Publicidad

Los peruanos en Santiago y los señores candidatos

Los candidatos a alcalde por Santiago dieron a conocer en un diario de la capital las medidas que adoptarían para solucionar algunos de los problemas que aquejan a esta comuna, entre los cuales se encontraría el que denominan «el problema de los peruanos en el centro». Las propuestas coinciden…


Por Ivonne David*

Santiago concentra un número importante de inmigrantes, en su gran mayoría peruanos. Los candidatos a alcalde por Santiago dieron a conocer en un diario de la capital las medidas que adoptarían para solucionar algunos de los problemas que aquejan a esta comuna, entre los cuales se encontraría el que denominan “el problema de los peruanos en el centro”. Las propuestas coinciden, aunque con matices, en abordar el tema desde una perspectiva cuasi-represiva, sin considerar integralmente la situación y con un sesgo cercano a la xenofobia y el chauvinismo. Se trataría de “alejar” a los peruanos del centro porque “afean” el panorama, para lo que se propone una especie de confinamiento en otros sectores, como si ello fuera posible y compatible con la dignidad y derechos de estas personas, y con lo que hemos reclamado siempre para nuestros compatriotas en el exterior.

¿Vamos a crear un gueto o confinar a 100.000 peruanos? Esta propuesta se parece mucho a políticas del pasado en Europa que trajeron una escalada de horror. Seguro que ninguno de los candidatos estaba pensando en ello, pero hay que llamar la atención a propuestas que se plantean con tanta ligereza sólo para sintonizar con un supuesto electorado proclive a ellas. La política debe ser también pedagógica, y los políticos deben ser capaces de plantear los temas con franqueza, y no amparar actitudes xenófobas o chauvinistas.

Además, mejorar el centro de Santiago no tiene que ver con los inmigrantes peruanos, sino, entre otras cosas, por mantener y renovar la Plaza de Armas, haciendo de este un lugar de descanso de transeúntes, limpio y confiable. Para nadie que transite a alguna hora por la zona es desconocida la escena de borrachos tirados en los bancos u orinando en los jardines, y no son precisamente peruanos.

Pero el tema pasa por otra dimensión, y hay que tenerlo claro. Las migraciones son, en la actualidad, un fenómeno dinámico y creciente, imposible de controlar con medidas represivas o segregacionistas, como hemos visto en Europa y Estados Unidos. Sus motivos son múltiples y sus aristas se proyectan más allá de soluciones parciales o paliativas, porque en la base está la cuestión no resuelta del desarrollo y la inequidad en la distribución de la riqueza mundial.

El jueves 17 de octubre la Unión Europea aprobó por unanimidad de sus miembros el “Pacto de Migración”, el que por primera vez aborda en forma conjunta el problema migratorio y el desarrollo de los países de procedencia de los inmigrantes. Este acuerdo ha sido duramente criticado por  América Latina, y otros países en desarrollo, por su fuerte contenido restrictivo. La norma entrará en vigencia a fines del 2008 y supondrá, por lo menos al principio, una merma en la entrada de trabajadores de países en desarrollo a la UE. Muchos de estos, entonces, dirigirán su mirada hacia regiones y países más cercanos, y con menos controles a la hora de decidirse a emigrar. Chile no es la excepción a la llegada de inmigrantes, especialmente de Perú, y puede ser claramente un destino alternativo ante las restricciones europeas.

En Chile, a pesar de lo que muchos pronosticaban, la inmigración ha ido en aumento desde el inicio de los años 90, especialmente desde Perú, Argentina y Bolivia. Las estadísticas sobre el número de trabajadores extranjeros en Chile son del censo 2002, por lo tanto han variado sustancialmente. En este momento se estima que del total de la población chilena, el 1% es extranjera, es decir, pese a lo que se dice, no constituye un problema demográfico ni económico aún. Pero es interesante ver que este porcentaje es igual al que tenía España a comienzo de los años 80, y que por ausencia de políticas efectivas, ya ha crecido hasta el 10%, con bolsones de ilegalidad no prevista. No se trata con esto de establecer frenos arbitrarios a la inmigración, sino de estar preparados para un fenómeno irreversible, y por lo demás, necesario, dada la baja en las tasas de natalidad y el envejecimiento de la población.

Para abordar en nuestro país el tema en su debida dimensión habría que comenzar por una política migratoria clara, integral, que contemple toda la complejidad social, cultural, económica, política y existencial involucrada, para no caer en simplificaciones ni maniqueísmos como los que estamos viendo en las declaraciones de candidatos municipales. Por ejemplo, los estudios sobre el perfil de esta inmigración deberían actualizarse, tener una caracterización mas precisa de ellos incluyendo el perfil migratorio completo, para articular políticas adecuadas.

Además de esto, es preciso diseñar campañas de información y sensibilización de la opinión pública, para que se entienda, primero, que las migraciones son un hecho de nuestro tiempo, al que Chile no se puede sustraer, y que en un momento más de un millón de chilenos debieron emigrar por distintas causas, y respecto de ellos en ese momento reclamamos un trato digno y humanitario en los países de acogida. Incluso hoy, nuestras autoridades hacen seguimiento de las condiciones de los quinientos mil chilenos que aún viven fuera de Chile, y exigen para ellos el respeto de sus derechos como personas. 

Asimismo, se debe explicar en colegios, universidades, organizaciones sociales, medios de comunicación que los inmigrantes no están quitando puestos de trabajo a los chilenos, sino ocupando aquellos que el trabajador local no cubre, o haciendo un aporte profesional indispensable al país en otros casos. No olvidemos el llamado hecho por los empresarios a la “importación” de mano de obra por ausencia de esta en algunos sectores como la agricultura. O las necesidades de médicos en consultorios periféricos.

El verdadero problema es la inmigración ilegal y el trabajo clandestino. Este aspecto también debería ser motivo de fiscalización por parte de la autoridad y así evitar abusos. No hay que olvidar que el trabajador debidamente contratado en Chile paga impuestos y cotiza en el sistema previsional. Tampoco es efectivo que estén usando los servicios sociales disponibles en desmedro de alguna familia chilena necesitada, ya que la cobertura de los programas sociales es integral.

Pero especialmente es necesario incorporar una educación con contenidos de multiculturalidad que a los niños extranjeros los ayude a integrarse en la sociedad chilena, y su vez que los niños chilenos se formen en la tolerancia y en mutuo respeto. Estas son las bases de una política integral para enfrentar el problema migratorio, y no medidas simplistas y efectistas que no van a la raíz y en cambio potencian en la ciudadanía actitudes reñidas con los derechos esenciales de las personas, incompatibles con un país democrático.


*Ivonne David es especialista en Migraciones y Desarrollo por la Universidad Católica de Comillas (España), y actualmente es investigadora del Centro Latinoamericano para las  Relaciones con Europa (CELARE).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias