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Elecciones municipales: La pérdida del poder hegemónico

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Si se trata de aspirar a altas cuotas poder, las dos alianzas que han monopolizado la negociación política en Chile, deberán incorporar la dimensión de actores contemplados hasta ahora con cierto desdén. No es que cedan poder, o que la desconcentración se desate, sino que compartirán poder en cierta


Para la Concertación y la Alianza por Chile, los resultados de la elección presentaron un panorama inédito. Ambas fuerzas no proyectan esa capacidad de sostener la autosuficiencia de poder político que las caracterizaba. La continuidad del centro hegemónico -hasta ahora blindado por el sistema binominal, no depende de la correlación de fuerzas que le han dado sustentación. Para algunos,  el fenómeno se veía venir, pero otra cosa es palparlo en la evidencia.   

Si se desagregan las cifras a nivel regional, tanto en la votación de alcaldes como de concejales, el panorama para mantener la hegemonía política al menos en este tipo de elecciones, se complica para ambas coaliciones mayoritarias. El surgimiento de nuevos pactos compromete el monopolio político mantenido por los dos pactos electorales mayores, afectando su devenir político frente a las elecciones del próximo año.

Para recuperar sustentación, aún en las condiciones del sistema mayoritario binominal, las dos grandes coaliciones dependen en forma mesurada, -hay que decirlo-, de la complementariedad de otras fuerzas políticas, que a la hora de compactar mayorías en otras circunstancias electorales, se ve como indispensable. 

Si se trata de aspirar a altas cuotas poder, las dos alianzas que han monopolizado la negociación política en Chile, deberán incorporar la dimensión de actores contemplados hasta ahora con cierto desdén. No es que cedan poder, o que la desconcentración se desate, sino que compartirán poder en ciertas áreas funcionales a lo que han estado acostumbradas: a una hegemonía basada en los partidos que forman las dos grandes alianzas.

La senadora Evelyn Matthei de la Alianza, una carta presidencial generando simpatías en amplios sectores, señalaba: «Los partidos impiden la ampliación del arco político». El Senador Alejandro Navarro sale del partido socialista y el timonel de este lo encuentra positivo.   

El remezón en dos coaliciones que no crecieron y que aparecen divididas,  obliga a privilegiar la unidad interna, antes que ampliar la base de apoyo, confirmado que el hegemonismo no cede.

Transformación del centro hegemónico

La concentración de poder comienza a perder cohesión en al menos 10 de las 15 regiones del país, como lo demostró la votación en alcaldes, que es donde se escrutan más votos.

La Alianza venció en 9 de las 15 regiones, siendo dos de ellas con resultados holgados. La Concertación venció en seis regiones sin exhibir una diferencia marcada. A pesar del mayor número de votos de la Concertación en concejales, la Alianza predomina claramente en 8 de las 15 regiones, y nuevamente en las tres más populosas.   

El pacto Juntos Podemos Más (JPM) obtuvo una votación significativa en cinco regiones con predominancia de la Alianza, y bajo el supuesto de que no se alteren las condicionantes que lo hicieron posible, serían gravitantes en la  elección presidencial. En las tres regiones más populosas y de señales políticas claves,  como Valparaíso, Bío Bío y la Región Metropolitana, la votación del JPM se presenta hasta ahora, como decisiva para la Concertación en futuras elecciones incluyendo la presidencial, por cierto que,  manteniéndose las condicionantes básicas manifestadas en esta elección.   

La votación de Los Independientes Fuera de Pacto, que no responden a ninguna agrupación determinada, pero que sí tienen una preferencia en el arco ideológico, podría afectar a las mayorías de ambas coaliciones en siete regiones. En cierto sentido, como «independientes instrumentales», lo son cuando pueden serlo,  pero también pueden desordenar el mapa electoral si crecen como fenómeno de independientes de verdad sin la tutoría «binominal» de los partidos.

El pacto «Por un Chile Limpio»,  exhibe en dos regiones con leve mayoría de la Concertación, una votación relevante. Al constituir una base de disidencia del oficialismo, en caso de prosperar, sería decisivo en futuras negociaciones. Su marcada vocación anticomunista es probable que sea más funcional a la Alianza que a la Concertación.

Queda pendiente el peso de lo intangible, tal vez  el sector con más creciente gravitación: los que no están registrados, que podría superar los cinco millones. Para el Plebiscito de 1988, el 48,55% de los electores era menor de 35 años. Para estas municipales,  los inscritos menores de esa edad son 19,55%. (Servicio Electoral). El padrón electoral no ha aumentado desde 2005 ya que fallecen más de los que se inscriben. 

De todas maneras, considerando el continuo apoyo de la población a la Concertación, y la Alianza, un rechazo significativo al sistema sociopolítico y económico, no se ha producido con esta elección. Esto es grave, sobretodo en medio de una amplia difusión de la crisis financiera y económica. La gente parece no conectar su bienestar con las coordenadas del sistema.

Usando el referente estadounidense, si las municipales fuera la plataforma para elegir los votos electorales que eligen al presidente o presidenta, las dos coaliciones que conforman el sistema binominal, son altamente dependientes de otras fuerzas para asegurar  la gobernabilidad que supuestamente garantiza el binominalismo.

Chile no estará federalizado, y en las elecciones presidenciales el hegemonismo ha demostrado recluirse en el realismo de su «estado binominal puro». Aún así, la compactación de la concentración de poder después de esta elección, quedó dañada. Si bien la eterna reforma constitucional es la vía ideal, tampoco hay que esperar los milagros de Barack Obama con los nuevos inscritos en el padrón electoral chileno para desconcentrar poder. Hay que arreglárselas con lo que hay.

* Juan Francisco Coloane es sociólogo.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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