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La Concertación ha transversalizado el progresismo

El enfrentamiento electoral parlamentario entre el PPD y el PS significaría una fractura insalvable en el progresismo que, de paso, inviabilizaría las opciones presidenciales tanto de Ricardo Lagos como de José Miguel Insulza, y liquidaría a la Concertación en su base social…


Por Antonio Leal*



No hay dudas que, al margen de la bondad electoral que para la Concertación por la Democracia pudiera tener llevar dos listas separadas que doblando la cantidad de candidatos a concejales permita obtener más votos, se ha creado en la opinión pública una sensación de división y se ha producido una fractura sensible de recomponer en las confianzas entre los partidos y los liderazgos, lo cual arriesga con debilitar al conglomerado y comprometer su futuro.



De allí que sea necesario iniciar un proceso de recomposición de las relaciones políticas al interior de la Concertación que parta por excluir de manera categórica no solo la posibilidad de dos listas parlamentarias sino también la ruptura de los subpactos históricos que le han dado a la Concertación estabilidad y equidad en su representación parlamentaria y presidencial.



En concreto, creo que se debe caminar a recomponer la relación entre el PS y el PPD para construir una lista parlamentaria en estrecha alianza y equilibrio con la Democracia Cristiana y Radicales. Detrás de esta tarea no solo hay un criterio de efectividad, sino la necesidad de reestablecer en plenitud la colaboración y la identidad ideal entre las fuerzas socialdemócratas y el socialcristianismo que expresa la Democracia Cristiana.



Estoy convencido que dados los vínculos sociales, culturales y hasta de biografías comunes, y en su capacidad para asegurar como lo ha hecho durante todos estos años en el gobierno, a la vez, cambios y gobernabilidad.



Es probable, y a mi me parece positivo, que haya desaparecido una relación casi siamésica entre el PPD y el PS, expresada anquilosadamente a través de un guión que unía los nombres de ambos partidos y que buscaba mantener porfiadamente la idea de una fusión no deseada en ninguno de los dos. Hoy es posible una relación más laica, respetuosa, que registre las mutuas diversidades y, también, los objetivos comunes de fondo que nos unen.



El destino de los partidos democráticos está profundamente ligado. Ninguno puede buscar aislar a otro, desnaturalizarlo o debilitarlo electoralmente ya que ello significaría el redimensionamiento de toda la Concertación. Nadie, tampoco, puede auto atribuirse de por si el don del progresismo o la paternidad de la Concertación.



Quiero ser claro. La DC es un componente esencial de la existencia de la Concertación y su suerte electoral y política, la presencia cardinal del catolicismo popular y democrático en la política chilena, es un tema que nadie puede eludir si queremos seguir gobernando como Concertación. El desgaste o la desaparición de la DC no favorece ni fortalece al mundo progresista sino a la derecha, al integrismo cultural y valórico, al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo y sus exponentes en el mundo político. Si alguien tiene dudas que mire las experiencias internacionales y en particular la italiana donde la desaparición de la DC ha significado la hegemonía política y cultural de una derecha neoliberal, un poco xenofobita, sin sensibilidad especial por los temas sociales y donde hay una fuerte componente que proviene del viejo fascismo italiano.



A la vez, es legítimo que fuerzas como el PPD coloquen con radicalidad los temas medioambientales, de género, de los derechos ciudadanos, de la diversidad cultural y que conteste fuertemente el poder monopólico, las utilidades excesivas de grandes multinacionales que controlan parte importante de nuestros recursos naturales, que defienda los recursos hídricos al punto de pedir que ellos sean nacionalizados. Esto es clave porque a través de estas propuestas se amplía el horizonte temático de la Concertación y se construyen puentes culturales con nuevos actores que existen en la especificidad de los temas. Sin embargo, esto debe hacerse buscando acuerdos con los demás partidos del conglomerado, generando adhesión ciudadana y cambios culturales en la población y, sobretodo, discriminando entre lo que es posible resolver hoy, dentro de los 18 meses que restan del gobierno de la Presidenta Bachelet, y aquello que son aspiraciones programáticas para el próximo período.



Hay que tener presente que en todos estos años los partidos de la Concertación han construido una enorme transversalidad cultural y política que ha generado un sello progresista común de nuestras culturas. Ninguno de nosotros somos los de ayer, todos hemos incorporado en nuestra matriz esta colaboración común y nos hemos contagiado mutuamente de nuestros principios y valores y ese es un enorme patrimonio que no le pertenece a un solo partido sino al conjunto de la Concertación.



La Concertación por la Democracia puede estar orgullosa de haber impulsado y concretado, a través de sus cuatro gobiernos, uno de los proyectos progresistas mas amplio y sostenido que se tenga memoria en el mundo desde el modelo de sociedad de bienestar de la socialdemocracia nórdica, a la Tercera Vía de Tony Blair, a los profundos cambios impulsados por Lula en Brasil.



Por cierto, después de haber cambiado radicalmente este país y de encaminarlo en su bicentenario hacia la modernidad con mas libertades y mas equidad hay que pensar en el mundo del tricentenario de Chile, hay que abordar desafíos globales que impactan cada vez mas en nuestro futuro, hay que pertrecharse de una política medioambiental que proteja aguas, atmósfera, glaciares, vida en general, hay que impedir la peligrosa sobreexplotación de los recursos naturales.



Hay, por consiguiente, que modificar profundamente un modelo que con todas sus correcciones no atenúa sino agudiza la concentración de la riqueza y del poder, hay que abrir nuevos horizontes a la democracia y a la decisión de los ciudadanos, hay que reforzar los aspectos valóricos, espirituales, solidarios de una sociedad que vive en una mayor abundancia pero en mayor soledad y egoísmo.



Todo ello solo puede abordarlo una Concertación que tenga voluntad para refundarse, para pensar mucho mas allá de lo que hemos hecho porque los cambios del mundo exigen una mayor velocidad, que recomponga sus vínculos dañados con el mundo intelectual democrático y acepte el rol crítico que este tiene en la sociedad y que va mucho más allá de las razones de estado que son útiles para gobernar pero no para pensar lo que viene.



Una Concertación que tenga un proyecto progresista de futuro, un candidato o candidata presidencial fuerte y un sólido pacto de gobernabilidad con sus parlamentarios.



*Antonio Leal es diputado del PPD.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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