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El Ángel exterminador


Un grupo de personas adineradas se reúnen a cenar luego de una función de ópera. A poco de iniciarse la comida, los criados comienzan inexplicablemente a partir. Cuando el encuentro llega a su fin, los comensales intentan salir de la habitación pero les resulta imposible, aunque no hay ningún obstáculo que se los impida. Ante la catástrofe, comienza la degradación. El episodio corresponde a la enigmática película de Luis Buñuel El Ángel Exterminador, filmada en 1962.



La dirección de la Concertación vive momentos que inducen a evocar el film. Encerrada, sin querer abrir puertas y ventanas, volcada sobre sí misma, respira en una atmósfera enrarecida por los crudos problemas que la aquejan. La cortesía se esfuma, los comportamientos se envilecen, las disputas adquieren el tono del escándalo.



Es preciso liberarse del encierro. La crisis de la «Concertación oficial» no tendría por qué ser apocalíptica si sus dirigentes mostraran capacidad para convertir los actuales problemas en nuevas oportunidades políticas. Para salir de la reclusión la Concertación debe hacer un balance equilibrado de sus logros y éxitos, y también de sus errores y fracasos. Sólo una visión sinceramente crítica de su quehacer puede abrir un diálogo con movimientos y organizaciones sociales, con las fuerzas excluidas del sistema político y con amplios sectores de ciudadanos que no ejercen sus derechos cívicos por desencanto, desconfianza o rebeldía.



Muchos chilenos que se han identificado hasta ahora con la Concertación observan con inquietud y disgusto el accionar de sus cúpulas. Este «concertacionismo de base» es una fuerza que merece ser preservada y que debiera ser uno de los pilares de un nuevo vector político. Crear este vector implica dejar de lado la disputa por la candidatura presidencial y concentrarse en un nuevo programa que priorice un conjunto de objetivos mínimos, entre ellos, los que la Concertación se propuso originalmente y no tuvo la fuerza o la audacia necesarias para realizar. Una vez reconstituida una base programática convocante, la candidata o candidato deberá ser quien mejor represente las voluntades que se hayan comprometido con la nueva plataforma.



Este es un camino reconstructor que robustecería los apoyos al gobierno y su programa. La aproximación autoritaria, en cambio, los desmejora, al desconocer la heterogeneidad que hoy caracteriza a los partidos y sus debilitadas relaciones con la ciudadanía. El desgaste permanente de la Concertación desorienta a los gobernantes y los impulsa a aferrarse a acuerdos parlamentarios en que la derecha impone condiciones. De este modo, la «Concertación oficial» se halla en un círculo vicioso: disidentes y autoridades formales escalan las disputas y afectan así gravemente la cohesión y el sentido de la coalición.



Sólo un giro político puede renovar horizontes y lograr el renacimiento y canalización de nuevas energías. Abadón, el ángel exterminador, rey de los abismos, puede ser vencido. Pero, para hacerlo, se requiere más decisión y coraje político que el que exhibe la «Concertación oficial».



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(*) Jorge Arrate fue presidente del Partido Socialista y ministro de Estado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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