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DC y lucro en educación


El Congreso de la Democracia Cristiana chilena se pronunció después de un acalorado debate en contra del lucro en la enseñanza. Los delegados votaron contra la tesis que postula que la educación es una mercancía de calidad variable tributaria del ingreso familiar. La deliberación de los delegados fue un sano ejercicio de democracia en estos tiempos de apatía política.



Viene al caso repetirlo para mejor reconocerlo con altura de miras. Los demócratacristianos votaron contra la ecuación educación=bolsillo familiar después de una impecable justa ciudadana donde se adoptó una postura coherente con lo mejor de su tradición política. La que sostiene que el Estado en una sociedad debe garantizar el Bien Común. En este caso, asumir su rol de responsable directo en el financiamiento y control de calidad de un bien público ciudadano de primera necesidad para el siglo XXI. Consecuentes esta vez con su filosofía social-cristiana, los militantes DC supieron resistir a los cantos de sirena del liberalismo económico mercadista.



La postura de los militantes tiene un gran valor democrático, ya que la tesis del lucro era defendida por la organizadora del Congreso Ideológico DC y ex ministra de Educación Mariana Aylwin, junto con su padre, y también por un sector del establishment histórico de la DC. Los militantes del partido de centro fueron conscientes de los poderosos intereses que defienden el lucro y de las perspectivas de futuro que estaban en juego. Por eso, se trató de una gran lección republicana. Los delegados retomaron honorablemente las demandas del movimiento estudiantil y de la sociedad chilena. Demostrando de paso que la pugna entre los sectores que defienden el neoliberalismo y los que pregonan la solidaridad democrática atraviesa toda la Concertación.



Tal actitud coherente de la mayoría congresista de la DC contrasta con la pusilanimidad de las elites concertacionistas y de los operadores del Gobierno en las tratativas con la derecha. La metodología del pacto consensual enarbolada por el Gobierno lleva siempre al mismo callejón sin salida: retroceder, suavizando toda reivindicación que amenace los pilares del modelo mercadista neoliberal. Tal como lo expresó el senador Mariano Ruiz-Esquide, quien pareciera dispuesto a dar la espalda a las decisiones de los militantes de su propio partido: «existe la posibilidad de flexibilizar la postura», con la anuencia del resto del concertacionismo y de la Jefa de Estado, agregó.



Los líderes pepedeístas, sin congreso que refrende ninguna posición, ya declararon estar dispuestos a conceder el lucro. Las tendencias del PS, que navegan en un océano de dudas existenciales cada vez más difíciles de soportar después de la visita de Ségolčne Royal -quien representa las tesis del viraje liberal dentro del PS francés- no atinan a enunciar una posición clara que influya sobre su primera militante en el poder.



La derecha, es conocido, trata de salvar uno de los bastiones institucionales y simbólicos que le aseguran su poder de clase en la sociedad chilena. La derecha oligárquica y patriarcal, amante de los colegios privados, se resiste a democratizar el acceso al conocimiento. Cuando muchos de sus miembros pagan caro por ir a escuchar a los Töffler (los futurólogos Alvin y Heidi) que les dicen: «la clave de la prosperidad de las naciones del siglo XXI no es el dinero sino el conocimiento», ella entiende: puesto que el conocimiento da dinero y éste da poder, hay que oponerse a que la educación sea un derecho para todos. A la derecha no le interesa democratizar el poder.



En general, se finge no saber que las sociedades que han preservado y mejorado sus sistemas públicos de enseñanza completamente gratuitos, como Irlanda y Canadá son las que tienen un gran potencial de adaptación para proteger a su población de los golpes bajos de la globalización capitalista. Estas sociedades de mercados con fuerte regulación del Estado son innovadoras, competitivas con gran cohesión social y una distribución del ingreso de las más igualitarias del planeta.



Los estudiantes secundarios de Québec se califican hace años en los tres primeros lugares en la famosa prueba PISA de aptitudes matemáticas citada recientemente por The Economist y por El Mercurio. El medio oligarca chileno omite decir que desde hace años las prioridades presupuestarias en Canadá están destinadas a los sistemas públicos de acceso universal en educación y salud. Aquí, la existencia de fuertes sindicatos de profesores permite negociar buenas condiciones salariales y de trabajo, aspecto fundamental para tener en la red pública profesores y pedagogos motivados y en constante perfeccionamiento.



No es posible que las matrículas en las universidades chilenas sean más caras que en las universidades de Québec. En esta provincia canadiense, la educación técnica forma parte de la enseñanza superior y es completamente gratuita, con becas y con programas a la medida de las empresas que constituyen los «racimos innovadores» e «incubadoras tecnológicas» en cada región.



Conclusión: cuando se quieren ignorar los datos duros de la porfiada realidad estamos frente a una ideologización del debate que esconde intereses políticos. No se quiere invertir para el futuro. Sostener el lucro es negar el derecho a la educación pública de calidad. Es mantener un pueblo sin formación ciudadana e intelectual para garantizar una mano de obra barata, flexible y maleable. Ante tal empresa elitista ya es hora de que el movimiento estudiantil secundario-universitario se pronuncie. Sería demasiado pedirle al congreso de la DC de que lo llame a movilizarse para que su posición contra el lucro no sea transada en los pasillos de la Moneda y el Congreso por los inefables operadores políticos binominalistas.



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Leopoldo Lavín Mujica, Profesor Département de philosophie, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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