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Premio y castigo


El juez Carlos Cerda ha recibido -en 2007- un premio internacional por su afán de hacer justicia ante las violaciones de derechos humanos en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet. El mismo juez recibió -en 2006- un castigo de los partidos de la derecha al rechazar sus parlamentarios su ascenso a la Corte Suprema por «malas calificaciones» recibidas tras resistir, en 1986, la orden de amnistiar a militares y miembros del Comando Conjunto que había procesado. En total 40 uniformados, 33 en servicio activo.



La coincidencia temporal y de motivos para otorgar un premio e infringir un castigo al juez Cerda, y que la honra venga de una institución internacional vinculada a la justicia y la repulsa provenga de los partidos vinculados a la dictadura, hace revivir esa relación antagónica, entre los que se hacían cargo de los derechos humanos y los que eran complacientes o sumisos ante sus violaciones contra los que eran calificados de «subversivos», «comunistas», «antipatriotas», o a esos que «algo habrán hecho».



La derecha ¿se distancia de Pinochet?, ¿lo abandona? Tras la detención en Londres, ésta lucha en forma vehemente por su retorno a Chile. De vuelta, rechaza que sea juzgado, aunque, tocado su liderazgo, comienza a incomodarle: desaparece de su discurso y escabulle la pregunta o la alusión a su «presencia». Cuando desde Washington se le acusa de enriquecimiento ilícito instintivamente huye. Su territorio político se cubre de silencio, uno que otro susurraÂ… decepción.



La tumba política del dictador parece sellada. Sin embargo, tras su muerte biológica, filtra su hedor. Lo irradia pegado a los cuerpos de su esposa, sus hijas e hijos y oficiales de Ejército retirados que desfilan hacia lugares de reclusión. La derecha arremete contra el juez. En el hemiciclo, sus parlamentarios, sin vergüenza, arrancan de la celebración que suscita este paso hacia una justicia que no acaban de asimilar.



La derecha se esfuerza por «pasar piola», pero el maquillaje se le corre cada vez que re-aparece este espectro de larga vida llamado Pinochet. Lo tiene muy prendido en su entraña. Por más que jueces vayan levantando velos extendidos durante 33 años (1973-2006), revelando la trama de su régimen y enseñando los detalles de su crueldad y astucia, la derecha en vez de seguir el derrotero de la justicia, opta por el de la impunidad, recubriéndola de una retórica de consenso, estabilidad, progreso y futuro.



No hay mañana sin ayer, lucía seductor el lema del 30ÅŸ aniversario del golpe de las Fuerzas Armadas y de Orden que arrasó con la democracia republicana de la Constitución de 1925. Una frase sugerente y útil para releer la experiencia de los 17 años de dictadura, con sus anexos (de los 16 siguientes).



«Por qué apoyaron lo que apoyaron; por qué no hablaron; por qué no miraron y cómo se las arreglaron para no saber», pregunta la Presidenta Bachelet el pasado 5 de octubre. Si en vez de huir, aceptaran revisar su ayer con los hechos que comenzaron a develarse en Lonquén (1979), y que jueces, como Cánovas, Bañados, Benquis, Cerda, Muñoz, Juica, Solís, Montiglio, Madrid, entre otros, continuaron y continúan destapando, podrían liberarse del espectro y lucir sin maquillaje. Una contribución al mañana.



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Pablo Portales, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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