en donde se edificó, es que en tres cortos meses de faenas se terminó el edificio de 10 pisos para 100 estacionamientos. El edificio está compuesto de dos estructuras separadas por dos elevadores en el centro de ellas, los que transportan (suben y bajan) los vehículos. Dado que el frente del sitio es angosto y como los vehículos, por razones obvias, no pueden salir a la calle retrocediendo, fue necesario hacer en la entrada/salida del estacionamiento una plataforma circular de fierro de 6 metros de diámetro donde se ubican los vehículos que salen del elevador y al girar ese elemento rotatorio, están en condiciones de salir de punta para tomar sus lugares en las calles.



Esta excelente obra de arquitectura e ingeniería, desarrollada por chilenos y cuyos materiales son mayoritariamente nacionales, fue premiada en los inicios de esta década por la Corfo, atendida la ingeniosa innovación tecnológica que hemos relatado. En aquella época, todas las calzadas de las calles céntricas de la comuna de Santiago sólo se utilizaban para el tránsito de vehículos motorizados, lo que significaba que estaba prohibido estacionarse en los costados de ellas. En el resto de las comunas de la Región Metropolitana en muchas calles y avenidas sí se permitía estacionar vehículos.



Ahora viene lo kafkaiano. Una vez terminada la obra del estacionamiento en calle Agustinas y transcurrido el período de cinco meses de marcha blanca, el municipio de Santiago no encontró nada mejor que permitir el parqueo de vehículos en todas las calles aledañas y cercanas (San Martín, Amunátegui, Huérfanos, Morandé y Teatinos) al estacionamiento recién inaugurado, es decir, se hizo todo lo contrario a lo otorgado a los concesionarios extranjeros que ocupan bienes públicos en sus estacionamientos.



Ante esa asimétrica situación, el empresario nacional, apoyado por nuestro colectivo, recurrió con todos los documentos probatorios a la Fiscalía Nacional Económica para que ésta impartiera a la autoridad municipal las instrucciones de rigor en aras del funcionamiento de la sana competencia en esa actividad comercial. Se buscaba que el mismo trato dado a los estacionamientos que disfrutaban de una zona de prohibición se otorgara al estacionamiento de Agustinas.



Deseábamos que funcionara correctamente el sistema de mercado, con reglas parejas para todos los actores que se desenvuelven en el negocio de los estacionamientos de uso público. Pero el organismo, demostrando lenidad pública, optó por no ejercer sus atribuciones legales en pos del equilibrio y respondió que la Municipalidad de Santiago podía proceder como estimara conveniente en el ámbito de la asignación de condiciones para aquellos que se desenvuelven en la oferta de estacionamientos.



Es decir, el organismo público que debía velar para que la competencia entre los distintos agentes económicos fuera justa, se replegó y procedió como las avestruces. Así se favoreció a los grandes y se perjudicó a los chicos, lo cual ya es recurrente en Chile.



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Patricio Herman P. Fundación «Defendamos la Ciudad»

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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