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La amenaza previa al discurso

Marcelo Toro
Por : Marcelo Toro Abogado y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Chile.
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[cita]Saber con exactitud qué información tiene el Ejecutivo sobre nosotros, ciudadanos inermes frente al Estado, y con qué propósitos puede emplearla es clave a la hora de juzgar cuán libres somos en verdad.[/cita]


El bochornoso incidente en el Congreso un par de semanas atrás, me quedó dando vueltas en la cabeza y dada la gravedad del asunto no voy a decir ni pío sobre el discurso del 21 de mayo. Sobretodo que me pasa lo mismo que con las ceremonias de septiembre: una eterna repetición de lo mismo, las mismas críticas, las mismas alabanzas. Por eso vuelvo a la amenaza previa al discurso.

El único que puso el dedo en la llaga, que hizo una lectura correcta de lo ocurrido fue mi antiguo y mercurial maestro: Carlos Peña González.

La mayor parte de las informaciones de prensa  y los análisis de sesudos columnistas se concentraron en lo sabroso o bochornoso de lo ocurrido, desatendiendo lo único verdaderamente importante de este affaire: la actitud del ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter –que en una salida a lo J. Edgar Hoover- y haciendo uso de la información privilegiada que su posición le granjea, le soltó una frasecita al diputado Espinoza de la que se debería haber arrepentido desde el mismo instante en que la dijo. Digo “debería”, porque en su petición de disculpas, días después, no se mostró ni muy afligido ni muy arrepentido.

[cita]Saber con exactitud qué información tiene el Ejecutivo sobre nosotros, ciudadanos inermes frente al Estado, y con qué propósitos puede emplearla es clave a la hora de juzgar cuán libres somos en verdad.[/cita]

La alusión a J. Edgar Hoover puede parecer excesiva, si se toma literalmente, o totalmente pertinente si se toma como recurso literario, como metáfora, o como alusión simbólica. El personaje fue nombrado  director del Bureau of Investigation en 1924, una organización antecedente del FBI que contaba con 650 empleados, de los cuales 441 eran agentes especiales. Ambos, fueron cruciales en la creación del FBI en 1935, oficina que Hoover dirigió hasta su muerte en 1972.

Caprichoso y obsesivo, ya en los 50 se mostraba resentido y receloso de las decisiones de la Corte Suprema Federal que limitaban sus facultades investigativas, en especial,  su proyecto Cointelpro, que buscaba procesar personas por sus opiniones políticas y que desclasificado en 1971 levantó las más acidas críticas contra Hoover y el FBI. Charles Chaplin y Martin Luther King, entre muchos otros, sufrieron las tácticas sucias de Hoover. Los presidentes Harry Truman, John Kennedy y Lyndon Johnson quisieron deshacerse de él, pero concluyeron que el costo era demasiado alto merced al cúmulo de información potencialmente dañina que el personaje manejaba.

El manejo y especialmente el mal manejo de información privilegiada, es uno de los asuntos más sensibles de toda democracia occidental. La función del Ejecutivo, con las policías y organismos de inteligencia a su disposición, debe mantener absoluta transparencia en este punto. Accountability, como dicen los siúticos, es la clave en el tema de la seguridad interior y de la llamada inteligencia. Saber con exactitud qué información tiene el Ejecutivo sobre nosotros, ciudadanos inermes frente al Estado, y con qué propósitos puede emplearla es clave a la hora de juzgar cuán libres somos en verdad. Pese a los avances que ha supuesto la ley sobre transparencia, todavía queda mucho terreno por avanzar en este tema.

La cuestión sobre la información reservada sobre las personas, es algo que no se limita al plano del Estado y del Poder Ejecutivo, tiene mucho que ver, hoy día, con la información que los privados tienen de nosotros y que deciden cosas cómo nuestro acceso al empleo, al crédito y otro sinnúmero de asuntos. Por ello, concuerdo con Peña, preocupante lo de Hinzpeter. Ni los malos modos de Espinoza y García, ni la falta de experiencia del ministro en las ásperas lides de la política, justifican su rabia y sobretodo su total desprecio a aspectos cruciales de la función que sirve.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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