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El presidente Ortega en Chile


Como se ha apuntado, la patología de la política interior de Chávez le lleva a victimizarse en el exterior con tesis conspirativas: el infierno son los otros, los que no piensan como él. Castrismo al papel carbón. Algo que sabe bien Daniel Ortega.



Con esa lógica fue que Chávez lanzó en la Cumbre Iberoamericana una sarta de ataques contra el ex Presidente Aznar, al que tachó de «fascista» y a quien añadió los calificativos de «racista y menos sensible que un tigre o una serpiente».



Tras el turno de Chávez, Rodríguez Zapatero pidió la palabra para expresar su malestar por las agresiones verbales dirigidas contra el ex presidente del PP. A partir de ese momento los cruces e interrupciones verbales subieron de tono. Al punto de llevar al Rey de España a espetarle a Chávez: «¿Por qué no te callas?». Esa frase dio la vuelta al mundo, convirtiéndose en un ringtone para celulares, un link para millares de internautas, el tema de un hit-parade musical y se ha escogido como lema por los opositores venezolanos.



Daniel Ortega fue el siguiente en el turno de intervención. Un editorial de ABC de España lo puso en estos términos: «El fiel y corrupto Daniel Ortega le secundó, atribuyendo a la diplomacia española una estrategia de golpismo».



Cuando Ortega decía su sainete contra España, sus inversiones y, con especial virulencia, contra Unión Fenosa, el Rey se levantó de su asiento y abandonó la sesión como muestra de rechazo. Esa actitud fue calificada por Ortega como «absurda» y señaló que el Rey «quedó mal, porque el que bota la gorra, pierde».



Lo cierto es que, a lo largo de su intervención, «Ortega se refirió a España como si la conquista de América hubiera sido la noche anterior», y denunció la presunta intervención de españoles en los procesos electorales de su país. «Lo que pueda afirmar sobre la llegada de las naves de Cristóbal Colón un corrupto como Daniel Ortega tiene el poco interés de los tópicos parasitarios», comentó ABC.



En su desparramada alocución mencionó varias veces la toma de la Bastilla, se refirió a Iberoamérica como un pueblo que «nos hemos dejado dominar, chantajear» históricamente por España y tachó de «mafia» a los inversionistas españoles. «Venimos a ayudar -dicen ellos-. No, llegan a hacer dinero (…) Tienen una actitud mafiosa, son una mafia (…) Se llevan la riqueza y cometen actos de corrupción». Como si querer rentabilizar una inversión fuera un error, o peor, una ignominia.



Fue un mensaje, el del titular del Ejecutivo nicaragüense, incompatible con la mínima confianza que requieren las inversiones. Con tanto pandillerismo verbal, no es fortuito que el país esté siendo impactado por un nivel de inversiones en picada, una inflación progresiva que alcanzó el 10.71% en octubre y una degradación democrática reflejada en el bajón sufrido en competitividad mundial.



La CEPAL estimaba que los países con mayores niveles de extrema pobreza, superiores al 30% -Haití, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Guyana-, debían aumentar su producto por habitante a una tasa de 4.4% promedio anual durante los siguientes once años para alcanzar las Metas del Milenio. Es decir que Nicaragua, con este gobierno, no conseguirá los niveles de crecimiento requeridos para disminuir la pobreza.



Más le hubiera valido a Ortega representar en esa Cumbre a casi un millón de niños que no están enrolados en el sistema educativo, a los damnificados del Huracán Félix en la Costa Atlántica, a los afligidos por el foco epidémico de leptospirosis, a los comerciantes agobiados porque han visto desplomarse sus ventas hasta en un 40% en relación al año pasado, a la mano de obra obligada a emigrar a los cañaverales de Costa Rica, a los consumidores pobres de una canasta básica diezmada por su alto costo…



Hacia los nicaragüenses tiene el Presidente de Nicaragua el deber de volcar una auténtica solidaridad, capaz de asegurar el clima de inversiones, comida, agua, los tratamientos médicos necesarios, el trabajo y los recursos energéticos, así como los bienes culturales, el saber científico y tecnológico.
La política no sólo es materia ideológica; mucho más importante es que se alcancen resultados benéficos para el pueblo.

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Pedro Xavier Solís Cuadra. Escritor y periodista nicaragüense. Fue subdirector del Diario «La Prensa» de Managua y Asesor de Comunicación del Gobierno del Presidente Enrique Bolaños. Actualmente da clases de comunicación en el Seminario Arquidiocesano de Managua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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