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El cambio de gabinete y el estilo presidencial

La presidenta Bachelet tiene un estilo distinto a Lagos, de menor centralidad decisoria, habiendo rechazado tener un «segundo piso» porque perjudica a los ministros. Sin embargo, en la práctica no ha roto el estilo de éste, porque, por otros motivos, sus …


Por Carlos Huneeus*

La molestia de la presidenta Bachelet con los periodistas por las reiteradas preguntas por el cambio de gabinete fue injusta, porque algunos ministros hicieron trascender su interés de abandonar el ejecutivo para iniciar una carrera parlamentaria (Osvaldo Andrade) o una aventura presidencial (Sergio Bitar).

La derrota de la Concertación en las elecciones de alcaldes moderó sus aspiraciones electorales, con la excepción del ministro de Justicia, Carlos Maldonado (PRSD) quien desea ser senador por la votación a concejales de la lista PPD/PRSD. El nuevo timonel del PDC, Jorge Burgos, se apresuró a apoyar la continuidad del canciller Alejandro Foxley (PDC), porque su nombre circulaba entre los que dejarían el gabinete. Estamos en una sociedad en que los medios son importantes y los políticos los usan para sus intereses.

El cambio de gabinete es inevitable porque se requiere un equipo de ministros que fortalezca al gobierno para ganar las elecciones del 2009, especialmente cuando los partidos están muy debilitados y la derecha está más unida que nunca. Se justifica, además, porque han cambiado las condiciones políticas. Los ministros Hugo Lavados, de Economía, y Marigen Hornkohl, de Agricultura, fueron nombrados por su cercanía con la dimitada presidenta del PDC, Soledad Alvear, y han tenido una opaca labor.

No es fácil el cambio de gabinete porque es un gobierno de coalición. El presidencialismo no favorece los gobiernos de coalición porque el Presidente es una persona, centralizando las decisiones, a diferencia del parlamentarismo, que tiene un poder colegiado porque el gabinete es el principal centro de decisiones. El presidente, además, concentra la atención de legisladores, líderes de los grupos de presión y los medios de comunicación, lo cual aumenta su poder. El presidente tiene un rol fundamental para que haya un genuino gobierno de coalición, debiendo ceder espacio a sus ministros, especialmente de los partidos aliados.

Los presidentes Aylwin y Frei dieron amplia autonomía a sus ministros porque tuvieron un estilo de baja centralización decisoria. Ello permitió mostrar un gobierno  no sólo del PDC, sino también de socialistas. El ministro Enrique Correa (PS) no sólo se ocupó de los temas de su cartera, Secretaría General de Gobierno, sino que también de ajenos a ella, como Defensa y Relaciones Exteriores. El ministro J.J. Brunner (PPD), portavoz del gobierno, y José Miguel Insulza (PS), en RR.EE. primero y Secretaría de la presidencia después, tuvieron una gran influencia política y una amplia presencia en los medios. En ambos gobiernos, Ricardo Lagos tuvo un altísimo protagonismo, incluso se negó a firmar el decreto que creaba el penal de Punta Peuco en 1996.

El esquema del Presidente Lagos fue distinto, pues ejerció la centralidad decisoria en plenitud, a costa de sus ministros, con un estilo político de querer abarcar todo el espacio. Su  “segundo piso” fue una pieza fundamental en esta manera de ejercer la presidencia. Ello tuvo como consecuencia la disminución del poder de sus ministros, con las excepciones de Insulza y Eyzaguirre.  La imagen que se transmitió fue no sólo de un presidente muy activo, sino también de un gobierno que no era genuinamente de coalición, sino más bien monocolor, sin dar cuenta del arcoíris de la Concertación porque marginalizaba al PDC, que se vio participando en un gobierno dominado por el presidente del PS/PPD y figuras de las colectividades de izquierda. Este estilo llevaba implícito un afán refundacional de la Concertación a partir del liderazgo presidencial. Esto fue utilizado por la derecha para calificarlo como “gobierno de izquierda”. Este estilo de liderazgo perjudicó a la Concertación, porque ello se tradujo en votos que se alejaron de la DC y se fueron a la oposición.

La presidenta Bachelet tiene un estilo distinto a Lagos, de menor centralidad decisoria, habiendo rechazado tener un “segundo piso” porque perjudica a los ministros. Sin embargo, en la práctica no ha roto el estilo de éste, porque, por otros motivos, sus ministros carecen de visibilidad e influencia en la agenda del gobierno. A pesar que ha tenido tres ministros DC en Interior en menos de tres años, ninguno de ellos ha tenido la influencia de Insulza con Lagos o Carlos Figueroa con Frei. Sorprende el titular de Interior, Edmundo Pérez Yoma, de gran personalidad, que tiene una situación de poder privilegiada porque sería pésimo un cuarto ministro del Interior en un gobierno de sólo cuatro años.

Este estilo de liderazgo debiera cambiar y adaptarse a las condiciones de la contienda presidencial, con más espacio a los ministros. Pero también requiere la voluntad de los secretarios de Estado, que tengan la decisión de utilizar los recursos de poder que disponen. Esta condición es fundamental en los del PDC, partido que tiene un rol clave para la movilización del electorado centrista. Los ministros no deben estar inhibidos o temerosos de  lo que pueda pensar la presidenta. Quien  no tenga esa voluntad, debiera voluntariamente alejarse del gobierno o rechazar la invitación a formar parte del gabinete.

El cambio de gabinete tiene que estar en sintonía con la carrera presidencial, el próximo gran desafío del gobierno Bachelet.  Un quinto triunfo de la Concertación es difícil, pero no imposible, y su fuerza ante la ciudadanía se encuentra en su arcoíris de partidos de centro e izquierda, comenzando en el gobierno y continuando en la campaña y su programa.

*Carlos Huneeus es director del CERC.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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