Publicidad

Guerra del gas: no más que una tregua

El problema se comienza a gestar en febrero del año pasado, cuando el consorcio ruso Gazprom le comunica a la estatal ucraniana Naftogas que su deuda alcanza los mil quinientos millones de dólares. Las negociaciones para el pago vendrían a materializarse el 30 de diciembre, tras lo cual Gazprom…


Por Carlos González Shanel*

El primero ministro ruso, Vladimir Putin, y su homóloga ucraniana, Yulia Tymoshenko, pusieron tregua a la «guerra del gas», lo que permitió la reanudación el martes del suministro de gas ruso para Ucrania. Europa parece estar más relajada, ya que el 25% del gas que consume proviene de Rusia, (algunos países como Bulgaria o Eslovaquia dependen totalmente del suministro ruso), y el 80% del gas ruso transita a través de Ucrania. Pero todos los análisis coinciden en que es cuestión de tiempo para que una nueva batalla en esta sofisticada guerra se vuelva a desatar. En primer lugar porque «cerrar el grifo» es una táctica aplicada desde hace tiempo por Moscú para imponer su estrategia de influencia política en la región. En segundo lugar, y quizá lo más preocupante para Europa, es que a diferencia de lo que muchos piensan, el control de Rusia sobre el mercado energético europeo será quizá mayor en el futuro.

Desde esa perspectiva revisemos lo hechos. El primero de enero Rusia disminuyó considerablemente el flujo de gas a Ucrania, y una semana después ordenó cerrar completamente el grifo hacia el resto de Europa, dejando a una veintena de países sin suministro de gas. Como consecuencia, hubo varias empresas paralizadas en países como Eslovaquia; cortes de calefacción y apagones en Bulgaria o Rumania, ello en medio de uno de los inviernos más crudos de los últimos años en estas latitudes. La República Checa recibía un tercio de lo habitual; Rumania una cuarta parte; Austria una décima parte. Turquía, Grecia, Macedonia, Bulgaria y Eslovaquia, nada.

El problema se comienza a gestar en febrero del año pasado, cuando el consorcio ruso Gazprom le comunica a la estatal ucraniana Naftogas que su deuda alcanza los mil quinientos millones de dólares. Las negociaciones para el pago vendrían a materializarse el 30 de diciembre, tras lo cual Gazprom le anuncia a Naftogaz que le debe 600 millones más. Tymoshenko había viajado en octubre a Moscú a negociar con Putin los nuevos precios del gas. Ahí se acuerda que Kiev ya no pagará 179,5 dólares por cada 1000 m3, sino 250 (a modo de comparación, la República Checa o Eslovaquia pagaban 380 dólares en el mismo período), con el compromiso de que el aumento sea aplicado progresivamente por los próximos tres años hasta alcanzar 458 dólares. Kiev rechaza el aumento, suspende de pronto el diálogo con Moscú y retira a Naftogaz de la mesa de negociaciones con Gazprom. El presidente ucraniano, Viktor Yushchenko, veta el acuerdo entre Tymoshenko y Putin. En diciembre Rusia amenaza con cortar el gas a Ucrania. Y finalmente lo cumple.

La política por sobre el negocio

¿Cuál es el trasfondo político de la disputa? Primero, tiene que ver con la llamada «diplomacia del gas» que utiliza Rusia para castigar a Ucrania por haberse alejado de su órbita de influencia, luego de que los líderes de la Revolución Naranja (2004/2005) provocaran la caída del gobierno pro ruso del entonces premier Víktor Yanukovych. Segundo, el Kremlin presiona de esta manera al actual gobierno pro europeo de Kiev para que renuncie a sus aspiraciones de integración a la OTAN y la Unión Europea. Y tercero, un factor que tiene que ver con política interna, pero en gran meida causante de la crisis. Veamos.

No es secreto que existen fricciones entre Yushchenko y Tymoshenko. Se cree incluso que una de las razones por las cuales el presidente vetó el acuerdo sobre el reajuste de los precios del gas, es para restarle protagonismo a la primer ministro en el manejo del tema energético y de la reciente crisis del gas con Moscú. Aunque Yushchenko y Tymoshenko en su momento fueron aliados, ambos rostros visibles de la Revolución Naranja y son igualmente partidarios del ingreso a la UE y la OTAN, hoy son rivales políticos y se enfrentarán en las próximas elecciones presidenciales de 2010. A ninguno de los dos le convenía ser asociado con una  mala salida a esta crisis, con el alza de los precios del gas, y por consiguiente con un empeoramiento de la situación económica. Crítica, por lo demás. Lo cierto es que Tymoshenko se ha anotado un punto sobre Yushchenko tras haber logrado en Moscú una tregua en esta guerra del gas. Eso en cuanto a lo interno.

En cuanto a sus planes integracionistas, si Ucrania no es capaz de garantizar el flujo permanente de gas a sus socios europeos, independiente de si es culpa de Rusia o no, sus aspiraciones se podrían ver seriamente comprometidas. Bruselas comenzará a dudar de la seriedad de Kiev como miembro de la UE, por consiguiente vendría un enfriamiento de las relaciones con Bruselas. Rusia puede perder el apoyo de la UE a su candidatura de acceso a la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero Ucrania comprometería su acceso a la Unión Europea y a la OTAN. Aunque las críticas están apuntadas principalmente hacia Rusia, al que se tacha de socio poco confiable, la preocupación que haya podido despertar al interior de la Unión Europea la conducta de Kiev, así como las disputas políticas internas, es algo nuevo. Rusia parece estar acostumbrada a sacudirse las críticas, mientras a Ucrania este impasse le podría costar años de acercamiento a las estructuras comunitarias.

Rusia sigue ganando terreno 

La reciente crisis reabrió el debate en Europa sobre cómo reducir la dependencia de Rusia en materia energética. Pero los analistas dicen que lo más probable es que en los próximos años la dependencia sea aún mayor: una cuarta parte de las reservas mundiales de ese hidrocarburo está en Rusia. Junto con Alemania y varios países de Europa Oriental, Rusia planea la construcción de dos gaseoductos que fortalecerían grandemente su posición en el mercado energético europeo. El primero de ellos se llama Nord Stream, y debería comunicar la ciudad rusa de Vyborg con el puerto alemán de Greifswald, a través del Mar Báltico. Los dos principales inversores son Gazprom y los gigantes alemanes E.ON y BASF. Según recientes declaraciones de Putin, y del ex canciller alemán (hoy funcionario de Gazprom), Gerhard Schröder, Nord Stream va viento en popa. Debería ser inaugurado en octubre de 2011. Paralelamente se prevé la construcción de otro gaseoducto, South Stream, que partirá del Mar Negro, pasando por los Balcanes, y llegará hasta Italia. Moscú ya cuenta con la aprobación de Serbia, Rumania y Hungría para la construcción de tamaña obra.

Es decir, la dependencia de Rusia no es algo que se pueda reducir tan fácilmente, por eso algunos estadistas proponen que la solución podría ser la energía nuclear. Uno de ellos, el primer ministro eslovaco, Robert Fico, anunció en días pasados que Bratislava estaría preparada para reactivar la planta nuclear de Jaslovské Bohunice. Otra referencia puede ser Francia, uno de los países menos afectados por la reciente crisis del gas, porque gran parte de su consumo energético proviene de sus fuentes nucleares, y porque depende muy poco del gas ruso. A modo de ilustración: Solamente el 24% del gas que consume Francia proviene de Rusia. Además, en el país galo hay 59 plantas nucleares y en Europa figura entre los mayores propagadores de esa alternativa energética.

Aunque las consecuencias políticas deben ser aún evaluadas, hay claras señales de que después de este problema Bruselas será más cuidadosa al ofrecer apoyo a Ucrania para acceder a la UE. El primer ministro checo, Mirek Topolánek, presidente pro tempore de la UE, fue tajante en un discurso pronunciado recientemente ante el Parlamento Europeo: «debemos ser duros tanto con Rusia como con Ucrania». Y eso a pesar de que Praga ha figurado siempre entre los partidarios de la integración de Ucrania a la familia europea.

Se podría decir que el ganador vuelve a ser el Kremlin. Ha logrado sembrar la duda en Bruselas sobre la seriedad de Kiev como socio energético, quizá comprometiendo su integración a la Unión Europea y la OTAN, sigue ejerciendo control político sobre Ucrania, y además de todo, gana terreno en el mercado energético. 

La preocupación de Europa debería ser grande. Si no asume una posición más firme ante Rusia, en el futuro seguirá enfrentando situaciones como la reciente guerra del gas con Ucrania, y posiblemente una actitud más agresiva no sólo en materia energética. Rusia mide minuciosamente a su adversario antes de atacar. Y una vez que tiene el control sobre él, ataca con dureza.

*Analista político. Miembro fundador del Instituto RESPEKT CAS LA con sede en Praga. Ha trabajado estrechamente con personalidades como Vaclav Havel y Lech Walesa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias