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El salmón y los dolores del crecimiento

Aunque el ministro de Economía, Hugo Lavados, ha salido públicamente a llamarle la atención a la industria señalando que ‘las empresas salmoneras han dedicado mucha energía a sacarse el pillo’, lo cierto es que la responsabilidad de todo lo que ocurre es esencialmente del gobierno y es una consecuencia directa de ‘impulsar la acuicultura como sea’, tal como señaló un antecesor del ministro Lavados.


Por Francisco Pinto*



La industria del salmón se ha convertido en la industria más pujante de las últimas dos décadas en nuestro país, creciendo a razón del 20% anual en promedio. Hoy, dos de cada cinco salmones cultivados en el mundo se producen en Chile y las ventas se empinan por sobre los U$ 2.000 millones. Tan bueno ha sido el negocio, que las proyecciones apuntan a duplicar la producción hacia el 2015 y posicionar a nuestro país como ‘potencia alimentaria’.



Las impresionantes cifras de esta industria hablan de éxito y prosperidad. No obstante, la cara oculta de este negocio es bastante distinta. Desde hace un año la industria vive una compleja situación sanitaria a causa del brote de virus ISA, que ha afectado hasta ahora a cerca de 74 centros de cultivo, dejando pérdidas por sobre los U$ 65 millones y más de 2.000 desempleados a causa del cierre de centros y plantas de proceso. Esta crisis ha derivado en un fuerte cuestionamiento al modelo de producción, pero aún así existe una precipitada promoción de traslado de centros de cultivos hacia las regiones de Aysén y Magallanes, acelerándose el proceso de expansión de la industria.



Lo más preocupante es que la industria planea seguir creciendo sin aprender lección alguna. Según declaró en enero de este año César Barros, presidente de la asociación gremial de productores de salmón, SalmonChile, quién al ser consultado por si hacían algún mea culpa en términos ambientales y laborales señaló: ‘No, ninguno, ningunoÂ…si desaparece la salmonicultura esas regiones vuelven a la Edad de Piedra, Puerto Montt volvería a ser Muerto Montt, capital de la Pésima Región. Mea culpa, Ä„ninguno!’.



El gobierno, por su parte, está intentando ahora remediar la inercia y permisividad que por años ha mantenido frente a la industria. Ahora que se están perdiendo miles de empleos y que baja la producción de salmones, ha decidido ser más riguroso en materia de regulación y fiscalización. Y aunque el ministro de Economía, Hugo Lavados, ha salido públicamente a llamarle la atención a la industria señalando que ‘las empresas salmoneras han dedicado mucha energía a sacarse el pillo’, lo cierto es que la responsabilidad de todo lo que ocurre es esencialmente del gobierno y es una consecuencia directa de ‘impulsar la acuicultura como sea’, tal como señaló un antecesor del ministro Lavados.



La lógica expansiva de la salmonicultura se inserta en el modelo económico escogido por nuestro país, el cual se basa en la explotación y exportación de recursos naturales, generando una enorme concentración de ingresos en unos pocos conglomerados e incorporando sólo marginalmente los aspectos sociales y ambientales, lo que atenta directamente contra el desarrollo sustentable.



No queremos que se repitan los graves impactos ambientales, sociales y laborales que ha padecido la Región de los Lagos a la par con el auge del salmón. No a la expansión mientras no se mejoren las condiciones laborales y las regulaciones ambientales y sanitarias.



*Francisco Pinto es director de Fundación Terram

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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