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Cambio de mando en el Teatro Teletón

Una Bachelet de ojos llorosos recibe abrazos y besos de agradecimiento. Piñera está relajado, y saluda y saluda feliz. Y cuando se topa con Diana Bolocco, la abraza, y como la encuentra muy delgada, le dedica una recomendación paternal: “Tienes que comer más”, le repite. El cambio de mando en el Congreso este jueves puede ahora ser muy austero. Todo su sentido se vivió ya al amparo de las luces del Teatro Teletón.


Cuando faltan un par de horas para que comiencen las 24 horas de la campaña “Chile ayuda a Chile”, ya circula por los corredores del Teatro Teletón el rumor de que ésta será una cruzada especial, en la que habrá grandes aportes realizados por empresarios. Y desde la noche del viernes, se respira un ambiente diferente al de las teletones, sin humor en el escenario ni chicas ligeras de ropa en las bambalinas.

Tras el escenario, que recicla de manera brillante la escenografía de pantallas de led que una semana atrás vestía la Quinta Vergara, hay un vip elegante destinado a los representantes de las empresas que vienen a hacer sus donaciones. Ahí les sirven tapaditos, pasteles y jugos a los ejecutivos que aguardan su turno con paciencia. Un piso más arriba, están las anónimas telefonistas, que realizan los llamados a los bancos que recogen los dineros que entrega el público. Y en el piso superior, la organización ha dispuesto cuatro o cinco camas, mullidas y asignadas con nombres, para que los rostros que animan el evento puedan tener un momento de descanso.

[cita]Horst Paulmann sube la puntería y anuncia la donación de sus empresas por un monto de mil millones de pesos. No va a ser el único en moverse en esos guarismos. Le seguirán Falabella y los hermanos Luksic, que suben de a cuatro a hablar con Don Francisco.[/cita]

Pero son pocos los que se animan a dormitar más de una hora. Mario Kreutzberger mantiene el liderazgo y da el tono de la jornada. En escena, se combinan los testimonios de tantos chilenos que perdieron todo lo que tenían, junto a números musicales de Américo, que inaugura, La Noche, Beto Cuevas y las cuecas de Daniel Muñoz, al meddley de La Nueva Ola, el dúo del Pollo Fuentes y Gloria Simonetti, y los chicos de “Yingo”, a los que se les corta el playback en la mitad del show. Los personajes más visibles se dividen entre animadores, como Rafa, Karen, Tonka y Vivi, y telefonistas, compuestos por actrices, animadores, deportistas, periodistas y empresarios invitados, a quienes capitanea Iván Zamorano. El ex goleador de la Roja juega su rol a cabalidad, con arengas oportunas y una compra de sushi masiva a la hora de almuerzo.

No va a ser esta, sin embargo, una maratón para los teléfonos. Los llamados de las sucursales quedan pronto en segundo plano, y lo que se recibe son saludos del exterior de Shakira, Benjamín Vicuña y Cristián de la Fuente. La atención está puesta en esas “donaciones importantes” que empiezan a llegar cuando casi se cumplen 22 de las 24 horas previstas. A esa hora también llegan al Teatro Teletón la Presidenta Michelle Bachelet y el Presidente Electo Sebastián Piñera. Ella viene tranquila, de traje lila; él se nota menos cómodo, sentado de brazos cruzados, con un traje oscuro que le queda levemente ancho. Está flanqueado por su señora y el futuro ministro Hinzpeter, que escruta el entorno con mirada adusta. Bachelet y Piñera están a sólo dos asientos de distancia, pero se siente la distancia en esa primera fila donde también están Benito Baranda y el padre Felipe Berríos.

Todo cambia cuando salen a escena Los Jaivas. Parten con “Sube a nacer conmigo” y Bachelet canta con ellos desde su asiento. Piñera sigue serio. Bachelet lleva el ritmo con las manos. Piñera parece estar pensando en otra cosa. La intensidad crece cuando Los Jaivas pasan a cantar “Todos juntos”. Zamorano hace una seña y todos los telefonistas llegamos al escenario para hacer corro. Bachelet se entusiasma y ahí recién Piñera se incorpora al jolgorio general. Ese es el tema bisagra que faltaba, y comienza la catarsis. Para la gente de mi generación, que éramos niños en 1973, aquello de “¿para qué vivir tan separados?” se convirtió en una pregunta sin respuesta posible. De repente, sin embargo, estamos todos juntos bailando y saltando en el escenario. En la platea. La algarabía es total. Mutis mira un poco asombrado a su alrededor. Algo inefable y antiguo parece haberse quebrado.

En ese clima de creciente emoción, los empresarios aparecen con sus aportes cada vez más contundentes. Pronto se pasa de hablar de millones de pesos a millones de dólares y, aunque según el cómputo faltan todavía casi mil millones, cunde la sensación de que la meta está ampliamente cumplida. No hay ansiedad en el teatro, sino una alegría que da paso a la sorpresa. Porque las donaciones sobre 500 millones de pesos se suceden y porque empieza a sentirse que la noche va a envolver un mensaje político inesperado. Lentamente, cheque a cheque, se va entendiendo el concepto: los grandes empresarios de Chile han venido a ayudar al prójimo en desgracia, pero también a mostrar públicamente su compromiso con el gobierno que asume este jueves. Horst Paulmann sube la puntería y anuncia la donación de sus empresas por un monto de mil millones de pesos. No va a ser el único en moverse en esos guarismos. Le seguirán Falabella y los hermanos Luksic, que suben de a cuatro a hablar con Don Francisco.

Y la esquiva platita de todos los días ahora fluye como un manantial milagroso. Alguien comenta “Pucha que hay plata en Chile”, a lo que otro replica “Y en qué pocas manos está”. La concentración económica ya no parece algo criticable, sino hasta recomendable. Mineras, eléctricas, retail, generadoras, todos dan lo suyo. Ya nadie duda de que la reconstrucción será rápida ni que no se notará pobreza en el gobierno de Piñera. Nadie duda tampoco de quien controla ahora la dinámica del poder.

Sale a escena Diego Torres y con su “Color Esperanza”, toda formalidad se olvida y la emoción domina a los presentes. Don Francisco le pasa la redbanc a Rafa para que éste haga el cómputo final y el animador de TVN está tan estremecido que la tarjeta resbala de sus manos. Un asistente saca el cómputo y aparecen los 30 mil millones. La felicidad cunde como pocas veces entre los chilenos, Era lo que faltaba para que sintiéramos que, esta noche de sábado, asistimos a un cambio de mando anticipado. El abrazo entre Bachelet y Piñera y la interpretación conmovida del himno nacional sellan el traspaso. Una Bachelet de ojos llorosos recibe abrazos y besos de agradecimiento. Piñera está relajado, y saluda y saluda feliz. Y cuando se topa con Diana Bolocco, la abraza, y como la encuentra muy delgada, le dedica una recomendación paternal: “Tienes que comer más”, le repite.

El cambio de mando en el Congreso este jueves puede ahora ser muy austero. Todo su sentido se vivió ya al amparo de las luces del Teatro Teletón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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