Publicidad

«CHE» apareció y desapareció en Nueva York

En la hora y más del encuentro del director con la audiencia -alrededor de 500 personas que se quedaron hasta la 1 AM debatiendo con él – Soderbergh señaló que su intención justamente es no editorializar al Ché. Que él había montado una obra «que permitiera reflejar con la mayor fidelidad…


Por Juan Francisco Coloane*

Hay hechos tal vez triviales para la política, que no están ni remotamente en las agendas, pero que tienen su propio significado y repercusión.

Se trata del desvanecimiento en los periódicos neoyorquinos importantes, de los anuncios y reseñas sobre la película «Che», de Steven Soderbergh, lanzada al público en una exhibición especial de una semana, con la presencia de su Director (Traffic, Erin Brockovich, Sex Lies and Videotapes), el viernes 12 de diciembre en Nueva York.

Cuatro horas y media divididas en dos partes dura la obra, con un intermedio, haciendo recordar las producciones de David Lean. México, Cuba, Nueva York, edificio de Naciones Unidas son los ambientes de la primera. Bolivia, principalmente, de la segunda. Alrededor de un centenar y medio de actores encarnan a personajes que indistintamente permanecen en la memoria por la penetrante iluminación de sus rostros. El guión está basado en los escritos de Ernesto Guevara sobre la guerra revolucionaria cubana y su diario en Bolivia, y la puesta en escena penetra e incomoda porque enaltece una forma de combate político casi extinta de la tierra: la guerra de guerrillas.

Esta especie de estreno introductorio se llevó a cabo en un gran teatro, el Zegfeld, donde no quedaban butacas vacías, a la espera de su estreno oficial en enero.

Como las batallas ideológicas son también muy subterráneas, dentro de la perplejidad por no conocer los códigos de producción ni los presupuestos, traté de imaginarme las razones de este furtivo despliegue de propaganda del comienzo y su súbito desvanecimiento. Al llamar a los periódicos, todas las respuestas conducían a que era una materia de la producción del film. Ni el progresista Village Voice que la elogió, tenía una reseña. «CHE», de Soderbergh, desapareció en acción. ¿Será un augurio del futuro en la distribución de la película?

En la hora y más del encuentro del director con la audiencia -alrededor de 500 personas que se quedaron hasta la 1 AM debatiendo con él – Soderbergh señaló que su intención justamente es no editorializar al Ché. Que él había montado una obra «que permitiera reflejar con la mayor fidelidad posible, los textos del Ché que es donde se sustenta el film, y expresar las facetas que como artista le interesaban: la consistencia entre discurso y acción.

Lo que abunda en el «Che» film, es ese complejo y sacrificado camino que va de una actitud a la otra. En este sentido, los que perciben que no hay un desarrollo más completo del personaje, tal vez continúen sin entender (o discrepando) ese proceso que el Che sí lo tenía claro.    

Si Che exhibe hasta cierto punto una complejidad, a pesar de la sequedad de espíritu, es la grandilocuencia del efecto de la violencia y de los códigos de la lucha armada como la concebía Ernesto Guevara.

Como film de Guerra, es de un despliegue y precisión inusuales, y habrá que escudriñar mucho para obtener una obra que se le compare en el armado de los escenarios y las acciones. Soderbergh en este film,  -se registra que filmó con su cámara digital en la mano-, es probablemente el primer «cineasta guerrillero» en un ejercicio de simulación a gran escala y que conduce a un realismo de documentalista de gran nivel, que hace recordar a Roman Karmen, Joris Ivens y Sergio Bravo. 

Algunas inconsistencias anotadas por algunos críticos, respecto a giros, acentos de  voces, y formas de expresión, pasan a un segundo plano cuando se trata de ver la rítmica en la narración con las escenas de guerra, mezcladas con los retazos de documental, y los diálogos nítidos y escuetos, en situaciones donde por lo visto no hay tiempo para demasiada teoría.  

Ahora bien, como el personaje en cuestión es uno que lucha contra el capitalismo, el vehículo de Soderbergh de hacer trascender la idea revolucionaria a través del formato del film, no funciona completamente porque en la trinchera opuesta, el «producto Che» no está siendo presentado como una película de guerra espectacular y atractiva, sino que como una ideológica.

Por la precisión y prolijidad con que está organizado el material que constituye la obra, quizás la intención principal no sea la de transmitir esa idea revolucionaria, sin embargo la acción revolucionaria armada es interpretada y proyectada con un gran respeto, y hasta con admiración, que por supuesto incomoda a quiénes tienen pánico de la insurrección armada, sea de los Pro Che o los Anti Che.

Es el riesgo que asume un cineasta valiente, porque se metió cinematográficamente en el tema más delicado de nuestros tiempos, como es la insurrección armada. Frente a un capitalismo en semejante crisis, que no la anticipó cuando planificó el film en 2000, «Che», hoy día es un anatema peligroso, porque la propuesta guerrillera está, sino erradicada del ideario político, se le combate como si fuera otra expresión de terrorismo. Apenas sutilmente, Soderbergh se despacha el comentario que los izquierdistas son hoy día teóricos y «guerrilleros» de fin de semana, frente al espectáculo de explotación y la pobreza. En este sentido, las cuatro horas y media no se hacen pesadas por el ritmo de la narración, sino por la naturaleza del mensaje que no se percibe en toda su magnitud tal vez por su obviedad.          

El Che de Soderbergh, pareciera apoyar en vez de detractar la figura del Ché persona. Y esto incomoda cuando la gente se empieza angustiar por tanta inestabilidad e incertidumbre.

Soderbergh dijo haber empezado el proyecto en 2000, cuyo co productor es Benicio del Toro, en una actuación magistral e inolvidable. En él ha trabajado una legión inmensa de colaboradores y han participado varios gobiernos con sus instituciones. Se movilizaron durante mucho tiempo muchas energías de diferente tipo en diferentes ambientes, y es probable que alguna emoción pudo haber quedado en el camino.

Che, el film, es en gran medida procesos. Soderbergh ha dicho que no le gusta editorializar. Es el caso de «Che», y la causa de la incomodidad de algunos al sentir el film carente de nervio emocional. En todo caso, las 500 personas en el Zegfeld esa noche en Nueva York aplaudieron con emoción el final de las cuatro horas y media, mientras Mercedes Sosa cantaba soberbiamente la apoteósica zamba a Balderrama.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias