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Conspiración en la ruta 68

La víctima, el senador Guido Girardi, defensor inclemente de los desheredados, del ciudadano pequeño que preterido por los poderosos debe aceptar silente los designios de las grandes corporaciones que depredan el medio ambiente, se apropian de las aguas y gestionan codiciosamente las AFPs…


Por Ricardo Manzi*

Un fútil incidente verificado hace algunas semanas y conocido recientemente con profusión de comentarios de prensa y alta indignación popular, ha actualizado una vez más en nuestra nación aquellas  teorías de la conspiración, que cada tanto nos recuerdan que bajo la apariencia de la normalidad y, más bien contando con su complicidad,-esa del lento e imperceptible fluir de la vida-, nos recuerda que bajo el equinoccio de verano en estas latitudes, se cierne sobre nosotros una amenaza insospechada y letal.

La víctima, el senador Guido Girardi, defensor inclemente de los desheredados, del ciudadano pequeño que preterido por los poderosos debe aceptar silente los designios de las grandes corporaciones que depredan el medio ambiente, se apropian de las aguas y gestionan codiciosamente las AFPs, entre otras malevolencias; de las fuerzas fácticas ocultas bajo una aparente respetabilidad, que empeñados en mantener el oscurantismo medieval, le  han tendido una celada.

Entre los conjurados, integrados por diversos tipos de partícipes, encontramos a autores directos y otros mediatos o instigadores. Los primeros, dos tipos uniformados de baja graduación, que ubicados convenientemente en la ruta 68 por los instigadores, mediante una operación fríamente digitada desde algún remoto recinto ajeno a las miradas escrutadoras de los luchadores políticos de nuestro país, ha determinado silenciarlo en forma definitiva.

Estos sujetos, los policías, brazo armado de los segundos, se permitieron detener al senador cuando se dirigía raudo a una reunión en el Senado de la República donde él representaría el interés de los sin voz, entre otros, los funcionarios públicos, respecto de cuyo reajuste trataba la cita.

La detención de él, su chofer y su abogado, impidieron su pronta participación en ese encuentro sin precedentes, tendiente a resolver un problema social y político no menor, cuyas particularidades conflictivas pudimos verificar hace pocas semanas.

Pues bien, estos sujetos no sólo tenían por norte impedir su participación en tal encuentro, sino que provocarle un disgusto mayor, entre otros, no detener a una comitiva que circulaba a las mismas horas por ese lugar, haciendo a su respecto una ostensible discriminación arbitraria, obviamente contraria a la Constitución y las leyes. Los conjurados, tuvieron además, la tupé de no recibirle la credencial que lo identificada como alta magistratura de la nación,  conformándose con la cédula de conducir del chofer y el padrón del auto, que digámoslo, resultan ser los documentos que se suelen solicitar en estas ingratas ocasiones. Esto último demuestra el alto nivel de preparación de la operación clandestina que se denuncia y un meditado y puntilloso estudio de sus diversos aspectos, especialmente los subjetivos, que suponen un conocimiento acabado del carácter y temperamento del senador, que animado por su espíritu igualitarista se reveló ante la discriminación, el trato desigual e injusto y, cómo no, puesto que, ¿qué podía autorizar detenerse a un Senador de la República y no a una supuesta comitiva ministerial, aún no singularizada? ¿Por qué se le exigió sólo el carné de conducir y el padrón al conductor del vehículo y no se le recibió una credencial que identificaba a Girardi como Honorable? ¿Por qué no se le dio un trato amable esperable en el caso de exhibir tal credencial?

El senador, a riesgo de su propia integridad y buen nombre, se determinó a denunciar esta diferencia de trato y dirigió su reclamo a la Subsecretaría de Carabineros, donde su titular, doña Javiera Blanco, en el sólo interés de la justicia y la equidad, remitió a su turno los antecedentes a la superioridad de Carabineros, los cuales procedieron a sancionar a esos policías, haciéndose así aparentemente partícipes de esa urdimbre tenebrosa, dado que finalmente, todo esta tramoya tenía como objetivo desmerecerlo frente a la ciudadanía.

Así las cosas y utilizando la teoría de la conspiración, el senador Girardi se ha mostrado a sí mismo como un sujeto perseguido por los poderes fácticos, sólo por ser el gran defensor de los intereses de las grandes mayorías respecto del quehacer clandestino de los conjurados. Esto recuerda la conocida alocución de Benito Mussolini desde el Palazzo Venecia en 1935, donde se dirige al pueblo italiano para justificar la invasión de Etiopía, invocando un complot internacional para perjudicar al pueblo italiano, honesto, puro y victimizado por las grandes potencias de entonces, al igual que el discriminado Senador Girardi. Un acto de mera prepotencia, de acuerdo a esta lógica deviene en pura legitimidad democrática e igualitaria.    

*Ricardo Manzi Jones es abogado.       

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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